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Uno, dos, tres, haces de luz quebrantan la oscuridad de la silenciosa estancia. Lágrimas de tristeza y rencor yacen atrapadas en los sólidos muros de la recamara, el frágil eco corrompe a quien permanece recostado en la suavidad de la cama.

Día y noche vuelven a fundirse antes de que el jóven Shinobi se decida a abandonar su alcoba. No ha sido desición suya dejar atrás el profundo y reparador sueño que ayuda a sanar sus cicatrices internas, ha sido el insistente y angustiado llamado de sus padres lo que ha logrado penetrar su fragmentada psiquis.

-Shikamaru...

No sabe quien le ha llamado. Por un segundo ha vuelto a encerrarse a sí mismo para escuchar, por décima vez consecutiva, su propio grito que alerta lo que acontecerá en la batalla. Solo que la misma ya ha acabado hace varios días, después de que saliera victorioso en su enfrentamiento contra el fanatico religioso que le había arrebatado la vida a su Sensei.

¿No se suponía que la venganza le proporcionaría un mísero dejo de alivio?

No. Todo seguía igual que antes, todo estaba igual desde aquel fracaso suscitado con el par de Akatsukis. Una victoria no siempre representaba un autentico triunfo, y la venganza no producía ninguna satisfacción personal. Dolía igual que hace dos semanas, quizá más...

Con la mayor de las calmas, trató de ingerir su monotono desayuno, esquivando a consciencia las palabras de su padre que pretendían animarlo. Terminada la merienda, y haciendo caso omiso a las miradas angustiosas de sus padres, Shikamaru Nara se dirigió al jardín trasero de la estancia, se adentró en la habitación destinada para sus ratos de ocio y deslizó la puerta corrediza para tener un poco de privacidad en sus actividades.

Las piezas del shogi seguían en en mismo sitio, perfectamente dispuestas para la nueva -y solitaria- partida. Shikamaru tomó asiento sobre sus tobillos, tomó una de las piezas "el rey" y dejo que su mente maquinara cuantos patrones, estratagemas y yuxtaposiciones fueran posibles...hasta que se quedo nuevamente dormido.

-¡Shikamaru, más te vale abrir esa puerta!- la voz, sin duda alguna, procedía de una fémina. Una molesta, mandona y bipolar.

Shikamaru se espabiló lentamente y guardó el tablero bajo la mesa antes de disponerse a abrir la puerta, encontrandose de frente con sus compañeros de equipo y mejores amigos desde la academia ninja.

-Ino, Chouji- por alguna extraña razón, su voz sonó distorsionada, vacía y rencorosa. Lo intentaba, realmente trataba de no culpar a nadie por la muerte de Asuma, pero entre más dias transcurrían desde su deceso, se volvía más complicado asimilar su pérdida y los motivos de la misma. Habían sido débiles, solo eso, no estaban preparados en un primer momento para hacer frente a enemigos tales como los Akatsuki. El verdadero problema radicaba en que la muerte de su maestro pudo haberse evitado.

Días fue lo que le tomó a Shikamaru idear una estrategia acorde a su enemigo. Solo unos días bastaron para llegar a la conclusión de que, no solamente podía hacerle frente, sino que además, podía erradicarlo. Y era irónico, porque antes de la muerte de Asuma, había sostenido que era inverosimil dar muerte a un ser inmortal como lo era Hidan. Sin embargo el odio lo orilló a deshacerse de sus miedos y lo instó a vencer, a pesar de sus propias limitaciones. Si Shikamaru hubiera actuado de la misma manera poco racional, en el primer encuentro de la batalla, Asuma no estaría muerto, y él no se sentiría responsable de ello.

-¡Idiota!- con lágrimas en los ojos, Ino asestó a dar una potente bofetada en la mejilla del Nara, dejando impresa la marca rojiza de su propia palma. Y enseguida, se arrepintió.

-Ino...- musitó Chouji con los ojos bien abiertos, la bolsa de frituras que llevaba consigo cayó al suelo. Y aun con todo, Shikamaru siguió sin reaccionar.

Shadows.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora