Prólogo

55 5 0
                                    

—Señor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Señor... ¿Está seguro realmente de esto? —preguntó nuevamente el doctor— ninguno de nuestros hombres ha regresado, nuestros aparatos se descomponen allí y ni siquiera sabemos qué hay al otro lado de la grieta... Pero sea lo que sea es evidente que no nos quiere ahí.

El anciano se quitó los lentes frotándose el puente de la nariz antes de suspirar con pesadez, volteando a ver al hombre a su lado.

—Forstein... Este es un descubrimiento inaudito y fantástico, algo que podría cambiar el curso de la maldita historia en sí —comenzó con poca paciencia pero emoción mirando a su colega a la cara— nunca antes la humanidad había sido capaz de abrir un portal hacia otro sitio en el universo, ¿Te das cuenta de la magnitud de lo que hemos encontrado, de todo lo que significa esto? —habló cada vez más exaltado por lo que ocurría a solo metros frente a ellos— ¿Es otra realidad? ¿Otra dimensión? ¿Una falla del universo en el espacio-tiempo que ha tenido lugar milagrosamente en nuestro planeta y más específicamente aquí, en este país, en este estado y sobre todo en esta ciudad? ¿Qué hay al otro lado? O tal vez quién ¿Podrían ser nuevas formas de vida? ¿Serán inteligentes? ¿Cómo se produjo esta grieta y a dónde conduce?

Ambos hombres voltearon hacia el frente donde, a través de las gruesas capas de cristal a modo de paredes resistentes y especiales, podía verse la dichosa abertura casi flotando en la nada misma como una rajadura en mitad de un inmaculado lienzo blanco. Una delgada y alargada grieta de extremos finos y cuerpo ancho —con el tamaño apenas suficiente para dejar entrar el cuerpo de un adulto delgado promedio— que emitía una luz tenue y opaca, pero que parecía bailar constantemente como los colores de un caleidoscopio al sol, oscilando sin detenerse entre el rosado, el violáceo y el negro. Es cierto que allí todo aparato y objeto desaparecía, la tecnología dejaba de funcionar solo con estar a centímetros de la dichosa abertura, y ya dos grupos de exploradores conformados exactamente diez hombres cada uno habían desaparecido sin dejar rastro luego de entrar; pero esa maldita grieta no era algo que simplemente pudieran ignorar o abandonar solo por un par de percances. Lo que tenían en frente podía revolucionar al mundo a niveles inimaginables, cambiar por completo la historia de la humanidad e incluso resolver cientos de preguntas acerca del universo con las cuales solo se había podido teorizar y suponer hasta el momento. Esa podía ser la primera y única vez que algo así, que una oportunidad así, se presentara en miles de millones de años. Lo que sea que hubiera al otro lado, lo que fuera que esperara en esa abertura no era algo que él ignoraría... No. El doctor Steinberg estaba dispuesto a sacrificar cientos o hasta millones de vidas si era necesario para conocer que había más allá de esa entrada, para ser él quien diera una respuesta a las más grandes preguntas de su comunidad y que incluso su nombre quedara grabado para siempre en la historia como el artífice de uno de los más grandes descubrimientos en el mundo. Y si cada grupo de hombres que enviaba desaparecían para siempre, entonces esta vez probaría con un grupo de mujeres con la esperanza de que eso pudiera significar algún cambio.

Una tercera persona entró en la habitación.

—Señor, el grupo está listo para entrar.

—Perfecto —dijo el anciano— hágalas pasar.

Un grupo de tres mujeres se hizo presente en la habitación para acabar de prepararse. Revisaron que sus trajes especiales estuvieran bien puestos una última vez, ajustaron el calzado, y se acomodaron bien las máscaras de gas antes de colocarse los cascos revisando que todo estuviera prefecto. Una vez que el trío acabó con la preparación de los trajes, se aseguraron con fuerza y precisión los arneses por encima, viendo que los pesados cables metálicos que las mantenían unidas al «mundo conocido» no fueran a soltarse ni por accidente, o podrían no regresar jamás.

—Estamos listas —dijo una de ellas con la voz distorsionada por todo lo que traía sobre la cara.

El doctor Steinberg asintió con la cabeza y vio como las mujeres pasaban por la burbuja desinfectante que unía al cuarto de la grieta con la edificación en general que se había mandado a construir para trabajar, y como ahora se acercaban hacia la misteriosa abertura. Pero algo curioso ocurrió en ese momento cuando la grieta reaccionó con la presencia de las féminas. Sus colores se volvieron más intensos y lumínicos cuando las tres mujeres estuvieron a pocos metros, y aquel movimiento que parecía un montón de sombras de agua se aceleró causando sorpresa en todos los presentes y hasta felicidad ante la idea de una posible compatibilidad. La emoción de una nueva reacción en aquella cosa, la expectativa, las ansias, los nervios, y un cúmulo de emociones se revolvieron en el estómago de todos los presentes mientras una a una, las Alicias se adentraban en la madriguera del conejo.

Entonces hubo una anomalía... Y algo salió mal.

Fue rápido, casi imperceptible, pero algo similar a una extraña raíz oscura se enroscó en la muñeca de la última mujer mientras entraba en la grieta y en cuestión de segundos o menos la hizo desaparecer hacia adentro con un jalón. La luz en la abertura se volvió más brillante aún mientras los tres mecanismos que mantenían a las mujeres unidas al plano conocido eran absorbidos con fuerza logrando desenrollar los cables con una velocidad vertiginosa desde el otro lado al punto de arrancar pronto las tres maquinarias haciéndolos desaparecer también dentro de la extraña abertura. Las capas de cristales reforzados se agrietaron por completo en solo un instante y la dichosa entrada hacia lo desconocido comenzó a cerrarse, no desapareciendo pero sí quedando como apenas una especie de línea por la que sería imposible para nadie más pasar.

Todos contuvieron el aliento, y el aire se volvió pesado y casi irrespirable de golpe.

Silencio.

Nada más que silencio en la habitación.

Durante varios minutos nadie fue capaz de hacer o decir nada. Todos habían quedado mudos y horrorizados viendo la que ahora era una diminuta fisura flotando en ese espacio como lo había estado haciendo antes de las tres exploradoras.

Entonces alguien reaccionó. Un grito de horror puro ante la escena que acababan de presenciar todos hizo que las demás personas en la sala empezaran a movilizarse dándose órdenes, gritando y corriendo de aquí a allá en medio de un caos de papeles y científicos alterados oprimiendo botones y tecleando con desespero...

Proyecto AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora