✡03: Babilonias.

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Dark in my imagination‒ Of Verona
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Solté mi cabello y me miré al espejo para acomodar mechones rebeldes que caían por mi cara. Estaba emocionada, mi primera vez afuera, recorriendo el pandemónium...

Everlee me dijo en dónde podía encontrar el Carnaval del cual estaba hablando, agradecí que lo hiciera porque tengo un sentido muy malo de la ubicación. Seguí el dibujo del papel, y me encontraba en la puerta con las enormes rejas.

Comenzaba a ver personas vendiendo diferentes artículos de protección contra los monstruos nocturnos; Babilonias, fantasmas del pasado, gente sombras y paladines.

Las personas aseguraban que tenían a algunas Babilonias en sus carpas, sin ojos, para que en vez de quedarte atrapado en lo más horrible de tu cabeza puedas ver el futuro ¿Y si leo el mío? La duda me carcomió.

―Entre señorita, vea lo que el pandemónium tiene para usted, vea ese futuro que no puede ver claro, o ese pasado que no logra recordar.―Exclamó un señor con los dientes de oro, estirando su mano para que lo siguiera―, No se va a arrepentir.―Aseguró mientras me sujetaba la mano llevándome hacia adentro de la carpa.

Unas enormes manos me sujetaron del hombro haciéndome retroceder bruscamente, soltándome de las manos del señor.

―¿A quién quieres engañar, maldito ambulante? Ve a echar tu labia a otro lugar.―Exclamó enojado. Era él, como una maldición, Jack.―Vámonos.―Exclamó sujetando mi brazo, sacándome arrastras del lugar.

No entendía que acababa de pasar, ¿por qué no quería que me leyera el futuro?

―¡Oiga! Señor, suélteme.―Alejé mi brazo de su agarre― ¡Estaba por leer mi futuro!

Me miró confundido, como si hubiese dicho algo que lo desconcertara, Jack estaba enojado.―Eso no es leer el futuro, las babilonias no tienen la culpa de lo que son. No por eso merecen que las maltraten y les quiten sus ojos. Además, tu futuro ya no existe aquí, tienes que aprender a vivir del ahora.

Me quedé callada, no puedo replicarle algo en lo que tenía razón, las babilonias no tienen la culpa. Pero no me pienso disculpar por eso, y menos cuando me decía todo de manera tan golpeada.

Caminamos en silencio, hasta que parece que llegamos al sitio agradable de la feria, necesitaba algo dulce. Y un señor estaba vendiendo algodones de azúcar―, ¿Quieres que te compre uno?―pregunté, rompiendo el frio hielo que había creado.

―No.―Respondió indiferente, dándome la espalda.

No me quedé para esperar otra respuesta así que me fui directo hacia el carro de algodón de azúcar, el cual me sonrió de inmediato.

―¡Buenas! ¿Cómo está?―Pregunté una vez estaba enfrente de mí.

―Estoy excelente señorita, ¿Y usted?―respondió mientras sacaba un palo de madera―. ¿De qué color va a querer su algodón de azúcar?

Pandemónium: Ciudades ocultas |pausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora