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Suaves y dulces besos cayeron en el cuello níveo de la mujer mientras sus dedos delgados se enredaban en una cabellera oscura como la misma noche. Dorado contra plateado, ambos mantuvieron la mirada antes de que las luces se apagaran por el descenso de las cortinas y sus labios se fundieran suavemente en un dulce beso.
Respiraciones agitadas, pechos pegados, cuerpos unidos, manos entrelazadas y palabras de amor resonaron en el aire de un cuarto en donde se consumía la pasión de un ambiente cargado de amor el cual calentaba el cuerpo de ambos amantes que se veneraban como santos a su dios.