|V E I N T E|

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La alegría y felicidad que cargaba desapareció tan repentinamente de una manera demasiado amarga.

Los chicos me dejaron en casa, pues no habíamos planeado nada para la noche, además estaba demasiado cansada. Habíamos pasado casi el día entero en el centro comercial.

Mi casa estaba en penumbras. La tenue luz de la lámpara de la sala iluminaba un pequeño diámetro a su alrededor. Pensé que mi tía o bien no había terminado en el trabajo, o se encontraba durmiendo. La verdad que no le había prestado demasiada importancia, porque el reloj ni siquiera marcaba la siete de la tarde.

Subí a mi habitación, cargando con las bolsas y las guardé en un rincón en el armario. Puse un poco de música, ordené unas pocas cosas de mi habitación y decidí prepararme la bañera. Usé algunas sales, de esas especiales que ni siquiera sabía cual era su propósito, y encendí la calefacción.

Durante un buen rato me quedé estática, sentada en la loza de la tina, mirando a la pared de azulejos blancos frente a mí. Pensando. Y a mi cabeza volvía el accidente, o no tan accidente de mis padres. Traté de pensar en otras cosas, pero era imposible, siempre volvía al mismo punto de inicio.

Sentía que mi cabeza iba a estallar. Demasiados problemas y noticias y verdades recién descubiertas. Tampoco pasé por alto la conversación con Georgie, del otro día, o la charla que tuvieron Reanna y Brigitte. Siempre de algún modo estaba incluida. Quería creer que aquello no me traería problemas. Tenía suficiente.

Salí hecha una pasa. Mis dedos todos arrugados se raspaban con el roce de la toalla. Me peiné casi en silencio, solo con la música a lo lejos y mis pensamientos más fuertes que nunca. Como si quisieran hacerse oír y que, por primera vez, realmente los escuche. Intenté ignorarlos una vez más. Me coloqué mi pijama y me senté a estudiar.

No tenía nada más interesante que hacer. Era patética.

Conecté la notebook y, mientras esperaba que encendiera, me puse mis lentes, bajé la intensidad de la luz de la habitación y me centré en mis apuntes. Entré a la carpeta de los resúmenes que había guardado en pdf. Y perdí la noción del tiempo.

Una breve sacudida en mi hombro logró que me sobresaltara en mi sitio. Me sentí perdida por unos instantes, pero casi de inmediato pude centrarme y recomponerme. Miré en la dirección, de la mano que aún posaba sobre mí, era mi tía.

—Hola, bella durmiente. ¿Cómo estuvo tu día?

Se apoyó sobre el marco de la puerta y sonrió. Como si no tuviera ocultando nada.

—Estuvo... bien —Un bostezo me interrumpió. Seguía aletargada—. ¿Y el trabajo?

—Como siempre, ya sabes... —Me miró fijamente, evaluando cada movimiento que hacía—. Cariño, ¿te sientes bien?

No.

No me sentía bien, no podía seguir fingiendo como sino ocurriese nada. Como sino siguiera mintiéndome ocultándome la verdad que, claramente, yo ya sabía.

—Bajemos a cenar. He traído pizza, creo que hace tiempo no comíamos una, me pareció buena idea para esta noche. Además traje postre, ¿adivina qué

No sé qué vio. No sé de qué manera la estuve mirando, pero de un momento a otro quedó en silencio, dejando incompleta aquella última frase. No le di tiempo tampoco de que preguntara de nuevo. Y ese fue el factor sorpresa.

—No fue un accidente automovilístico, ¿verdad, tía Laurie? —cuestioné en apenas un balbuceo.

Percibí como la palidez ensombrecía su rostro. Se frenó en seco, quizás pasmada por la pregunta. Tardó unos minutos en recomponerse y murmurar con voz queda, aún completamente aturdida por la situación.

The Society ©Where stories live. Discover now