Jesús era un gran tipo

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(Por: Christopher)

—¿La nena está segura?

—Como siempre —responde Adrian dando una palmada cariñosa a la funda de su guitarra. Cierra la puerta trasera y se ubica en el asiento del copiloto junto a mí.

Su padre aparece tan rápido junto a la ventana que doy un respingo. ¿Por qué no estoy ya acostumbrado a esto?

—¿Estarán bien? ¿Seguro que sabes conducir? ¿No quieren que maneje?

—Papá, llegarás tarde al trabajo.

—Soy el jefe —insiste él—. Y estoy seguro que entenderán que mi hijo es más importante que…

—Está bien, señor Ponce —lo interrumpo yo—. Mis padres me consiguieron los mejores instructores y este carro es seguro como un tanque. Resistiría un ataque nuclear. Nos estamos haciendo tarde y no quiero manejar a más de cuarenta. ¡Adiós!

Mantengo la velocidad al mínimo mientras salimos de su calle y solo acelero cuando doblamos la calle.

Estoy a punto de pedirle a Adrian que ponga algo de música pero es mi mejor amigo, así que sin que tenga que abrir la boca y gastar el oxígeno (que en esta época de contaminación es cada vez más necesario), él ya ha puesto a Eminem para alegrarnos un poco la mañana.

Ni siquiera hemos llegado al coro, cuando algo empieza a vibrar. Pauso la música y dejo que conteste.

El padre de Adrian siempre está llamándolo, incluso cuando él se encuentra en su propia casa. 

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El celular de Adrian empieza a timbrar y, sin poder sostener la cesta de ropa al mismo tiempo, me pide que conteste por él y lo ponga en altavoz.

—¿Aló?

La voz de su padre suena con tanta fuerza que el celular tiembla sobre mi mano.

—¡Adrián! ¡¡¿Dónde estás?!! Acabo de estar en tu habitación y no estás allí. ¿Estás bien? ¿Huiste de la casa? ¡¡¿Por qué?!!

Adrian rueda los ojos y toma una larga inspiración para recuperar su consabida paciencia.

—Papá…

—¡No, escúchame Adrian! Vuelve ahora mismo a casa y no hables con…

—Papá…

—¡Si no estás en casa en una hora llamaré a la policía! ¿Has visto las noticias últimam…?

Adrian no puede resistirlo más y grita:

—¡Papá!

Su padre por fin guarda silencio.

—Estoy en el segundo piso, con Chris, poniendo la ropa a la lavadora. 

—Oh.

La llamada se corta y unos minutos después, su padre nos alcanza. Trato de fingir que todo está bien mientras le desordena el cabello con cariño y vuelve a sus tareas.


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Ese día aprendí el nivel de preocupación del padre de Adrian por su hijo. Un poco paranoico, pero no puedo evitar desear que mis padres fueran así conmigo: pasaría grandes momentos.

Camina al INFIERNO en mis zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora