Sicomoro

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En un bosque perdido como hay muchos, había un árbol que no destacaba en exceso, que se difuminaba entre los paisajes silvestres y las sombras tenebrosas de la noche. Un árbol común a la vista de cualquier ser vivo. Nada especial.

Sus raíces abrazaban la tierra como un abuelo abraza a su nieto. Raíces largas y profundas que, por no saber, no sabemos hasta donde llegan. Raíces que cuentan historias incompletas, historias perdidas, historias a medias. Cantan canciones nunca escritas, pero siempre escuchadas. Se reconocen en sus raíces los ecos de los lamentos de las almas que, aun perdidas, buscan la salida de su lugar de encierro. Se pierden entre sus giros y ataduras, entre sus nudos, las suplicas de aquellos que fueron todo y ahora no son ni siquiera recuerdo. Miles de vidas perdidas en la inmensidad a dos metros bajo tierra.

Su tronco esbelto, grueso y robusto. Sustento y canal, conexión y carretera de miles de mensajes. De palabras vacías y mensajes llenos. De sentimientos encontrados y vidas perdidas. De ganas de encontrarse, de encontrar la salida. En su tronco dibujados miles de signos, versos o poemas. Que cuentan, cantan y recitan sentimientos que no ha sentido nadie y a la vez hemos sentido todos. Dibujos y letras recorriendo la totalidad de sus pliegues, de sus recovecos. Dibujos, figuras y letras en mil idiomas, algunos ya extintos, de esas almas que por no encontrar no encuentran ni la paz. El relato de sus vidas, sus abrazos sin terminar, sus palabras sin decir, sus mensajes sin guardar. Todo aquellos que pudo ser y no fue. Todo lo bueno de la vida y lo malo de la muerte. Todo lo inimaginable y lo que un ser vivo puede imaginar. El amor, el dolor, la rabia e incluso la pasión se dibujan en su corteza.

Extendiéndose hacia arriba, grandes y fuertes ramas que impiden el paso del sol. Allí donde se esconden miles de pájaros y bichos que, aun luchando con la paradoja, viven su vida como si en el interior de su árbol no viviese la muerte. Sus ramas, con hojas verdes, con las flores mas simples del lugar, sin llamar la atención, sin luchar por destacar. Esas ramas que abrazan el cielo como hacen los amantes al despertar de su noche de pasión. Esas ramas que vibran con su mensaje para que llegue a su receptor. Ellas, que conocen mas historias que las bibliotecas de medio mundo. Ellas, que guardan secretos que nunca se llegaran a develar. Son la esperanza de cientos y se quedan en eso, en esperanza. Un ojalá que se volatiliza en como el humo de un cigarro. Hojas con cientos de cartas, para miles de personas, que no saben que son destinatario. Sentimientos que no serán desvelados.

El árbol está esperando, paciente, a que un alma pura le encuentre. A que alguien, en su paseo por el bosque se pare ante él. Alguien que le lea y lo entienda. Alguien que al recitar sus versos sepan quien es. Solo los elegidos podrán encontrarle. Solos los elegidos leerán su mensaje. El de alguien que ya no está, alguien que se acordó de ellos y buscando un medio cualquiera, lo lanzaron por su raíz. Solo los puros de corazón, los amantes del saber serán capaces de entender su corteza. Solo los abiertos de mente, los que buscan la certeza, encontraran su carta en las hojas. Porque solo aquellos que lo buscan, lo encuentran. Porque solo aquellos que han perdido, mandan mensajes. Porque su unión es inquebrantable. Porque el une dos mundos por siempre separados. El es muerte, pero sobre todo vida. Él espera paciente, y yo lo busco cada día. Un árbol que da la vida a los que viven en la muerte. Un mensajero entre los que no están y los viajeros. El árbol de la vida, el que en sus raíces roza la muerte.

Purple Tulips // Poesía y textosМесто, где живут истории. Откройте их для себя