Creía que seguías triste

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Contemplas las páginas de tu libreta con una sonrisa en el rostro. Desde que llegaste aquí tu flujo creativo no se ha detenido; has escrito varios poemas tanto en español como en ruso y cada uno de ellos te parece demasiado bueno para ser tuyo.

El profesor Angulo estaría muy orgulloso de mí, piensas, cerrando la libreta y dejándola junto a tu canasta de comida. Te recuestas en la manta que trajiste y contemplas el cielo despejado. El parque de la Amistad es uno de los lugares más concurridos en las tardes, pero en las mañanas solo hay unos cuantos lugareños haciendo ejercicio o parejas jóvenes dándose besos furtivos junto a los árboles.

Bostezas, perdiéndote en las nubes. Imaginas que el cielo se convierte en océano y la gravedad desaparece, haciéndote caer en él lentamente. El agua es clara y tibia. No te ahoga. Taissa no tarda en aparecer, nada hacia ti con los brazos abiertos. Estás a punto de abrazarla cuando el sonido de tu teléfono te regresa la realidad de golpe. Frotas tus ojos antes de abrirlos, preguntándote en qué momento te quedaste dormido.

No debería de ser tan descuidado.

Sacas el teléfono de tu mochila y contestas sin mirar el número.

—¿Hola?

—Hola, Leo.

Te estremeces. Es la voz de Polina.

—Ma...mamá—sientes el impulso de colgar, pero no lo haces—. Hola, ¿cómo te va?

Te tiembla la voz. Esto es muy repentino.

—Me va bien.

—Me alegro mucho.

Polina suspira.

—Leo...

—¿Sí?

—Lamento mucho no haberte llamado antes, estoy muy avergonzada, es que...

—No te preocupes.

—¿Eh?

—No estoy molesto contigo, mamá.

—Fui tan infantil y poco considerada...debí comunicarme contigo desde el primer día.

—Nunca es tarde Me alegro que lo hicieras. Eh...me encuentro muy bien aquí, de verdad. Puedo mandarte fotos de los lugares a los que he ido, este es un pueblo muy mágico.

—M-Me encantaría.

—¿Y tú qué me cuentas?

—Pues...umm...he estado yendo a un club de lectura. Todo empezó en un grupo de Facebook y luego diez miembros nos citamos en la casa de alguien. Ahora estamos leyendo Flores en el ático, es un libro muy sombrío, me está gustando bastante. También estoy tomando clases de cocina en línea, mañana empezamos con los pays. Me siento emocionada.

Polina, ya más contenta, te resume la trama de la novela y da más detalles de las recetas que ha llevado a cabo. La escuchas con una enorme sonrisa, asombrado de lo bien que le ha ido desde que te fuiste.

Creía que seguías triste, piensas.

—¿Qué hay de ti, Leo?—dice tu madre—. ¿Qué es lo más genial que te ha pasado allá en México?

—No sé por dónde empezar...

Pasas la siguiente media hora acostado sobre la manta relatando cómo es que terminaste siendo un Noaventurero. Polina te hace preguntas sobre la sirena, el bar y los amigos que has hecho. No puedes verla, pero estás seguro de que sonríe.


Diecinueve años

Polina entró a tu habitación sosteniendo una delicada bandeja plateada. Ahí había un brownie de plátano decorado con tres velas. Tú, con un amago de sonrisa, dejaste el libro de francés para principiantes sobre la cama y te pusiste de pie. Polina dejó el brownie sobre tu escritorio.

Perlas de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora