La pluma del Fénix

23 3 0
                                    

-Tía Dal, vuelve pronto- Myr abrazó a su tía. Dalila solo había estado unos días con ellas, pero había llenado su hogar de risas, canciones y bailes.

-No te preocupes Myr, siempre encuentro el camino a casa.- Nadia, la hermana de Dalila, estaba unos pasos detrás de ellas.

-Cuídate, Dal, no dejes que te maten.- le dijo Nadia. Dalila sonrió con orgullo.

-Antes de eso tendrán que capturarme, hermanita- Nadia sonrió ante el carácter desafiante y socarrón de su hermana pequeña. Se quito una de sus horquillas: una flor tallada en ojo de tigre, con vetas de oro. Se lo tendió a Dalila.

-Toma, es tuyo.- Dalila abrió los ojos, sorprendida del regalo de su hermana.

-Pero Nadia... Mamá te lo dio a ti. - Dalila miro asombrada el adorno. Apenas tenían pertenencias de sus padres, y aquella horquilla llevaba generaciones en su familia. No podía aceptarlo. Viajaba demasiado, lo podía romper o cualquier otra desgracia.

-Te traerá suerte.- insistió Nadia. Cogió las manos de su hermana, le colocó la horquilla en las palmas y le cerró los dedos de su hermano. - Estoy segura de que nuestra madre querría que lo tuvieras en tus viajes.- Dalila no supo que decir, pero si sabía que hacer. Miro a su hermana llena de agradecimiento y con unas pocas lágrimas en los ojos. Se secó los ojos y se colocó la horquilla. En un momento de impulsividad abrazó a su hermana. Nadia la acogió en sus brazos y sonrió sobre su cabello antes de posar sus labios sobre su cabeza. - Que los astros te acompañen. - susurró levemente. Dalila deshizó el abrazo y tras un último gesto de despedida, se marcho a otro de sus viajes.

Unos días después, Dalila se encontraba oteando el mar desde la cubierta de un barco. Siempre le había fascinado ese paisaje, la inmensidad y el rugido de las olas, acompañado del sonido de las gaviotas y la brisa con olor a salitre. De fondo se oían las voces de los marineros y del resto de pasajeros. Los marineros estaban ocupados, no paraban de moverse por la cubierta, mientras que los pasajeros, como ella, disfrutaban del paisaje. Sin embargo, le llamó la atención un muchacho extraño, de pelo albino y piel clara que no dejaba de leer sus libros. Tenía tres o cuatro a su lado y Dalila se preguntaba donde demonios los guardaba. Curiosa, se acercó a él.

-¡Hola!- le saludó alegremente. Él muchacho se sobresaltó, tanto que casi tira el libro.

-¿No te enseñaron a no molestar a la gente mientras leen? - le preguntó el muchacho con un tono acusatorio y el ceño fruncido.

-Solo quiero saludar- contestó un poco más cohibidaDalila, al ser ignorada, se sentó a su lado y empezó a leer el libro que él sostenía por encima de su hombro. Él al sentir la presencia de esa joven, más bien molesta, se giró hacia ella.

-¿Qué quieres?- preguntó exasperado.

-Conocerte.- dijo tan tranquila.-Yo me llamó Dalila.- ella puso una de sus mejores sonrisas y le tendió la mano. El muchacho, viendo que no iba a librarse de ella, le dio la mano.

-Yo soy Jaune. - Dijo sin cogerle la mano y con la vista en el libro.

-Bueno, Jaune, ¿qué haces en este barco?- Jaune miró al cielo, maldiciendo interiormente a esa muchacha impertinente, pero accedió a contestar con la esperanza de librarse de ella.

-Tengo una misión: encontrar la pluma del fénix e investigarla.- Jaune no apartaba la vista del libro y su voz sonaba exasperaba. Rezaba a los astros porque aquella muchacha le dejará en paz.

Dalila siguió sentada a su lado, mirandole a él y mirando su libro. - ¿No quieres saber que hago yo aquí? - Esta vez Jaune no contestó. Siguió leyendo e ignorando a Dalila. -Bueno, yo voy en busca de aventuras. Jaune, que no se caracterizaba por su paciencia, cerro el libro que tenía entre manos, cogió los que tenía a su lado y se dispuso a buscar un sitio más tranquilo. No contó con que Dalila le seguiría. - ¡Espera!¿A donde vas? - le pregunto.

La flor del desiertoWhere stories live. Discover now