III. De trenes y cabezas enredadas

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Charlotte.

Mi padre siempre dice que los destinos no son lugares, sino una nueva forma de ver las cosas. Era lo que me repetía una y otra vez mientras preparaba mi baúl, agitando mi varita de un lado a otro, haciendo que las túnicas y capas se acomodaran en pilas dentro de él.

Era curioso cuan rápido se había pasado el verano desde aquella salida al bar clandestino. Esa noche había sido una muestra de lo que me esperaba en la facultad. Más chicos presuntuosos de Slytherin que creían que podían ir más allá de los límites de la ley porque su dinero y su estatus lo permitían. Suspiré, rindiéndome ante mi destino. Siete años habían sido suficientes en Hogwarts para prepararme para algo así. Al fin y al cabo, mi dinero y mi estatus no representaban nada diferente.

Sin embargo, Nick me había mostrado tantas veces que todo podía ser diferente. Su posición frente a la pureza de la sangre, su nobleza frente a todas las criaturas vivientes, su vocación por ayudar a los demás eran siempre detalles dignos de admirar. Detalles que hicieron que pudiera ver que no tenía que atarme a una opinión simplemente por tener un apellido manchado de sangre. Sin embargo, jamás había sido lo suficientemente valiente para que todos me vean como realmente soy y era por esta razón que aún tenía el respeto de todos estos herederos de costumbres antiguas y oscuras. Nick por el otro lado, era el Thestral en una manada de caballos blancos alados, el cual solo aceptaban porque tenía un linaje que podría ser útil para los demás.

¿Sería esta mi oportunidad para cambiar las cosas?

Mi padre me interrumpió dando pequeños golpecitos en la puerta y entrando sin esperar a que yo respondiera. Sonrió levemente al ver mi habitación desocupada de nuevo.

—¿Sabes? Creería que ya debería estar acostumbrado a que te fueras por tanto tiempo, puffskein.

—Padre, no olvidemos que fue tu idea que asistiera a esta escuela. Perfectamente podríamos estar viajando juntos a la Toscana.

—Charlotte, sabes que siempre he soñado con que recorras el mismo suelo en el que tu madre y yo construimos tantos recuerdos. No entiendo por qué querrías ser tan rebelde y...

—Papá—interrumpí—, sabes que no tomé esta decisión con la intención de desafiarte. Es solo que quiero construir mi propio camino. ¿Es eso algo malo?

—Por supuesto que no, puffskein. Pero, hay cosas que se llevan en la sangre y por más de que quieras alejarte de ellas, siempre te van a encontrar. Solo quiero que le des una oportunidad, sé que te vas a enamorar de nuestra profesión.

Lo. Llevo. En. La. Sangre.

—Papá...

—Un semestre, es todo. Y para que veas lo divertido que es, tengo un regalo para ti—sacó de su capa una bolsa de terciopelo y me la alcanzó. Tiré del lazo de seda y saqué el pequeño ejemplar de cuero.

Introducción a la jurisdicción celta.

—Es para que lo leas durante el viaje en tren, es una primera edición—dijo mi padre y los ojos le brillaban de tal manera que no podría decepcionarle.

—Wow, padre, esto es...muy interesante—dije con una sonrisa falsa—. Pero, quería preguntarte si además de este, podría llevarme otro ejemplar, sabes que leo muy rápido.

—Lo que quieras, puffskein.

—El otro día noté que tenías un ejemplar de un libro muggle que me llamó mucho la atención. Creo que su título tenía que ver con Gatsby o algo parecido. ¿Era de mamá? ¿Puedo quedarme con él?

Después de Hogwarts • Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora