Capítulo 3

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Pasaron 2 semanas, dos semanas en las que todo iba normal, si es que así se le podía llamar a la vida de Gerard. No había nada nuevo, sólo que el mayor de los Way veía a su hermano cada vez más inquieto, sabía que algo le preocupaba, y aunque él quería ayudarlo sabía que lo único que ganaría serían insultos.

Llegó la hora de la cena, no siempre comían todos juntos, por el hecho de que los padres de Gerard estaban divorciados, pero su padre le había prometido ir a visitarlo. Siempre había dos votos en contra de que esas cenas no se llevaran a cabo, un voto a favor y otro voto nulo, claro que el voto nulo era el de Gerard, y el voto a favor era de su padre.

Gerard por su parte se encontraba, de cierta forma, feliz. No llevaba unas ridículas esposas que lo lastimaran y comería con su persona favorita en el mundo; Su padre.

—Mikey, ¿Cómo te está yendo con las clases? —Donald fue el primero en hablar, tratando de llevar una conversación más o menos decente con su ya separada familia.

Mikey bufó

—Igual que siempre

Decidió no hablar más, después de todo, Donald no lograría lo que quería. Es por eso que Gerard le apreciaba más que al resto: los dos querían lo mismo, recuperar a la antigua familia que logró ser feliz alguna vez. Así que solo optó por hablarle a su primer hijo.

—Gerard, ¿Qué hay de ti? ¿Necesitas algo? —Volteó a verlo con media sonrisa en el rostro

—Pinturas, necesito pinturas.

—Iremos a comprarlas cuando terminemos de comer.

Se escuchó el sonido un metal chocar contra uno de los platos de porcelana. Donna había dejado su cuchara caer para llamar la atención de las dos personas que hablaban. Con una expresión seria, se levantó de su asiento, se acercó a uno de los cajones que se encontraban cerca y lo abrió buscando algo en él, cuando tuvo lo que quería cerró el cajón y puso el objeto sobre la mesa.

Gerard se estremeció. Con tan solo ver ese objeto se asustó, no creyó tener que usarlas tantas veces seguidas.

—Puedes guardarlas, no harán falta esta vez. —Todos voltearon a verle con expresiones sorprendidas en sus rostros, a excepción de su hijo mayor, que se encontraba aún más feliz ahora.

—¿Estás bromeando no?—Preguntó Donna, dándole el último mordisco a su comida, para después recoger su plato y dejarlo en el lavadero.

— Ese trastornado no está mentalmente capacitado como para andar suelto por las calles.—Mikey fue el segundo en quejarse

—En primera no le hables asi a tu hermano mayor, respétalo —Donald volteo a ver a Mickey— En segunda, no es como si fuéramos ir a la casa del tipo con el que te acostabas cada vez que yo no estaba en casa—Esta vez se dirigió a Donna, quién decidió quedarse callada después de lo que había escuchado.

Nadie más dijo una sola palabra, todos sorprendidos por lo que había salido de la boca de Donald, quién no mintió. Pero sus hijos aun no lo sabían, lo que hizo que solo se quedaran con semblantes serios unos segundos después.

Una vez la cena terminada, Donald tomó las llaves del auto y salió junto con Gerard. Este último sólo recibió miradas desaprobatorias llenas de rencor antes de salir de su casa. Aunque un segundo después ya no le importó, se sentía libre de no tener que usar nada que le provocará dolor en su cuerpo.

¿Por qué le odiaban? el no tenia la culpa de nada, el no había hecho nada para terminar de esa manera.

El camino estuvo silencioso, excepto por la vez en la que Donald le preguntó a su hijo que si quería ir a vivir con él. No era la primera vez que se lo proponía, pero algo no lo dejaba ir no aun, sentia que tenia que hacer algo antes de irse. ademas, no queria lastimar a su padre.

Él estaba consciente de la enfermedad que tenía, su hermano y su madre se lo dejaban muy en claro cada que le llamaban ''Trastornado'' o ''mentalmente incapacitado''. La verdad eran muchas las veces en las que se lo decían, y por eso, el les creía.

Frank, no se podía decir mucho de el, bueno, realmente si. Desde aquella vez que tomo el cuaderno de Gerard, se negó a regresar a casa de su amigo por las cosas que habia leido. ¿Mikey tenía un hermano? ¿por qué nunca se lo había contado? eran amigos después de todo, o eso creía él.

