𝟓. 𝐄𝐧 𝐞𝐥 𝐕𝐚𝐧𝐢𝐥𝐥𝐚

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Después de una jornada de trabajo asquerosa, donde su paciencia se había terminado por ir a la mierda, decidió salir de servicio y dirigirse al Vanilla, aquel club de strippers nocturno ubicado en Strawberry, zona sur de la ciudad. Se dirige al lugar en su Audi rosa chillón, apretando el volante con fuerza leve. Conduce a una velocidad moderada, pero saltándose cualquier señal de tráfico, importándole muy poco los insultos que se estaba llevando ante aquello.

Al cabo de un rato llegó a su destino, estacionando el coche un par de calles antes. Le hecho seguro al auto y comenzó a caminar hacia el gran Vanilla.

Cuando llegó a la puerta se adentró al lugar, siendo invadido, casi al instante, por una música suave y sensual que no alcanzaba a reconocer. Caminó un poco más hasta llegar al bar completo, viendo a las - y los - strippers bailar en la zona de tubos, moviéndose de forma provocativa a los hombres que les observaban deseosos.

Jack bufó ante esto. Porque ver a pervertidos babear por jóvenes que hacían eso por dinero para sustentar su comida y vivienda - según los casos que conocía - le provocaba asco, y más cuando veía como les invitaban a las zonas privadas para follar con ellos, importándoles una mierda la salud mental, física y emocional de los pobres chicos.

Sin mucho apuro se encaminó hasta la barra, se sentó en una butaca, quedando de espaldas a las diferentes tarimas, sin querer presenciar los espectáculos que se estaban llevando a cabo detrás. Elevo su brazo izquierdo llamando al barman. El chico - de posibles 20 años - se acercó, con un pequeño vaso de vidrio en su mano y un pañuelo en la otra limpiando el cristal.

— Un Jack Daniels. — pidió, Conway. El chico movió su cabeza de arriba abajo con levedad, dando media vuelta con la intención de comenzar a preparar la bebida del superintendente. Justo en ese momento las luces se bajaron de tonalidad al igual que la música, creando un ambiente de suspenso que se veía opacado con los gritos emocionados de la gente allí presente, claro, exceptuando a él, Jack.

Poco interesado en lo que estaba por suceder agarró el vaso de whisky que recién le entregaba el del bar, lo siguió con su oscura mirada - no cubierta por sus típicas gafas de sol - como se retiraba dispuesto a atender a otra gente.

'Put It on Me' de Matt Maeson hizo presencia en la emocionada sala, creando aún más bulla de la que ya se escuchaba, cierta molestia comenzó a invadir el cuerpo de Conway. Había ido a descansar y beberse unos tragos. Pero no. Tenía que soportar los irritantes gritos de la gente.

Sólo en un lado las luces se intensificaron, justo en la tarima más grande y la que centraba el lugar. Jack, cansado de tanto alboroto, se volteó un poco sobre la silla, mirando con desinterés las cortinas que iban a dejar ver aquello que tanto la gente parecía querer.

Ahí lo vio.

Un chico rubio, de contextura delgada y piel un poco pálida, con brillantina en su rostro y cuerpo, vestido con un pequeño crop top negro con detalles blancos y dorados, que con solo levantar un poco los brazos dejaría ver sus pezones; también llevaba una falda que le iba hasta la mitad de los muslos, su color era igual que el de la prenda que le cubría el pecho, solo que no llevaba ni un solo detalle; más abajo tenía unas medias oscuras que le iban hasta las rodillas. Caminaba sensualmente por toda la longitud de la tarima, moviendo sus manos por encima de la falda, elevando la prenda con suavidad, pero sin llegar a mostrar nada.

Su esbelta figura pudo más con Conway, perdiéndolo entre sus lindas caderas y sus brazos tatuados, aquellos que ahora sostenían uno de los tubos, rodeándolo con el antebrazo y agarrándolo con la mano, deslizándose de manera lenta y perfecta que nunca antes pensó ver en un chico.

Era el sinónimo de perfección.

Sus lindas hebras doradas se movían al compás de su cuerpo, siguiendo la lenta música que resonaba por el bullicioso lugar. Parecía no mirar a nadie, teniendo sus ojos - cuyo color aún no alcanzaba a identificar debido a la lejanía - perdidos en algún punto del bar. Jack le seguía con la mirada, observando atento cada pequeño y sensual movimiento que hacía mientras bebía muy lentamente de su whisky al estar tan hipnotizado por ese rubio.

Semana Norteña || IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora