La noche

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NOTA: Este es el capítulo que clasifica a esta historia para adultos.  Quien quiera continuar con la historia, puede hacerlo yendo directamente al siguiente capítulo.


Estaban frente a frente, a escasos centímetros. Júlia estiró las manos y colocó una en la mejilla cálida del hombre. La otra la apoyó en el pecho, y pudo sentir los latidos intensos de su corazón. Desplazó la mano rozando la suave tela y empezó a desabrochar el chaleco. Llevaba deseando hacerlo desde que vio el traje de tres piezas que llevaba Jamal. A continuación le quitó el chaleco y empezó a abrir los botones superiores de la camisa.

Con la otra mano acarició la nuca y el cuero cabelludo para despeinar su cabello perfecto, mientras observaba  con atención el rostro de Jamal.

-Quizás no te guste lo que veas- dijo el hombre sin apartar la mirada.

La mujer hizo caso omiso a sus palabras y estiró con fuerza la camisa para sacarla de los pantalones y continuó desabrochándola.

Cuando acabó con los botones, estiró de las mangas y se la quitó.

Sus ojos recorrieron ávidamente su piel tatuada. No había ningún centímetro que no estuviera profusamente decorado.

Escamas tatuadas en los brazos, lágrimas que recorrían el pecho, figuras de dagas y balas, alas, lenguas, ojos que miraban desde el vientre hacia arriba.

Júlia empezó a acariciar fragmentos de piel, recorriendo con las manos el camino de la tinta. Pudo sentir bajo la yema de sus dedos antiguas cicatrices. Estaban tan bien disimuladas que a simple vista no eran perceptibles, pero al tacto eran rugosas y algunas de ellas daban la sensación de no haber sido curadas correctamente. Giró su posición y la espalda de Jamal mostraba predominante la cabeza de una cobra, abierta de par en par, con colmillos rebosantes de un veneno negro y cremoso. Apoyó la mano abierta en la boca de la criatura y pudo sentir el temblor del hombre.

Acarició el espacio entre los omoplatos y a la altura de las costillas notó una cicatriz especialmente vil, intrincada y retorcida. Júlia no podía ni empezar a imaginar cuánto dolor había tenido que soportar este hombre.

Acercó su boca y besó el recordatorio del pasado violento de Jamal. Con cuidado y muy despacio, recorrió con sus dos manos y con su lengua la salada piel, saboreando sus redondeces, sus pliegues y su calidez. 

Cuando las manos llegaron al pantalón se pausaron, y Júlia miró a Jamal.

Aunque seguía en la misma posición y sus manos todavía no la habían tocado, su mirada los conectaba a ambos.

Le bajó los pantalones, y descubrió que las piernas estaban tan tatuadas como el torso. Al acariciarle con los dedos, detectó marcas de quemaduras en el muslo y más cicatrices en su interior, cerca de la ingle.

-Son el resumen de mi vida- dijo en voz baja el sastre- El recordatorio de lo que he hecho y de lo que soy.

-Quisiera poder curar- repuso ella mientras besaba de nuevo su piel y sus manos agarraban, pellizcaban y acariciaban todo aquello con lo que se encontraban- cada herida que te han infringido.

La mujer sentía un torbellino de sentimientos creciendo como una tormenta. Se confundían y solapaban, haciendo que su piel ardiera y su respiración fuera agitada.

El autocontrol que exhibía Jamal era una máscara que Júlia quería arrancar de cuajo.

La mujer escurrió sus manos por detrás de la cabeza de Jamal y se acercó todavía más a él, hasta que con la punta de la lengua recorrió sus labios.

La CubiertaWhere stories live. Discover now