Día 34
''Las cosas han empeorado, mi hermano menor a cambiado y desde que mis padres se divorciaron mi madre me odia. Mikey me ha dicho que era un estorbo en la familia y que debería desaparecer para ya no causar problemas. Yo no quise golpearlo... o tal vez si, pero no pude hacer nada para evitarlo.
Me he dado cuenta de que mi propio hermano me pone pastillas en los jugos que me da mi madre, y después no puedo mantener los ojos abiertos. Él me quiere ver muerto, él quiero que yo ya no despierte más.''

Debajo de eso, había un pequeño dibujo de dos sombras con forma de demonio detrás de una persona que estaba en el suelo, llorando, con las rodillas pegadas a su pecho y la cabeza entre estas.

Esa fue la primera parte que leyó de aquel cuaderno, simplemente lo abrió y empezó a leer la primer página que vio en este.

Frank no era el tipo de personas que se preocupaba por una persona, y no lo hacía, lo único que sentía era lastima por la persona que había escrito aquello.

—Hey, has estado distraído por un buen rato, ¿problemas con la novia? —Brian rió, dejando ver sus blancos y derechos dientes. Para Frank, Brian era un hombre demasiado atractivo y sexy. No era un secreto el que Frank fuese gay, no le molestaba el decírselo a las personas que conocía, y si alguno de ellos solo se burlaba de él, los mandaba a la mierda y les enseñaba el dedo medio.

—Solo necesito salir un momento — Dijo. Se levanto del sofa, estirandose y salió del departamento, dejando al otro con la duda. Le daba igual si lo dejaba sólo, después de de todo, a veces solo se hablaban para terminar teniendo sexo.

Tenía que ir a  hablar con Mikey, su curiosidad siempre lo vencía. Aún después de no hablarle en estos días, iria a su casa y le preguntaría.

Fuese lo correcto o no, se metería en algo que no era de su incunbencia, pero despues de todo es algo que hacía seguido. Aún y si no le quería contar nada, lo haría hablar, asi fuese por las buenas, o por las malas.

Al final terminó yéndose caminando, se sentía un idiota por haber olvidado que tenía auto. ¿Por qué de repente le importaba tanto? ¿Y por qué le afectaba de tal manera?

Fácil, no quería perder a su amigo, estaba cansando de perder a las personas. No se repetiría esta vez, definitivamente no iba a rendirse tan fácil.

Finalmente llegó a la famosa casa. Sintió un pequeño escalofrío cuando escuchó gritos, y no precisamente de emoción.

Decidió abrir un poco la puerta, sí, así de ''educado'' era. Su amigo, Mikey, estaba soltando groserías como nunca antes le había escuchado, y no es que él no dijera, pero jamás lo hacía tan seguido.

—¿Cuándo aprenderás a mantener tu boca cerrada, bastardo?— Él estaba medio inclinado, gritándole a la cara a un sujeto sentado en el sofá, con la cabeza baja y las manos hechas puños.— ¡ÉL NI NADIE TE QUIERE!

Sólo eso último faltó para que el de cabeza gacha se pusiera de pie, y se abalanzara contra Mikey.

Ni siquiera podía comprender nada, ¿Qué demonios sucedía en esta casa? ¿Quién era ese sujeto? ¿y por qué en vez de ayudar a su amigo se quedaba como idiota presenciando la pelea?

Gerard no podía detenerse, aunque muy en el fondo sabía que estaba mal, pero tenía que desahogarse, quería hacerle pagar a su hermano por todo lo que le había dicho. Sin embargo sintió como lo sujetaban por detrás antes de dar el siguiente golpe.

Su padre ya se había ido hace unas horas y su madre había salido a cualquier maldita parte a donde siempre va.

Como pudo logró zafarse de aquellos brazos desconocidos, dándose la vuelta se sorprendió al ver a la persona que se encontraba tratando de agarrarlo de nuevo. No se dejaría tan fácil, aún siendo amigo de Mikey, aún así y todos lo odiaran, aún así y después tendría que escapar.

Iba a callarlos a todos.

Iba a detenerlos.

Iba a matarlos.

Control De Impulsos (Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora