Los amigos

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Cuando llegó al bar estaba abarrotado. Vio a Bruno totalmente sobrepasado ante toda la clientela. Un chico joven le ayudaba detrás de la barra mientras tomaba nota de los pedidos y cobraba.

La doctora buscó una mesa libre y encontró una al lado de la ventana. Satisfecha se sentó y apoyó la cabeza en la mano.

-¿Está ocupado este sitio?

Júlia levantó la vista y vio los ojos azules más extraordinarios que había contemplado en su vida. Tragó saliva y asintió.

El hombre de unos cincuenta años sonrió mostrando todos los dientes y con la mano, echó hacia atrás su pelo rubio. Lo llevaba bastante largo y era lacio y muy brillante. Olía a jabón y vaselina.

-He oído que hay una nueva doctora en el barrio. Descrita de muchas maneras diferentes, pero todos coinciden en algo- dijo bajando la voz, haciendo que Júlia se acercara para escuchar lo que iba a decir- Que es una mujer que lleva su profesión a todas partes.

Sorprendida, parpadeó varias veces y al bajar la mirada vio que encima del vestido todavía tenía la bata de médico. No pudo evitar reír con ganas, mientras el hombre seguía sonriendo.

-Dígame, ¿qué desea?

Júlia era mujer de muchas palabras, pero por un momento su cerebro se negó a darle ninguna respuesta apropiada a esa pregunta.

-¿Perdón?

El hombre levantó el brazo, y Bruno se dirigió a la mesa.

-Está aquí para consumir alguna bebida o alimento. ¿O quizás hay alguna otra razón que explique su presencia?

Júlia sonrió, notando que la cara le ardía. En la mesa había un jarrón con flores y disgustada la apartó con la mano.

-Un café y una tostada con aceite.

Bruno ya estaba a su lado tomando nota, mientras miraba a los dos con curiosidad y a continuación, se dirigía a la cocina.

-¿Y cuál es su razón para estar aquí si no es por la comida o la bebida, señor...?

-Soy Jamal. Nada de señor, me siento mucho más viejo cuando oigo ese título- indicó con una tímida sonrisa, que acentuó las arrugas en torno a su boca y ojos azules- Y vengo a comer, como hago todos los días, querida doctora. Soy un hombre de costumbres fijas, me temo. Demasiado viejo para cambiar a estas alturas.

Bruno trajo el pedido de Júlia y colocó un vaso de agua con gas y una tortilla francesa con cherrys servida en una cazoleta frente al sastre.

Júlia estaba maravillada mirando a Jamal. Llevaba un suéter de rayas de colores, de mangas tan largas que le llegaban casi a los nudillos y cuello muy alto. El tono del amarillo, el morado y el verde era tan intenso que resultaba casi ridículo verle llevando todos esos colores. Pero la extravagancia del atuendo no hacía más que resaltar la elegancia natural del hombre. Júlia tenía curiosidad por ver cómo eran los pantalones y zapatos que llevaba.

-Yo también he oído algunas cosas sobre usted- repuso Júlia imitando la voz queda de su acompañante- Un sastre muy capaz, en cuya tienda se reúnen todos los que tienen algo que decir en este barrio.

Jamal sonrió de nuevo y movió las manos teatralmente.

-Oh, todo exageraciones se lo aseguro. Como soy el único integrante de la banda de los Caucasianos que queda en La Cubierta, todos me atribuyen intenciones ocultas o directamente maliciosas. Y sin embargo, solo soy un simple artesano, querida.

Júlia miró el móvil, faltaba una hora para cerrar el ambulatorio. Aunque Rosa le había dicho que ella se ocuparía, Júlia decidió regresar para ayudarla.

La CubiertaWhere stories live. Discover now