°•Capítulo 6•°

9.7K 1.1K 327
                                    

-Kiwa-

Me miraba al espejo y cada día era diferente para mí. Mi cabello negro me llegaba hasta los codos y mis ojos entre azules y verdes estaban opacados; me preguntaba quién tenía los ojos así de mi familia. Tenía ojeras bajo mis grandes ojos y unas extrañas marcas en los pómulos y también en mi frente; era como un lunar. Miré el único aro en mi lóbulo derecho y cómo los ojos de la calavera eran de un intenso rojo, al parecer no era mi imaginación.

Me puse la chaqueta y salí de mi habitación a la vez que me encontraba con Nanami.

—Oh, Nanami-kun, buenos días.

—Buenos días, Kiwa, ¿vas a una misión?

—Sí —relaje mis hombros—, es mi primera misión y estoy algo nerviosa. Gojo me va a acompañar.

—Ya veo, suerte con ello. —posó su mano en mi hombro para darme algo de apoyo—. Regresa con vida.

—Claro, muchas gracias.

Apreté mis labios y cada vez que daba un paso me sentía más nerviosa. ¿Tan difícil era todo esto? Sabía que mucha gente moría a manos de las maldiciones, pero esas palabras de Nanami me pusieron en alerta. Era mi primera misión, y las posibilidades de salir con vida de eso, eran muy bajas.

Más cuando yo apenas estabas entendiendo este mundo.

[...]

Miraba con atención la espalda de Gojo, él iba varios metros adelante de mí, como si no quisiera estar cerca mío, y la verdad es que lo agradecía. Tampoco deseaba estar cerca de alguien que te denigra por no cumplir con su estándar de fortaleza. Llevaba mis manos entrelazadas en mi espalda, sosteniendo un arma maldita que Yaga me facilitó, entendiendo quizás que no iba a lograr nada con mi poder mágico y la única solución era llevar un arma encantada con tal energía.

El lugar al que íbamos, era una gran empresa, se podía ver desde mi ubicación y tenía grandes pisos. Según me contaba un asistente, habían sido evacuadas todas las personas para que pudiéramos trabajar con más facilidad. Veía la energía salir por ese edificio y me causó un escalofrío: era demasiada. Me detuve cuando choque con la espalda de Gojo y me alejé unos cuantos centímetros para acariciar mi frente.

—Llegamos. No hagas una estupidez.

—¿Disculpa? El que no debería hacer una estupidez, eres tú. Es mí misión, por lo tanto, no interrumpas.

Él me miró mal y se cruzó de brazos.

—Al menos soy fuerte y si estás en peligro, no te salvaré.

—Bien, porque no te estoy pidiendo que lo hagas, imbécil.

—Señorita...

—¡¿Ah?! —se agachó a mi altura y puso su dedo índice en mi pecho, en un tonto intento de intimidarme—. ¡Soy tú verdugo, por lo que puedo acabar contigo aquí y ahora!

—¡Pues inténtalo si puedes, baka!

—¡S-señorita! —miré a la asistente quien estaba temblando, quizás por nuestras actitudes tan infantiles ante una situación tan preocupante y peligrosa como esta.

Hice una reverencia, había aprendido a realizarlas de manera correcta gracias a las correcciones de Nanami.

—Disculpa, no se va a volver a repetir.

—B-bien, no pasa nada. Pueden entrar, el velo se va activar apenas entren.

Asentí y caminé hacia la entrada de la empresa. Sabía para qué funcionaba el velo, así que me ahorraba ser ignorante en estos casos. Dentro, la empresa no parecía empresa, era un lugar como si fuese el interior de un volcán, cosa que me alertó y me hizo caminar con cuidado de no pisar el magma o alguna roca que estuviera en mala posición. Gojo a mi lado iba con las manos en los bolsillos y de vez en cuando rascaba su nuca.

—¿Acaso tienes piojos?

—¡¿Eh?! Me baño todos los días, para tu información. ¿No serás tú la que tiene piojos y te comen la inteligencia?

—¡Claro que no! Está claro que tuviste cuando eres niño porque eres muy imbécil. ¿O acaso tenían dosis de arrogancia y orgullo?

—¡Qué pesada!

—¡Ajá, y tú también lo eres!

Íbamos a comenzar una pelea, pero me quedé quieta cuando sentí una gran presencia tras de mí. No podía parpadear, sólo me limité a mirar los ojos de Gojo y cómo estos brillaban, al parecer ambos estábamos inmovilizados del miedo. Sentí una gota de sudor caer por mi rostro, el temor de moverme y pensar que iba a morir me causaba una sensación de pánico. Maldición...

—¡Kiwa, a un lado!

Reaccioné ante el grito de Gojo, así que rodé a un lado y me puse de pie enseguida mientras me ponía en posición de batalla y observaba como esa maldición, esa grotesca y peluda maldición botaba de su boca una gran cantidad de lava. Mis ojos se abrieron en demasía, si no hubiera escuchado el grito del albino, esa cosa me hubiera calcinado enseguida. Detuve el movimiento de mis manos ante el nerviosismo y afirmé con fuerza el arma maldita. No me podía permitir morir aquí, no cuando tenía un propósito por el cuál vivir y cambiar mi destino.

El ambiente aquí no ayudaba mucho, hacía mucho calor y sentía que en cualquier momento iba a quedar sin aire por la sofocación. Gojo estaba en las mismas, pues aunque hubiera escuchado que era un chico fuerte por su técnica, recién iba en segundo y le faltaba mucho para pulir sus técnicas. Además él no podía intervenir mucho, pues esta es mi misión y la que van a calificar es a mí.

Cerré los ojos y los volví a abrir, asustada viendo cómo esa maldición había llegado a mí en un segundo a otro. Di un salto para atrás, pero la maldición me siguió, así que deduje que escapar no iba a servir para nada más que agotar mis energías, y no podía hacer eso cuando el calor ya era un gran factor del cansancio físico y mental. Moví el arma entre mis manos y me lancé hacia él, mientras ejercía fuerza y enterraba la punta en su pecho.

La maldición emitió un quejido, pero no le hice daño, y me sorprendí más cuando tomó el arma entre sus manos y me lanzó por los aires, provocando que mi cuerpo diera contra la muralla. Caí de trasero al suelo, mientras veía con poca claridad a Gojo, quien estaba peleando contra la maldición.

—Demonios...

Miré la sombra que se formó cuando levanté mis manos y entonces recordé todos esos momentos en el orfanato que jugaba con las sombras y hacía shows hacia mis amigas. Me puse de pie y escupí la sangre que me estaba molestando en mi boca, formé con mis manos la sombra de un águila y cuando escuché el típico sonido que emiten cuando van a aterrizar, sonreí orgullosa.

—¡Kiwa! —miré a Gojo, quien parecía confundido ante mi técnica—. ¿Qué...? ¡Da igual, ven aquí y pelea!

Tomé el arma maldita entre mis manos y corrí, corrí sintiendo esa impotencia, esa rabia, ese sentimiento de enojo y tristeza de sólo pensar a cuánta gente había matado esta maldición antes de que nosotros llegáramos. Un grito salió de mis labios cuando sentí la mano de la maldición hecha de lava cruzar mi estómago, pero me dio igual, porque mi arma maldita había llegado a su núcleo y aquella águila que invoque había ayudado, provocando que explotara en lava, cayendo en mi cuerpo, pero no me importó.

Había matado a una maldición, y la muerte había llegado a mí.

Kiwa || Gojo SatoruWhere stories live. Discover now