Prólogo

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Micah estaba abatido, pero aquel sentimiento no era nada nuevo para él ni para los que lo miraban de cerca (no los llamaba amigos, solo los consideraba conocidos).

Como de costumbre, caminó en silencio por el pasillo oscuro y solitario a deshoras de la noche rumbo a su dormitorio, cuando la gran parte de los estudiantes sin obligaciones pendientes se encontraban durmiendo tranquilamente. Pero algo había cambiado en su triste y agobiante estilo de vida. Hacer las cosas sin compañía era lo usual para él. Eso siempre fue así, al menos hasta que otro par de delicadas piernas comenzaron a avanzar a su lado (desde hace un par de días atrás) a cualquier sitio al que fuera dentro del campus.

Micah sintió sus pisadas. Sabía que estuvo  siguiéndolo todo el camino, aunque fingió no darse cuenta al creer que se marcharía una vez que entrara al edificio en el cual los chicos dormían.

Sua mantuvo una distancia de dos metros detrás de él, con los brazos en la espalda y una sonrisa en el rostro que no mostraba sus dientes. Le hacía feliz acompañar a Micah durante el día, aún cuando él estaba empecinado en alejarla lo más que pudiera.

Cuando de pronto se detuvo justo antes de llegar al elevador, ella hizo igual. Se llevó ambas manos al pecho, mirando los mechones de aquel cabello rizado frente a sus ojos. Siempre tuvo deseos de acariciarlo, pero a pesar de sus múltiples intentos no pudo alcanzar esa meta ni una sola vez desde que lo conocía. 

—Sé que me sigues, Sua — no hizo falta alzar la voz para que resonara con claridad. El silencio del ambiente fue de gran ayuda para ello —. ¿Cuándo entenderás que los zapatos con tacón no son sigilosos? — Micah dio la vuelta sin sacar las manos de sus bolsillos. Los ojos de ambos hicieron contacto. Le pareció impresionante cómo las pupilas de Sua siempre se veían tan cristalinas, lo que le daba un toque encantador. ¿Por eso le era tan difícil odiarla?

—Ah — Sua, apenada, sonrió con la mirada sobre el par de zapatos que tanto adoraba. Pronto volvió a dirigir su vista hacia Micah —, ¿no son lindos? Son mis favoritos.

—¿Por qué?

—¿Eh? — Sua no descifró a qué se refería con su anterior y repentina pregunta.

—¿Por qué alguien cómo tú se relaciona tanto con alguien como yo? — cuestionó Micah al no poder contener más esa duda que ocupaba su mente día y noche. No parecía molesto sino desconcertado — Sua, tú eres un sol... y yo una nube grisácea que podría opacar tu brillo; sin embargo, sigues aquí, conmigo. ¿Por qué lo haces?

La dulce e inocente chica arrugó el entrecejo, extrañada.

—¿Por qué una nube? — para ella la personalidad de Micah no tenía relación alguna con esa triste masa que se suspendía en la atmósfera — ¿Por qué no una luna? — interpuso con emoción — ¿Sabes? El sol y la luna han aprendido a vivir juntos.

—Eso no tiene ningún sentido.

—Lo tiene — insistió —. El sol y la luna son bastante diferentes, a pesar de ello supieron relacionarse en un mismo entorno. ¿Por qué tienes que ser una fea nube grisácea cuando no es lo que eres? ¿Por qué no eres mejor una luna? Mi luna, con la que aprenderé a convivir en un mismo entorno por sobre las diferencias.

M○○NLIGHTWhere stories live. Discover now