Libro VII. El Vagabundo

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D R A G O N A R I

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/AU/Fantasía

Parejas: Winteriron (BuckyxTony), NovaQuill, Staron, entre otras.

Derechos: nada me pertenece más que mis ideas.

Advertencias: una historia en un mundo fantástico con muchas referencias. La pareja principal es Winteriron, por favor, es Winteriron. Osea, es Winteriron. Siempre será Winteriron. Creada en honor a los chorro mil likes del rincón playero de locura y perdición de esta minina mal habida, la ganadora del sorteo pidió un Winteriron de fantasía. Helo aquí.

Un Winteriron.

Gracias por leerme.


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LIBRO VII. EL VAGABUNDO.



Luego de un par de tragos para amenizar y las debidas presentaciones, Bruce les contó todo lo que había pasado luego de la tragedia en Kamar-Taj. La escuela volvió a reconstruirse, pero las pérdidas fueron una huella imborrable, como la desaparición de todo ese legado de hechiceros. Bruce recibió su báculo y manto en un patio sencillo, junto con el título de Maestre, partiendo hacia la isla de York donde sirvió al gobernador de la isla un par de años hasta que tuvo que exiliarse a sí mismo por haber tenido un romance con la hija de aquel. Desde entonces, se convirtió en un hechicero errante que buscaba dragones a ser capturados por unas buenas monedas.

—Una doncella, ¿eh? —rio Antonio.

—No me digas que no te has enamorado.

—Este cazador se niega a entregar su corazón —bromeó Quill— Pero ha sido lo único que no ha entregado.

—¡Quill! —Antonio negó, volviéndose al joven hechicero— ¿Cómo puedes dar con los dragones? ¿Crearon un nuevo hechizo en Kamar-Taj?

Bruce sacó un artefacto, parecía igual a un compás de navegación como el que usaban los Devastadores, solo que este era más complejo, hecho de oro y plata.

—Me dice el rumbo que ha tomado el dragón, así como su nombre. Yo lo inventé durante mi estancia en York.

—Por los Dioses, Bruce, sí que eres un gran hechicero.

—Tony, ¿qué me dices de ti? Esa armadura no es nada común.

—Ni las armas que tiene —comentó Rocket— Deberías ver lo que guarda en la bodega de la Milano.

—¿De verdad?

—Esperen —Antonio los interrumpió— Quiero entender algo, ¿ya venías siguiendo a Vir Rumlow?

—Sí... y no.

—¿Cómo es eso?

El hechicero miró a todos lados, haciendo un pase con sus manos, creando una muralla invisible alrededor de su mesa que estaba en un rincón de la taberna, aislándolos e impidiendo que alguien escuchara.

—Al principio, los encontraba por aquí y por allá. Luego, comenzaron a moverse. Huir sería la palabra correcta. Supe que alguien estaba comenzando a cazarlos. El Vengador —Bruce sonrió un poco, mirando a su amigo— Pero fue extraño que solo eran Laur los que se movían, nunca un Vir. Me dije que había algo raro ahí. Atrapé unas ondinas para que me contaran lo que el océano tenía para decir sobre el asunto. Me tomó días hasta que ellas hablaron. Los Vir Dragonari estaban ocultos no por miedo a los hechiceros, estaban esperando a que Vir Centinelis se calmara. Su hijo, Vir Invernus, le había desobedecido y en castigo, el padre le arrancó una de sus patas delanteras. Mal herido, Vir Invernus se ocultó para sanar y los demás dragones también lo hicieron para no toparse con Vir Centinelis.

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