Grabación 01 (Parte 2)

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Canción recomendada: Blinding lights - The Weekend.

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Rechazado

La chica linda acababa de echarme encima un smoothie de vainilla. Rico, pero humillante. No esperen que haga una rima sobre eso. Cállate, Edith.

OLIVER

Todo lo que ocurrió esa tarde fue culpa de Edith.

Van a pasar cincuenta años y seguiré culpándola. Estoy seguro de que cuando les cuente todo, pensarán igual.

Para empezar, yo no estaba teniendo un buen día. Ni de cerca. Era mi primera tarde trabajando como mesero en la cafetería CoffeShop, era mi día de prueba y estaba nervioso por distintas razones; ver a una de mis compañeras chocando con una clienta y discutiendo no ayudó.

Porque no fui yo quien chocó con Edith, fue Emma, una de mis mejores amigas que también trabajaba de mesera.

[La intensa].

Oh, no la llames así.

Todos en la cafetería escuchamos el estrépito que provocaron las bandejas y platos al caer al suelo. Así que dejé de atender la mesa en la que me encontraba y corrí a ver qué había pasado, encontrando a Emma paralizada, mientras a sus pies se expandía un verdadero desastre que incluía a una rubia oxigenada llena de helado de chocolate, y batidos de distintos sabores, platos y más loza.

[Voy a ignorar que acabas de decir "rubia oxigenada" para referirte a mí, Ollie].

—Auch... —se quejó la rubia apartándose el cabello del rostro, y rápidamente me agaché junto a ella para ayudarla a levantarse.

—Ven, dame tu mano.

Estas resbalaron, así que la tomé de las axilas y la levanté sin mayor esfuerzo. Varios de mis compañeros habían salido de la cocina para ver qué ocurría, y el hecho de que los pocos clientes que había a esa hora también mirasen, no ayudó al humor de la rubia.

—¿Podrías al menos darme un trozo de papel higiénico para limpiarme? —le espetó a Emma con un marcado acento británico.

—No me hables así, fue tu culpa —dijo mi compañera reaccionando.

—¿Mi culpa?

—Sí, te volteaste sin mirar y me chocaste, no es mi culpa que no uses los ojos.

La rubia levantó las cejas, sorprendida. Se veía bastante graciosa con el mentón manchado de chocolate que parecía excremento, pero decidí que no era un buen momento para reírme.

[No seas asqueroso].

—Tampoco es mi culpa que no sepas sostener un par de bandejas. ¡Arruinaste mi trabajo! —exclamó, levantando unos rollos de papel manchados.

Llevaba apenas unas horas trabajando, pero si algo me había dejado claro el administrador y los demás chicos, era que "el cliente siempre tiene la razón". No importaba si en realidad estaba equivocado y alegaba puras estupideces; nosotros, los trabajadores, en busca de dar un buen servicio, siempre debíamos asentir y agachar la cabeza.

Emma claramente no estaba haciéndolo:

—Si no fueras tan flaca, tal vez tendrías un poquito de fuerza para sostenerte del mesón.

—Hey, hey, vamos a calmarnos. Fue un accidente... —murmuró Dante acercándose. En la cocina, él era la voz de la razón.

Pero su sabia voz no funcionó esa vez. Porque la rubia agarró un smoothie de vainilla de la mesa junto a ella y se lo lanzó a Emma. Pero mi caballerosidad -o estupidez- me hizo atravesarme, recibiendo la bebida en pleno rostro.

Los principios de Oliver © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora