Capitulo LIII

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Maratón ?/?
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Cuando llegaron a la casa del padre de Sebastián, todo fueron risas y diversión. Eva observaba con disimulo a la famosa actriz mexicana. Danna Paola ¡estaba allí! Ella parecía feliz con su familia y eso, en cierto modo, le sorprendía. Danna debía de estar acostumbrada al lujo y glamour y allí estaba, compartiendo canapés de sucedáneo de caviar y sonriendo a su abuelo mientras este cantaba un villancico y rascaba con una cuchara una botella de anís del mono.

Manuel, orgulloso, disfrutaba por tener reunida un año más a su maravillosa familia y sonreía por ver a su hijo tan solícito con aquella mujercita. Desde que Danna había entrado en su vida sonreía más a menudo, y se le veía más feliz. Una felicidad que Manuel saboreaba de una manera especial.

Irene llegó como una diva de Hollywood. ¡Guapísima! Se había dejado aconsejar en todo y parecía otra mujer, algo que a Lolo, su Lolo, le tenía cautivado. No podía dejar de admirarla. Parecía increíble que la impresionante preciosidad que reía ante él fuera su mujer. Irene, con su nuevo aspecto y, en especial, al escuchar los comentarios de todos, se sentía guapa. Ataviada con un vestido de fiesta negro que realzaba sus curvas, se dejó alisar el pelo por su hija Rocío y estaba impresionante.

Todos lo pasaban bien, pero Sebastián, tras lo ocurrido en su casa, no podía disfrutar al cien por cien del momento. El hecho de que alguien ya supiera la verdad sobre Danna, significaba que el engaño comenzaba a hacer aguas y eso le preocupaba. En un par de ocasiones cruzó la mirada con Eva y esta, con sus gestos y guiños, lo hizo sonreír. Pero ya nada era igual. Saber que la prensa mundial tenía la certeza de que Danna estaba en España le inquietaba.

—¿Qué te ocurre hijo? —preguntó Manuel acercándose a él.

—Nada papá, no te preocupes.

Manuel, que había sido testigo de los gestos entre él y Eva sonrió y dijo:

—Vale. No me lo cuentes. Pero las miraditas entre Eva y tú me hacen suponer que ha pasado algo entre ustedes, y...

Al escuchar aquello preguntó.

—¿Qué te ha contado esa metomentodo?

—Absolutamente nada hijo.

—¡Dios!

—Vamos a ver Sebastián—indicó su padre caminando con él hacia un lateral del salón—, sé que algo te ocurre esta noche porque soy tu padre y te conozco. Con esto no estoy diciendo que me cuentes lo que te pasa, pero recuerda, tú, y la persona a quien tú ames, siempre podrán contar con mi apoyo incondicional. —Y mirando a Danna que en aquel momento reía con su nieta mayor murmuró—: Esa muchacha es un encanto de mujer.

—Sí papá, lo es.

Y por primera vez en su vida y como si de un tsunami se tratara Sebastián sintió lo que era el verdadero amor. Adoraba a aquella mujer y ya nada se podía hacer.

Poco después todos se sentaron a la mesa engalanada y comenzaron a cenar. Los pequeños lo pasaban bien y los mayores disfrutaban de la felicidad reinante. En aquella mesa no faltaron langostinos, salmón, ibéricos de la tierra, patés y cordero. Todo ello regado con vinos españoles, risas y canciones. A las once de la noche las mujeres se afanaron por quitar la mesa y preparar las uvas.

—Quédate conmigo —pidió Sebastián al ver que Danna se levantaba.

No quería que se moviera de su lado. Deseaba aprovechar los momentos que les quedaban juntos y vivirlos lo más intensamente posible. El tiempo corría inevitablemente en su contra y quiso retenerla con él.

Al escuchar su voz sensual, y sentir su mano sobre su brazo Danna le miro a los ojos y Sebastián, la atrajo hacia él y la besó. Le dio igual lo que pensaran. Le dieron igual sus propias y absurdas reticencias en cuanto a ella. Necesitaba besarla y lo hizo. La familia, sorprendida por aquella demostración de afecto, aplaudió y Danna, aturdida, tras separarse de él contestó:

¿Y a ti que te importa? - Dannastian ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora