Capítulo 10

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Llegaron a Odessa unas cuantas horas después. En breve consiguieron un barco por poca paga para zarpar esa misma tarde hacia Estambul.

Sergei no quería dejar a Annushka: el dolor de la separación lo golpeaba ahora más que nunca, pero ¿qué tenía él que ofrecerle? Los bolcheviques los estaban buscando a él y a Mijailo y no podía ofrecerle una vida de continua lucha cuando ella podía tener paz en otro país. Aun si se iba con ella a Praga... él era tan poco para ella, tan pobre, que nunca podría darle lo que se merecía una princesa. La amaba demasiado y no podría verla sufrir.

El barco estaba a la vista y los atronadores ya sonaban.

Se uniría al movimiento de contrarrevolución. ¿Qué más le quedaba?

—Sergei —dijo Semión a sus espaldas—. Hay un tema que está pendiente.

Sergei se giró y miró al hombre. Seguramente hablaba de lo que había pasado entre Annushka y él.

—Yo... amo a Annushka —dijo Sergei sencillamente—. Y ella también me ama. Lo que haya sucedido entre nosotros fue producto de ese amor.

El hombre mayor sonrió. Era lo mismo que le había dicho su hija, quien no se avergonzaba por lo que había pasado entre ellos.

—¿Y piensas dejarla ir, así no más?

—No tengo otra opción —dijo compungido.

—¿Enserio no la tienes?

—Claro que no. Soy un pobre diablo condenado a la ira del partido en cuanto me atrapen.

—Podrías venir con nosotros a Praga —dijo el príncipe.

—¿Y qué haría allí?

—Trabajar, como todos.

—Soy un pobre diablo. Jamás podré darle a Annushka lo que merece una princesa.

—Ah, querido joven, ella no es una princesa. Es como cualquier persona. Yo tampoco soy ya un príncipe. Yo también tendré que trabajar. Lo importante es la voluntad. ¿La tienes tú?

¿La tenía? Claro que la tenía. Por Annushka tendría lo que fuera.

—La tengo —dijo—. Aun así, mi nacimiento... mi cuna...

—Pensé que luchabas por la igualdad. Mientras alegas que todos somos iguales, tú mismo pones una barrera entre mi hija y tú, una barrera que ya no existe, si es que algún día existió.

El hombre tenía razón. ¿Dónde estaba entonces lo que tanto había promulgado? Eran sus estúpidos temores lo que no le dejaba ver que podía buscar una nueva vida en compañía de la mujer a la que amaba.

—No quiero dejarla ir —dijo Sergei.

—Entonces no la dejes ir. Ven con nosotros a Praga. Me salvaste la vida y en mí tendrás todo el apoyo y ayuda que necesitas. Estoy agradecido contigo y con Mijailo por salvarnos de la muerte. Así que les ofrezco la ayuda para salir del país. Vendrán a una nueva tierra, habrá nuevas oportunidades. El pasado se debe dejar atrás, hay que vivir el presente y luchar por el futuro, ¿no crees?

El príncipe tenía razón.

Ya no tendría más miedos.

Parecía que una cortina era quitada de la mente y podía ver su futuro con claridad. Se casaría con Annushka, la mujer que amaba. Viviría con ella, juntos formarían una nueva vida y su amor sería su arma más fuerte.

—Sí, iré. Quiero casarme con Annushka.

El príncipe sonrió.

—Debes preguntárselo a ella... por supuesto, yo no me opongo, de hecho, creo que es lo más adecuado, después de lo que ha pasado entre ustedes...

Sergei se sonrojó un poco.

—Ve a buscarla, la harás muy feliz.

Sin decir más, Sergei caminó hacia el lugar donde Annushka miraba los barcos a la distancia, perdida entre sus pensamientos.

—Mi amor —dijo Sergei al llegar junto a ella.

La joven se giró y lo miró.

—Sergei... sonríes.

—Soy feliz porque he decidido comenzar una nueva vida. Lejos de aquí, en otro lugar. Lejos de todo el dolor que deja una revolución. He decidido comenzar una vida, pero hay algo que debes saber.

—¿Qué?

—Que quiero que tú estés en esa nueva vida —dijo él—. ¿Quieres casarte conmigo?

Annushka había estado muy triste porque sabía que Sergei la dejaría partir sin luchar por ella, por un futuro juntos. Pero ahora, al escucharlo hablar, al oír su propuesta de matrimonio, estaba como en un sueño. Sus ojos se anegaron de felicidad y no pudo responder.

—Te prometo que seré bueno. Quizás no pueda darte todo lo que merezcas, pero te juro que te daré mi amor por siempre —dijo él al ver que ella no respondía. ¿Y si le decía que no?

—Me darás todo lo que quiero, porque lo único que quiero es que me ames —dijo ella antes de arrojarse a sus brazos.

Se besaron con pasión y entrega, felices, sabiendo que les quedaba toda una vida compartida llena de amor. Durante unos instantes, el mundo desapareció para ellos porque lo único que importaba era que estaban juntos y que así estarían por siempre.

Minutos después, abordaron el barco, el mismo que los llevaría a la felicidad.

Desde cubierta, observaron cómo se alejaban del país que había puesto divisiones y luchas entre ellos, y después miraron el mar, el inmenso mar que los llevaba a una nueva vida llena de amor.

FIN

ESCAPANDO HACIA TUS BRAZOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora