Capítulo 20

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- Buenos días, Vanesa. Espero que hayas dormido bien. Ven, por favor, siéntate. ¿Quieres un café? - recitó Jimena, siempre anfitriona.

- Buenos días a vosotros también, y sí, he dormido de maravilla, y algo de café sería genial - Vanesa no se unió a ellos, sino que se acercó a la baranda y miró hacia el océano.

Mónica la estudió mientras se apoyaba casualmente en la barandilla. Tenía el cabello mojado y ondulado, llevaba un par de pantalones cortos desgastados y una camiseta gris de mangas cortas, que dejaba a la vista sus tatuajes en cada muñeca. Un love en una, y en la otra el signo del infinito, le sorprendió verlos, nunca sabía muy bien qué esperar cuando se trataba de Vanesa. Las sorpresas primaban en ella en el día a día.

- Todo este sol y aire fresco del son me van a matar, pero qué bonito es sentirlos - Vanesa entrecerró los ojos contra los brillantes rayos del sol de la mañana. No era una persona de la mañana a excepción de cuando se despertaba con alguna mujer, que pocas veces solía ocurrir, ya que era de las que tomaban su ropa y se marchaban de madrugada. Por eso no le sorprendió cuando despertó sola. Ahora se debatía acerca de darse la vuelta para hacer frente a Mónica, pero en su lugar se tomó un momento para recordar el fuego en sus venas con su primer beso. Pronto estaba casi tan excitada como lo había estado ayer por la noche, tuvo que poner un freno a su lujuria y dirigir su atención a los huéspedes en su lugar.

- Quiero darles las gracias una vez más por habernos invitado, Joaquín - dijo mientras asentía con la cabeza en agradecimiento a Jimena por la taza que puso en su mano.

- Es para mí un placer, rubia. No quiero ser presuntuoso, pero consiente a un anciano. Te veías como si estuviera bajo una gran cantidad de estrés y necesitaras descansar.

La manera en que Sabina la llamó la descoloró, ella de rubia tenía poco, poquísimo, era tan morena como malagueña, pero lo dejó pasar. En su lugar, su radar se elevó, tratando de detectar si Joaquín se refería a su acuerdo o la vida en general.

- Estoy más o menos siempre así. Mi asistente y amiga Ana sigue programándome vacaciones y siempre tiene que cancelarlas a último momento. Creo que se dio por vencida en algún momento el año pasado.

Joaquín se echó a reír - Ahora, Vanesa, no te des por vencida de ti misma. Encontrarás algo o alguien que hará que quieras sentar cabeza. Y cuando lo hagas, ni siquiera será difícil. Te preguntarás por qué no lo has hecho antes.

Vanesa se alegró por llevar sus gafas de sol. Echó un vistazo a Mónica, cuando Joaquín mencionó un "alguien". Había pensado en pasar más el tiempo en su vida personal, pero cada vez que pensaba que había llegado a un punto en su carrera para hacerlo, aparecía algo mejor. Otro pedazo de tierra, otro proyecto, otro cliente.

Mónica no la miraba a los ojos, y Vanesa no sabía si era a causa de los comentarios de Joaquín o de la noche pasada. Mónica era absolutamente adorable y traviesa, combinación fatal. Era ardiente, apasionada y besaba de las mil maravillas, pero también era muy divertida. Esa cosa con su ropa interior era algo que probablemente nunca olvidaría. Se dio cuenta de que el hombre la estaba mirando buscando una respuesta.

- Me temo que no va a suceder, Maestro - habló Vanesa vacilando, mientras observaba la expresión de asombro en su rostro y en los ojos de Mónica. Ocultó una sonrisa detrás de su taza de café - Jimena ya está tomada.

Los cuatro estallaron en carcajadas y siguieron riéndose cuando Jimena habló.

- No te preocupes, Vanesa. Le he estado dando indicaciones a tu chica Mónica.

- Gracias, Jimena, pero Mónica lo está haciendo muy bien por su propia cuenta - dijo mientras deslizaba sus gafas de sol por su nariz, fijando sus ojos con los de una ahora Mónica ruborizada.

Solo un negocioWhere stories live. Discover now