31. "Deberíamos parar..."

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—¿Dónde está el baño?—preguntó Samantha.

Flavio se había acercado a Valeria, y se encontraba agachado a su lado, contándole algo que no atisbó escuchar.

Subió la mirada y con una sonrisa le dijo:

—Primera puerta a la derecha, espero que no te pierdas ahí dentro.

Samantha puso los ojos en blanco y se dirigió hacia allí. Si tenía que ir al baño, era precisamente por culpa de él. La había desestabilizado mucho. Encima que la hacía esperar tanto, comenzaba a provocarla y tentarla de esa manera.

Se encontró un baño muy ordenado, limpio y curioso. A pesar de estar viviendo con una niña, y poder tenerlo todo más o menos revuelto, Flavio seguía siendo una persona muy responsable y ordenada, a la vista estaba.
Cuando salió de allí, tuvo unas imperiosas ganas de seguir explorando ese piso, y adentrarse más allá de ese pasillo, pero se contuvo. Más que nada porque ya se lo enseñaría él si quisiera, aún le daba cosa tomarse según qué libertades.

Al llegar al salón-cocina, escudriñó la zona. Valeria ya no estaba con Flavio, sino que continuaba jugando en una alfombra que había bajo el sofá y estaba bien acompañada por varios muñecos, y Flavio... estaba en la cocina, con un mandil muy gracioso rodeando su cuerpo.

Se mordió el labio y sacudió la cabeza. Acababa de salir del baño, tras echarse agua sobre el cuello, por los calores que le habían entrado con esa provocación y lo que menos necesitaba era continuar tentándose. Pero Flavio se lo ponía muy complicado.

Fue hacia donde estaba él, con pasos de tortuga, para que no la escuchara—si eso era posible—, y apoyando su barbilla en el hombro del chico, le susurró:

—¿Te puedo ayudar en algo Flavio?

Él pegó un respingo acompañado de un chillido agudo. Sí agudo, viniendo de él, cuanto menos interesante.

—Joder Samantha.

Ella soltó una risita y sacudió la cabeza.

—Papiiiii ¿qué pasao?—escucharon a la pequeña gritar desde donde estaba.

—Nada Valeria, nada...

—Flavio por favor —lo regañó ella entre risas.

Se dio la vuelta y dedicándole una intensa mirada, dijo finalmente:

—No te esperaba.

—Yaa... —asintió ella a la vez que recorría con la mirada su cuerpo de arriba abajo.

Ahora que lo tenía de frente y podía ver mejor el mandil... Se relamió los labios y alzó las cejas haciéndole un gesto burlón con los ojos.

—Estás muy mono con eso puesto... adorable Flavio.

Él negó con la cabeza y volvió a darse la vuelta. No sabía por qué había tenido que ponerse eso. Había sido un acto inconsciente. Samantha se había metido en el baño y se había olvidado de ella. Simplemente, cada vez que cocinaba algo, se lo solía poner para no marcharse la ropa. Pero no había caído en lo ridículo que podría llegar a parecer con eso puesto. Bajó su mirada y echó una de reojo a ese delantal. No podía ser más típico. Se lo había regalado Carolina, por hacerle la coña... tenía grabado su nombre enmarcando su pecho, y justo debajo , había un piano... cuando se lo regaló le pareció un detalle mono. Ahora se veía ridículo.

—Flaaavio, estás adorable en serio —volvió a repetir Samantha—, yo también quiero uno con mi nombre... para cuando haga mis platos estrellas.

Él volvió a girarse y le dedicó una mirada cargada de incredulidad y sarcasmo.

𝑹𝒐𝒕𝒂Where stories live. Discover now