Capítulo IV

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Una brisa suave y gélida recorrió la habitacion en la que las ventanas abiertas permiten entrar el frío húmedo de la anterior noche. Como un nuevo día, el cielo comenzaba a aclarar y los tenues rayos de sol penetraban las pesadas nubes, deslumbrando por un momento a Mu Qing, quien, tras una breve interrupcion para tomar un sorbo a su café y estirarse, se endereza en la silla, encendiendo otro cigarrillo.
Lo sostuvo un momento entre los dedos mientras su mirada descansa en la pantalla de la computadora.
Si alguien lo viera, diría que estaba realmente inmerso en la historia, tanto que parecía ausente de su realidad.
Pero, el asunto no podía ser más diferente.

Al desocupar su mente por un segundo, está se veía nuevamente atacada por el penoso suceso de ayer en la noche.
Se dijo que lo olvidaría porque de nada servía recordarlo, pero ahí estaba, por décima vez en la mañana, Mu Qing intentaba descubrir cómo era posible que se hubiese quedado tan profundamente dormido en presencia de una persona a la que acababa de conocer.
Él, una persona sumamente cautelosa, actuando de manera tan descuidada.

Eso sin mencionar que estaba tratando con alguien de su trabajo ¡Si él le llegará a contar a alguien que se había quedado dormido como un anciano, nadie lo tomaría en serio!
Pensarían que es solo un mocoso irreverente.

Su cuerpo se relaja contra el respaldo y sus dedos se mantenienen suspendidos sobre las teclas, sin siquiera haberlas rozado cuando, entre sus reflexiones escucha lejanamente el llamado a la puerta.

Mu Qing tardó uno, dos, tal vez tres o cuatro segundos en disipar las ideas que inundan su mente.

Se levanta, ligeramente irritado por la (muy oportuna) interrupción.
No había ordenado nada, y definitivamente no esperaba a nadie y mientas más pensaba en la inesperada visita, su humor más complicado se volvía, debatiendose entre el alivio y el enojo.
Finalmente, aunque aliviado por tener un segundo en qué pensar que no sea lo vergonzoso de quedarse dormido, su semblante cobró una frialdad absoluta.
Al menos, eso pasó hasta que abrió la puerta y vio a sus hermanos ahí, parados y con una expresión de disculpa anticipada, no pudo más que relajar su expresión y recargarse en el marco de la puerta.

- Oh vaya — Dijo sin mucho entusiasmo — Los vi apenas ayer y... Aquí están.

- ¡Ah! Mu Qing, ayer te fuiste de repente. — exclamó Wei WuXian rascándose la mejilla, luego puso una expresión dolida y continuó con exagerado dramatismo — ¡Jiang Cheng no para de decir que fue mi culpa!

- ¡Fue obviamente tu culpa!

Replicó Jiang Cheng, provocando que el castaño lo mirara. Se encogió de hombros y agregó con malicia.

- Quieres que asuma toda la culpa, pero fuiste tú quien puso esa aterradora expresión y le recriminó no haber firmado el contrato.

- Yo no hice tal cosa.

- Vamos Jiang Cheng, todos sabemos que careces de tacto para comunicarte con otras personas.

- ¡Tú...! —rugió indignado — Maldito...

Después de no haber dormido en toda la noche, la paciencia de Mu Qing se encontraba en su límite más bajo y sentía que la cabeza podría estallarle si continuaba escuchando la absurda discusión que mantenían ahí en medio del pasillo.
Rodó los ojos llevándose una mano a la frente con impaciencia.

- Basta ustedes dos.— Tomó un respiro, conteniendo su evidente molestia y luego agregó — No hagan un alboroto en el pasillo y entren de una vez.

Mu Qing se apartó de la puerta dejando que ambos omegas entraran. Cuando estuvieron en la sala, el peliblanco suspiró y se masajeó las sienes. Cerró la puerta y el chasquido del seguro sonó tras él.

Writing ScarsWhere stories live. Discover now