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Eran las 06:15 de la mañana, y ella se tenía que arreglar para asistir a la preparatoria.
Sacó su uniforme y se vistió lo más rápido que le permitió su cuerpo (aún dormido) sin apurarse (odiaba estar ansiosa). Frotó sus ojos adormilados aún con algo de agua para poder despejarse.
Se dirigió a la cocina y se preparó una taza de café; salió de su departamento, y se dirigió a su ascensor para bajar hasta la recepción.

Caminó por las calles grises y mojadas. Las nubes aún cubrían el cielo por completo, haciendo que bajara la temperatura a una mucho más helada a de lo que normalmente solía estar.

"El sonido de los árboles por la mañana es hermoso".– Pensó, aunque aún no se acostumbraba al frío del viento por completo.

Llegó un poco entumida por las bajas temperaturas, en especial sus piernas descubiertas que llevaban solo unas pantis como parte de su uniforme; eran las que más sufrían.

*•*•*

Caminaba por el pasillo poco después de haber ingresado al recinto cuando, entre tantos murmullos y una atmósfera pesada, comenzó: la tortura que la azotaba todos los días, desde la mañana hasta que se iba a dormir, recordándole ese pesado vacío que se hallaba dentro de ella.

Sin tardar ni un segundo más, sus compañeros dejaron de hablar. ¿Era bueno? No, en lo absoluto; era peor. No por la incertidumbre de no tener conocimiento de lo que se avecinaba, sino por conocer demasiado bien lo que sucedía aproximación.

Por el pasillo iba caminando cuando comenzaron a mirarla con esos ojos que ella tanto odiaba, sin embargo con el paso del tiempo había pasado a verlo todo con indiferencia.

Regresando a las miradas, no la observaban exactamente a ella, sino a lo que escuchaban de ella.
Cada cosa que se decía sobre aquella chica, por más que fuera un "Escuché que..." se convertía en un hecho para ellos. Y una tortura también.

Repito, no la miraban a ella, sino a todos los rumores. Ni siquiera se molestaban en conocerla, ya que eso requería otra cosa que no fuera burlarse de alguien. Miraban (y querían mirar) prejuicios.

Llegó al aula de clases sola después de pasar por el pasillo atestado de gente murmurando sobre los rumores que circulaban sobre su persona.
Se sentó en la silla, miró a su alrededor. Notó, una vez más, el reflejo de las mirabas que le daban aquellas personas que se hacían llamar sus pares, aunque no la trataran cómo tal.

Y quizás, aunque estaba acostumbrada a eso, le dolió.

Un poco, solo un poco.

*•*•*

Sus clases tampoco fueron diferente a la cruel situación que se había enfrentado en la mañana; duras. Los recesos pasaron como siempre, lleno de burlas indirecas hacia ella y a su aspecto descuidado, junto con su cara siempre hundida en una capucha del uniforme de la academia también. Eran miradas. Solo eso. Pero la rompían poco a poco por dentro).

Estaba cansada.

A veces se preguntaba por qué debía ser así, y no de otra manera. Repasaba una y otra vez los hechos del pasado para darse cuenta que, el problema no eran los demás, sino ella misma.

Sin embargo, ahí es cuando surgía la duda que siempre la perseguía sin razón. ¿Por qué las cosas no podían ser de otra forma?
Aunque aquello no era más que una trampa. La razón, era, porque ella misma había querido que esto se desenvolviera así.
No me malinterpreten, a ella no le gustaba ser objeto de burlas, pero era el resultado de sus acciones. Para proteger a los demás, claro. Ella no era alguien que mereciera vivir.

Cobarde. Había elegido esa forma para redimirse.

Ojalá, rezaba porque ojalá hubiera pudiera caer en un odio ciego a los demás. Habría aplacado un poco su dolor pensando que la culpa recaía en los demás por burlarse de una persona solo por lo que escuchaban. Pero no serviría de nada.

Ente tantos pensamientos y el murmullo de sus compañeros, se dio cuenta de algo inusual.
Había un sobre de carta con su nombre debajo de su pupitre.

—Que extraño.. –musitó desconcertada– ¿Quien habrá dejado una carta aquí?

Tomó el sobre entre sus manos y la examinó con lentitud. Era un sobre de papel completamente normal que tenía su nombre escrito en la parte visible de esta; cerrada también sutilmente por un pegamento que alguien le había agregado por la apertura del sobre para que se mantuviera cerrada.

Por el grosor de este, se podía deducir que tenía una carta cómo contenido.

Recuerdos FragmentadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora