Capítulo 1 Ellas lo saben

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Ellas lo saben.

Fue la sal del mar chocando contra los dedos de sus pies, las olas frías que golpearon los riscos, tal vez la arena húmeda que se pegaba a su piel, quizás aquel zumbido molesto resonando en sus oídos o simplemente se estaba sintiendo un poco loca.

Aunque la última vez que comprobó un poco loca la llevó a pararse en cuatro patas con la altura de un caballo y a gruñir como un lobo, quita eso, ella era un lobo.

Y con ello vino el calor y el calor vino con la ira. Incontrolable, salvaje, sin razonamiento absoluto a las razones detrás. Te hizo sentir poderoso, no había nadie que tuviera una objeción lo suficientemente buena sobre tu lógica. Hasta que tu ex, que se transforma en un ser peludo y gruñón como tú saltaba encima tuyo y te ordenaba literalmente abajo. Sí, a cualquiera se le va el ánimo de gobernar el mundo cuando te tratan como a un caniche.

Aunque con el tiempo su mente humana sobrepuso sus instintos la ira nunca se fue. En momentos así, cuando sintió la necesidad de tomar de la cabeza de alguien y golpear su cráneo contra una roca hasta que se partiera Leah corría hacia la playa.

Entonces el viento frío besaría su piel caliente y el mar acariciaría sus pies descalzos. Sin embargo, hoy fue diferente. Es más, su pecho se contrajo y su corazón pálpito tan rápido y paulatinamente como el resonar de millones de tambores; el golpeteo se escuchó por todas partes, de todas las direcciones, como si la acechara. Lentamente. No hubo ningún otro ruido que pudiera hacerle frente. Tan fuerte, tan preciso, tan cerca.

-¡Leah!

Saltando tan rápido como un colibrí Leah se sintió con la capacidad de botar su corazón por la boca.

Fue Seth.

-¿Hey, no viste mi camiseta roja con la calavera?-saltando a grandes zancadas con la facilidad de un acróbata Seth se encontró con Leah a media oración- Mamá me dejó ir a Seattle con Sam y Jared dice que debo verme cool. Si esa camisa no hace verme cool no sé que más lo hace.

-¿Y asumo que corriste casi cuarenta minutos para sólo preguntarme sobre tu camiseta?-Leah apunto por dónde él habia venido haciendo un punto y un tono que hacía sentir a uno estúpido.

-Bueno, ¿sí? Es mi super camiseta-respondió Seth, la comisura de sus labios alzándose como una media luna risueña- Y fue como ¡wow! Un momento estoy en el porche y luego estoy aquí, ¡y ni siquiera me siento cansado! ¡Mira esto Leah, mira esto!

Seth se echó sobre la arena con los brazos estirados y comenzó a flexionar al compás de su respiración.

-Sí, sí, todos entendemos que somos tan fuertes como Popeye. Qué quieres, ¿una scooby galleta?-Leah resopló, se agachó a recoger sus zapatillas y se encaminó de regreso a casa. Pero sin escuchar los pasos detrás suya se giró a medio camino con un tic en los labios-Vamos Seth, ¿o esperas una alfombra roja bajo tus pies? Y...¡ah, mierda Seth!

Seth se rió a carcajadas, con el agua salada agrupandose en el cuenco que formaban sus manos para una segunda vuelta.

-¡Tú...!

¡Bam!

Y en cierto modo el agua pareció evaporarse sobre la piel caliente de Leah. Pero mientras su camiseta suave se pegó a su cuerpo y las gotas de agua cayeron de sus pestañas a sus mejillas Leah estaba teniendo un ataque de ira inevaporable

Seth ni siquiera lo vio venir. Su rostro cambiando tan rápido de una sonrisa traviesa a un miedo descomunal a la misma velocidad que Leah se abalanzó sobre él echándolo al mar.

-Pero mira que tenemos aquí. Si no te conociera lo muy poco que te conozco, Seth, diría que se te atrevieron los ojos y decidiste ahogar a tu hermana-Paul Lahote sonrió aguda y astutamente mostrando el ligero filo de un colmillo mientras se acercaba a ellos.

Leah rodó los ojos.

-¡Pelea de perras!-de pronto Jared Cameron estiró sus brazos y Paúl se encontró cayendo en picada sobre el agua.

Bueno, si había algo por lo que ser feliz era ver a Paul Lahote -jodamos el día de Leah Clearwater- embadurnado en arena y sal de mar mientras escupía un chorrito de agua. Sí Leah no reía temía morir por contenerse.

-Tú, sucio bastardo.

Jared fue tirado al agua pocos segundos después.

Al final del día Leah podía jurar que el tiempo y su entorno interactuo tan normal como había esperado que lo hiciera al comienzo de este mientras una pequeña briza fría sacudió su cuerpo después de su ronda por la noche al volver a casa.

Entonces el viento sacudió los árboles con fuerza y las ventanas flojas se abrieron de par en par.

Sam Uley corrió fuera de su casa a atrapar aquellas prendas que volaban de su tendedero y le gritaba a una Emily Young en la puerta que se quedara adentro si no quería que el viento se la llevara como un par de calcetines.

Tiffany Call, a unos kilómetros en su propia casa, instó a su hijo a mover el sillón mostaza contra dos grandes ventanales con el seguro roto.

Truenos ensordecedores, vientos furiosos y olas que se golpean entre sí fue un acontecimiento que surgió sin la menor anticipación porque el canal meteorológico había dictaminado un clima completamente agradable, tan agradable como puede ser en Forks.

Sue Clearwater a salvo en el interior de su cocina abrió delicadamente una de sus cortinas y aunque no había nada encantador que ver en medio de la oscuridad de una tormenta absoluta sus ojos se agudizaron como quién está atento a los asuntos de sus vecinos. Las cortinas se cerraron rápidamente.

La sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora