Natalie y Alex crecieron prácticamente juntos, sus padres eran amigos desde pequeños y al parecer siguieron los mismos pasos. Hasta convertirse en mejores amigos, pero el destino tenía otros planes para ellos.
Alex se marchó dejando consigo a su me...
Las manos me sudaban y mi corazón latía a toda prisa. Algunas personas me observaban, otras no se percataban de mi existencia.
Llego hacía la recepción y para mi sorpresa había pocas personas. Logro meterme en la fila hasta llegar con una de las recepcionistas. Las personas me miran curiosas, en lugar de enfadarse.
Antes de que pueda decir algo, uno de mis hermanos se coloca a mi lado, preguntando el número del pasillo.
Por suerte ese día solo saldría un vuelo.
Tardo unos segundos en buscar en la computadora.
—Pasillo 3—contesto, finalmente.
—Gracias—le agradeció, Logan.
Corrí, hacía el pasillo que indicó hace unos momentos.
No mire hacia atrás, no me importaba si mis hermanos me seguían o no, solo me importaba encontrarlo a él.
Después de unos minutos de estar corriendo. Ahí estaba, haciendo fila, llevaba puesta la chaqueta que le regale en su cumpleaños y eso hizo que una sonrisa se asomara entre mis labios.
Y ahí estaba yo, de pie a unos metros de él, observando sus acciones. Llevaba puesto sus audifonos mientras observa el boleto pensativo.
Juego con mis dedos nerviosa, pero me decido a avanzar, dando pequeños pasos.
Mi corazón se acelera aun más a medida que avanzo, aún faltan unas cuantas personas antes de él. Antes de que entregue el boleto y se vaya para siempre.
Respiro hondo, después de unos segundos suelto el aire que se ha acumulado por los nervios.
Y finalmente me decido a hacerlo.
—¡Alex! —grito su nombre, mis manos tiemblan y mi corazón late con más fuerza.
—¿Nat? —me miro sorprendido.
Las personas a nuestro alrededor nos observan. No entendían lo que pasaba, solo él y yo sabíamos lo que ocurría y lo que vendría.
—¿Qué haces aquí? —pregunta, confundido.
Se quita los audífonos y avanza hacía a mí.
Lo miro a los ojos, solos unos cuantos pasos nos separan.
—Vine a traerte esto —digo colocando mis manos alrededor de mi cuello quitando el collar que llevo conmigo.
Aun recuerdo cuando mi padre me lo compró. Habíamos ido a una tienda de antigüedades, cuando lo vi no podía apartar mi vista. Se trata de un corazón con unas pequeñas notas musicales alrededor. Al ver mi expresión, sonrió, y no dudo en comprármelo.
—Quiero que tengas esto—coloque el collar entre sus manos.
Su mirada se desvió unos segundos hacía el collar y volvió a dirigirla esta vez hacia mis ojos.
—Pero es tu collar favorito— dice asombrado.
—Lo sé, pero... quiero que lleves algo de mí contigo.
Hubo un momento de silencio entre nosotros, acto seguido sus manos se dirigen a su cuello, quitándose el collar que lleva puesto.
Lo coloca entre de mis manos.
Mire el collar azul de púa, que lleva consigo una pequeña guitarra plateada en medio.
—No... No puedo aceptarlo, es importante para ti.
Asiente sonriendo
—Tú también lo eres... y de alguna forma es para que me recuerdes.
En este momento ya no pude más me abalance sobre él, abrazándolo.
Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas.
—¡No quiero que te vayas! Eres mi mejor amigo —digo con voz entrecortada.
Después de unos segundos, me separo de él para mirarlo a los ojos, estaban vidriosos, toma mi rostro con ambas manos
—Yo tampoco quiero pequeña, pero tengo que hacerlo.
Una de las encargadas de recoger los boletos se acerca hacia nosotros. Las demás personas ya habían subido al avión, solo faltaba él.
—Disculpa hijo, pero sí no subes ahora mismo perderás el vuelo —dice en tono preocupante.
La miramos un momento, asintiendo.
La encargada se fue de nuevo a su lugar, dejándonos solos de nuevo.
Miro a Alex de nuevo y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, esta vez.
Un nudo comienza a formarse en mi garganta. Me toma del rostro nuevamente apartando las lágrimas que caen inevitablemente.
Él me envuelve entre sus brazos.
Suspiro, colocando mis manos alrededor de su cuello.
No quiero soltarlo, no quiero dejarlo ir.
Solo quiero quedarme, quedarme así con él.
Con sus brazos envolviendo mi cintura y mi cabeza recargada en su pecho.
Pero ambos sabemos que no es posible. Ambos sabemos que tenemos que afrontar la realidad de esta historia.
Me separo de él, mirando el suelo.
No me atrevo a mirar sus ojos, porque se lo que estará a punto de pasar.
Y parece entenderlo, porque junta sus manos con las mías.
—Lo siento, pequeña—dice con voz triste—. Debo irme —susurra.
Levanto la mirada, intentando sonreír.
—Recuerda escribir a diario.
Asiento apretando mis labios.
Y antes de soltar mi mano, lo retuve.
—Promete que nos volveremos a ver.
—Lo prometo, nos volveremos a ver— dice asintiendo.
Planta un beso en mi frente, cierro los ojos al sentir su calidez.
Pero solo en cuestión de instantes, lo veo alejarse, no sin antes girarse de nuevo hacía a mi regalándome una última mirada. Una mirada que conservare siempre conmigo.
Camina hacía la encargada, entregándole su boleto.
Trato de decir algo, pero no soy capaz de articular una sola palabra.
Y en un abrir y cerrar de ojos, entra al pasillo, sin mirar atrás.
