Capítulo 40 Richard y Eleonor

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Con el tiempo toda la nobleza se enteró del noviazgo del siempre serio Duque de Granchester con la hermosa actriz estadounidense, fue la comidilla del momento, obviamente la mayoría de mujeres casaderas no estuvo de acuerdo con esa relación, pues calificaban de arribista a la recién llegada, que según ellos,  se había aprovechado de la amistad que tenía con el primogénito del Duque que también era actor, para conquistar y seducir al aún atractivo viudo sabe Dios con que malas mañas, que la nobleza se estaba llenando de americanas, que eran demasiado liberales y republicanas, que no podían entender como el rey Jorge V apoyaba esa relación o al menos no manifestaba su molestia al mencionado caballero, todo tipo de críticas en los exclusivos salones o clubes, o lugares frecuentados por los nobles, a los que también asistían los Granchester, esos murmullos se silenciaban si el Duque o Terence estaban cerca.

Los abuelos se dedicaron a ayudar a los padres primerizos con el bebé, tratando de vivir una vida familiar con ellos, no tanto porque lo necesitaran sino porque deseaban recuperar el tiempo perdido con su único hijo y veían en el nieto la oportunidad de resarcirse y tomarle una revancha a la vida y a sus decisiones equivocadas.

Los meses pasaron volando y Alexander cumplió el año y dos meses, ya era verano. Candy quiso acompañar a su esposo en una pequeña gira a una ciudad cercana, serían apenas tres días. Eleonor y Richard insistieron mucho en que dejaran al infante a su cuidado, que nada pasaría pues además de los  solícitos abuelos  se quedaría con la nana también y después de mucho ruegos,  aceptó.

Los padres de Terence se quedaron en casa de nuestros rebeldes, quienes  habían ampliado la casa para poder recibir visitas y que no se tuviesen que quedar en un hotel, ya fueran los esposos Cronwell,  o Albert,  ahora la cada vez más hermosa casa  tenía dos cuartos de huéspedes, para cuando Eleonor quisiera quedarse o incluso el Duque.

Esa noche los abuelos acostaron a Alejandro, recordando a Terry de niño, el parecido era grande y les hacía revivir los tiempos felices, por eso querían pasar el mayor tiempo que tuvieran con la criatura. Para el Duque era una segunda oportunidad podría hacer del nuevo Granchester un aspirante al ducado , si es que Terence continuaba con la idea de jamás serlo, en Alexander encontraba otra oportunidad, pues estaba casi seguro que el primer hijo de la duquesa cara de cerdo no era suyo. Richard adoraba a Alexander y  estaba decidido a no ser tan duro como lo fue con Terence, además el papel de padre severo le tocaba a Terry, ahora él tendría que lidiar con lo que significaba imponer disciplina sin que le doliera el corazón, claro para eso aún faltaba mucho, el nieto era muy pequeño aún.

Eleonor tenía una hora para visitar la casa de Candy, por las tardes a las tres, llegaba muy alegre y  le ayudaba a bañar al bebe, luego  si hacía buen tiempo y el clima lo permitía, paseaba por el jardín mientras que Candy se dedicaba a las plantas. Eleonor  cargaba y jugaba con niño. Más tarde hacía su aparición Richard a la hora del té,  mientras el niño tomaba la siesta, primero conversaba con las dos rubias en la terraza, hasta la hora en que el niño despertaba, ya estuviese de mal humor o no, era Richard el encargado de jugar con él, era su momento y nadie se lo podía quitar. Se tiraba en la alfombra con el niño y lo hacía jugar, las risas de ambos se escuchaban hasta donde estaban las mujeres, quienes se sonreían en complicidad.

 Candy se había asombrado mucho al ver  como el Duque podía cambiar su comportamiento, para ella era como un camaleón, cuando estaban en público o cerca de la nobleza era muy serio, pocas veces reía, su gesto era adusto pero nunca mal educado, cuando estaba a solas con Eleonor, su mirada cambiaba, sonreía más y era muy galante con su suegra, con Candy era encantador, con ella bromeaba y se reía, simplemente la adoraba, era su cómplice.  La pecosa por su parte lo llegó a querer como a un padre, para ella era más fácil entenderlo, como a todo el mundo ya que Candy tenía la virtud de no juzgar a las personas y ver las cosas buenas en ellas, por eso Terence siempre le decía que se cuidara, que no podía confiar en todo el mundo, que toda la gente no era buena como ella siempre suponía y que las apariencias engañaban. Para el Duque su nuera era un milagro, alguien digna de admiración, la persona capaz de entender y dulcificar a su hijo de forma inimaginable, la que lo acercaba y hacía que su relación mejorase con el tiempo. Su hijo tenía un carácter difícil, era muy parecido a él, chocaban, por eso y por no saberle expresar su cariño cuando era un niño y luego un adolescente, con él siempre tuvo dificultad. Terence  era sarcástico y no muy cariñoso con él, si estaba de buen humor bromeaba sutilmente, le decía señor Duque o su Gracia, porque sabía que eso lo fastidiaba, pero Richard ya sabía cual era la intención de Terence y lo ignoraba, de todos modos su relación había mejorado muchísimo gracias a Candy.

Recuerdos y esperanzasWhere stories live. Discover now