CAPITULO 18

1K 126 29
                                    


La penetrante mirada de mi padre me dejó inmóvil, después de unos breves segundos su mirada se atenuó y me sonrió. Mis ojos se comenzaron a nublar, contuve la respiración para no llorar, porque en ese momento Eliot también giró su cabeza y empezó a brincar, se bajó del regazo de mi padre y corrió a donde yo estaba.

—¡Mi amor! Cuánto extrañé mi bebé —llené de besos a mi pequeño hijo, él mojaba mis mejillas con el rastro de sus húmedos besos. Mi papá también se puso de pie y caminó detrás de Eliot, mis pies se clavaron en el suelo y mis ojos se inundaron de lágrimas.

—No te quedes ahí, adelante, pasa cariño —señaló mi padre, avance lentamente, mamá estaba detrás de él, se apresuró a llegar hasta mí y me pidió que le diera a Eliot.

—Me alegra verte Candy —mi padre me abrazó cuando mi mamá se llevó a mi hijo, mis lágrimas cayeron al mismo tiempo que las de él y lo abracé como si se fuera mi vida en ello, cuanto había anhelado estar así con él.

—Perdóname, pequeña pecosita —los fuertes sollozos rompían sus palabras— perdóname por todo el daño que te hice en el pasado.

—Papá —fue lo único que pude decirle antes de que la garganta se me cerrara, correspondí con la misma intensidad a su abrazo y después mamá nos dejó solos para que habláramos. Todo me parecía irreal, mi padre pidiéndome perdón y diciéndome lo mucho que se había equivocado con Terry, los halagos que le hacía por su trabajo, la maravillosa amistad que había comenzado con Richard, me sentí abrumada por tanta emoción en un solo día.

Después de un rato, pasamos al comedor y sentí como si el gran peso que llevaba cargando por años, hubiera desaparecido. Sé que él también lo sintió, porque la expresión en su rostro era apacible. Estaba emocionado por el cercano nacimiento de Geraldine, la hija de Frida y Derek, que sería el próximo mes. También supe por una empleada que ahora que Eliot estaba en la casa, mi papá casi no iba a la oficina, se pasaba días enteros jugando con él.

Me quedé con ellos ese fin de semana, el lunes lo tenía libre, iría a trabajar hasta el martes por la intensa semana nocturna que tuvimos.

—Hija no tienes que irte, sabes que esta es tu casa —puso mi mano bajo la suya y la apretó mientras hablaba—el tiempo que Terrence no esté en los Ángeles, puedes quedarte aquí con nosotros.

—Oh, no papá. Te lo agradezco, pero estoy a punto de concluir mis estudios en la... —la mirada suplicante de mi papá cambió a una seria, bajé la mirada, no recordaba que odiaba esa carrera.

—Está bien, será como tú quieras. Tengo una sólo petición que hacerte —tragué saliva, si él me pedía renunciar a mi carrera terminaríamos mal otra vez— me gustaría que me permitieras visitar a mi nieto, este pequeño me ha robado el corazón y todavía no se ha ido y ya siento que lo extraño.

—Claro —titubee, que pensaría Terry, pero luego vi a papá darle un beso a mi hijo y no dude en decirle— siempre será bienvenido en mi casa.

—Y también crees que Terrence, piense lo mismo —elevo su ceja derecha, al cuestionarme.

—Yo... estoy segura de que sí papá. Terrence... Terrence es una buena persona, a él no le molestara que visites al niño. Si te dieras la oportunidad de conocerlo, sé que te agradaría.

—Lo sé y me gustaría limar asperezas con él —salté de la silla y corrí al lugar de mi papá para abrazarlo, realmente había cambiado y me costaba creerlo, pero me lo estaba demostrando.

Las horribles noches a solas terminaron, Terry regresó dos meses después de mi visita a Nueva York. Moría de ganas de contarle todo lo que había sucedido con mi padre. Al poco tiempo de ir por Eliot mis padres vinieron a visitarme unas cinco veces. Terry no lo sabía, pero mi padre había llenado la recamara de Eliot de juguetes, y tenía un amplio guardarropa variado que, sin temor a equivocarme, no usaría ni la cuarta parte, porque dejarían de quedarles antes de que las usara.

Nuestros SueñosWhere stories live. Discover now