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Si le preguntan sobre su proyecto de vida les respondería que ni siquiera es capaz de planear su vida actual mucho menos podría planearla a futuro, ¿Cómo se supone que se trace un plan a futuro cuando no tiene ni idea de lo que quiere? Por ahora sus veintisiete años los ha vivido de a poco dando paso a paso, no podría decir que no ha alcanzado lo que ha querido, en definitiva, si se lo proponía podía alcanzar cualquier logro; el problema era su incapacidad para proponérselo y peor aún su ceguera selectiva que le impide celebrar eso que le costó tanto.

Su vida era una constante insatisfacción causada por sí mismo, porque tal vez era maduro para muchas cosas, pero cuando se trata de inteligencia emocional era un idiota viviendo su infinita desgracia que pareciera no tener un final. Le gustaba pensar que la vida se había ensañado en él, dándole una serie de pruebas absurdas que lo estaban enloqueciendo de a poco, porque claro cuando nos fijamos en las quejas la vida nos dará muchas más razones para quejarnos; tal vez la vida no se arregle solo con actitud positiva, pero de seguro te puedes evitar autosabotajes que no te llevan a nada.

Y si alguien sabía de autosabotajes era la delgada figura de uno ochenta que ahora se dirigía a su hogar luego de una extensa jornada de trabajo donde lo único que consiguió había sido un dolor palpitante de cabeza y una reprimenda de parte de su jefe que se había empecinado en reclamarle todas sus entregas. Llevaba trabajando como reportero de una pequeña revista de economía desde hacía unos tres años en los cuales lo único que había aprendido era que odiaba las finanzas, su sueldo no le alcanzaba y no hay nada peor que levantarse a las 4 de la mañana para emprender un viaje de dos horas para llegar a su retirado lugar de trabajo.

Sin embargo, madrugar no era el problema, se consideraba un ave matutina capaz de reaccionar adecuadamente sin necesidad de una taza de café como la mayoría de sus compañeros de trabajo, el verdadero inconveniente era lo tarde que llegaba a su hogar entre las 8 y 9 los días que lograba entregar a tiempo el artículo y el tráfico no era denso; pero su hora habitual de llegada era pasada las 10 cuando su cuerpo no tenía ni el más mínimo gramo de energía. Odiaba no tener tiempo para hacerse una buena cena, para ver una película, leer un libro o simplemente perder el tiempo viendo videos de gatitos; no tener tiempo de ocio lo estaba acabando de a poco, pero tampoco se preocupaba por buscar la forma de arreglar su situación actual.

Desplazándose por el puente peatonal que se alzaba sobre una de las autopistas más transitadas de la inmensa ciudad admiraba las luces de los automóviles que pasaban a toda velocidad debajo de sus pies y se preguntó si la salida a todos sus problemas estaría ahí abajo a solo un salto de distancia. Apretujó sus manos dentro de los bolsillos de la gabardina de color negro con fuerza como si necesitara de sentir sus uñas enterradas en sus palmas para sacarse el pensamiento que acababa de tener.

Se acomodó el tapabocas de tela negro con un movimiento de nariz y aceleró el paso queriendo bajarse de ese puente lo más pronto posible, de nuevo sus pensamientos automáticos le indicaban una salida fácil para su sufrimiento, pero él ya lo había intentado varias veces y lo único que había conseguido era una culpa abrumadora acompañada de un dolor peor que el que lo llevó a esa situación. Necesitaba llegar a su apartamento rápido, comerse ese litro de helado que tenía en caso de emergencias y luego apretujarse debajo de las cobijas hasta que su rostro quedara completamente cubierto solo pudiendo escuchar los latidos de su corazón y la respiración que cada vez se hacía más débil.

Inhala en cuatro, retiene cinco, exhala en cuatro, espera cinco, repite, repite, repite se decía debajo de las cobijas mientras esperaba a que el ligero temblor en sus extremidades pasara con el aire que recogía en sus pulmones tratando de estabilizar la respiración errática de hace unos minutos. A medida que sus pulsaciones disminuían, el cuerpo se le hacía más liviano y la mente inició ese viaje al mundo onírico donde sus piernas flotaban libres mientras sus brazos lo impulsaban como si estuviera volando debajo de él solo había agua como un mar infinito tan azul que juraba que sus ojos también se reflejaban de ese color, libres, profundos y tan llenos de vida.

- DongYoung

Podía escuchar su nombre de lejos como si el viento trajera el eco de esa voz dulce que lo llamaba incesante, escuchó tres veces su nombre, pero no era capaz de responder a ese llamado, trataba con todas sus fuerzas de hablar sin éxito pues su voz no salía de su garganta. Corría detrás de la dulce voz, la perseguía, la seguía y aun así no daba con ella hasta que se encontró así mismo perdido en medio de un bosque frondoso donde la luz no entraba a través de las enormes ramas; no había nada, no había nadie, solo él incapaz de hablar, de correr más o de moverse; y entonces despertó.

El corazón le latía con fuerza tratando de salirle del pecho, su espalda se había despegado del colchón y su boca trataba de manera desesperada recuperar el aire perdido, cerró los ojos con fuerza de nuevo y trató de enfocar la vista, pero todo estaba demasiado oscuro para siquiera ser consciente de donde estaba. Con algo de torpeza buscó el interruptor al lado de su cama para encender la lámpara del nochero pudiendo apreciar que incluso afuera aún estaba demasiado oscuro para levantarse de la cama.

Suspiró agotado, demasiado temprano para levantarse, pero demasiado tarde para volver a dormir, se estiró en su lugar dispuesto a tomar una ducha de agua helada, cualquier cosa que lo ayudara a disminuir el dolor de cuerpo producido por la tensión de su sueño. Mientras se levantaba de la cama se preguntó qué podría significar ese sueño, debía buscar en alguna página de interpretación de sueños más tarde; él decía que no creía mucho en esas señales oníricas, pero tenía ese gusto morboso de conocer qué mensajes quería darle el universo.

A él le gustaba creer que ese gusto por el universo venía de sí mismo, pero lo cierto era que su madre siempre le decía que debía prestar más atención a los detalles pequeños que el mundo quería enviarle; aún recuerda como cada mañana ella le preguntaba que había soñado y como si de una experta se tratara era capaz de desentrañar las terribles pesadillas que su hijo tenía cada tanto. Por lo general era capaz de ver aquello que su progenitora con tanto esfuerzo le explicaba que debía hacer o que de seguro le pasaría en los próximos días, pero si de algo estaba seguro era que cuando su madre le decía que él estaba destinado a un gran amor, DongYoung no podría hacer otra cosa que burlarse.

Sintiéndose reconfortado por el agua fría recorriendo la amplia espalda y bajando por el resto de su cuerpo se cuestionó cuando había sido la última vez que había soñado con esa voz que lo llamaba, cree que era la cuarta vez en el mes, pero no ha querido contarle a su madre o revisar en el celular pues siente como si su consciente no estuviera listo para afrontar lo que sea que significara el ser llamado constantemente. Al salir de la ducha divisó que el celular en la mesita de noche no paraba de vibrar, ¿quién lo llamaría a las 2 de la mañana?

Apresurándose sujetó la toalla que rodeaba su cintura y olvidó que tenía el cabello empapado mojando todo el piso a su paso mientras trataba de llegar a la mesita de noche, la distancia ni siquiera era tanta, pero la presión en el pecho que se instaló apenas divisó el celular era algo con lo que no podía pelear. Se sentó en la cama haciendo que todo el colchón resonara por la presión repentina, miró la pantalla, el nombre Lee DongHyuck grabado causándole un hueco en el estómago.

Lee DongHyuck su medio hermano a quién no veía desde hace cinco años cuando se mudó a la gran ciudad en busca de un trabajo mejor pago, con quién discutió antes de irse porque el menor quería casarse con un don nadie sin familia, cuestionablemente rico y a quien nadie en su familia conocía. Su pequeña bolita de sol a la que renunció pues no estaba dispuesto a aceptar que se arruinara la vida siguiendo a un extraño que no parecía quererlo ni un poco ¿Por qué lo llama después de decirle que no quería volver a saber de él?, ¿qué es tan importante ahora?

- ¿Haechannie?

- ¿Hablo con Kim DongYoug? – La voz del otro lado era gruesa, solemne y con una seriedad que le calaba los huesos.

- Sí, es él – hizo una pausa, pero su corazón se aceleró impacientado - ¿Qué es lo que pasa?, ¿por qué no me habla Haechannie?, ¿dónde está?

- Señor, le pedimos que venga a la estación de policía del centro de la ciudad lo más pronto posible. Cuando llegue pregunte por Lee Taeyong, lo estaré esperando. 

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