Capítulo 29: Despertar

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Sakura

No importaba si abría los ojos, la oscuridad era la misma. Intenté gritar, pero mi voz se estancada en mi garganta. Traté de moverme, pero no sabía a donde ir ¿En dónde demonios estaba? Una fría ventisca recorrió mi espalda y el lloriqueo de una niña detuvo mi respiración. Me volteé para ver el espectro de una chiquilla de cabello rosa que lloraba desconsoladamente. Me acerqué a ella, pero alguien apareció primero:

— Anda, Sakura ¡Vámonos! — Exclamó una pequeña de cabello rubio jalando a la primera con una sonrisa. Ino...

— ¡Yo te protegeré con mi vida, Sakura! — Escuché a una tercera voz tras de mí decir. Al devolverme, un joven Rock Lee me sonreía, mientras me enseñaba el pulgar.

— Ya, ya. Déjala en paz, cejotas. — Respondió un sonriente Naruto de sudadera naranja. La misma que usaba cuando estábamos en la Academia.

— Tienes que ayudarme, Naruto. — Le supliqué, entre tanto, me acercaba a él. Sin embargo, no parecía oírme. Intenté tocarle, pero mi mano atravesaba la ilusión.

— ¿Mamá? — Oí a alguien más y no tuve que dudar. Mi visión se trasladó a una inocente Sarada, que me miraba con extrañeza. — Escuché que papá vendrá hoy a casa... — Sentí que mi corazón se detuvo.

— Sakura. — Esa voz...

Sasuke me miraba con intensidad y me acerqué a él sintiendo lágrimas arrejuntarse en mis ojos. Alcé mi mano e intenté acariciar su rostro, pero era inútil. Él no podía verme, ni yo sentirlo. Éramos sólo el fantasma de un amor prohibido. A la lejanía me pareció escuchar gritos, pero no pude reconocer de quienes eran.

— Dile a ese viejo que, sin importar las circunstancias, voy a protegerte. — Continuó Sasuke. — No me importa si es en el fin del mundo o en las puertas del infierno, voy a buscarte.

Oh, es verdad. Aquel hombre... Satoshi.

El mismo anciano que fue a buscarme a la Aldea para que ayudara a su nieto Yuri, que viviría eternamente y robaba el Chakra de las personas, que me había mentido y quitado mis recuerdos. Ese Satoshi. Un ardor se propagó por toda mi cabeza y miles de imágenes se apoderaron de mis pensamientos. Di trompicones hacia atrás y caí al suelo con mis manos tapando mis oídos.

Todo había pasado demasiado rápido. Esa noche salimos de la Aldea y no tarde demasiado en descubrir quién era el viejo realmente. Atravesamos el Bosque, la Cascada y, entonces, hallé el sello que había en el Laberinto. Intenté huir y, de repente, mi mundo se sumió en silencio.

El dolor se volvió insoportable y mis quejidos quemaban mis pulmones, pero resistí. No iba a huir de mi pasado.

Nunca más.

Es cierto. Sasuke había venido. Estaba herido ¿Algo le había pasado? Yo le pedí que se marchara, pero aún así se quedó. Él me habló sobre Sarada y... nosotros. Su mirada de dolor... ¡Agh!

— No es necesario que sufras, mi niña. — Alcé la mirada y ahí estaba Satoshi ofreciéndome su mano. Sentí la ira propagarse por mi pecho y formé un puño mientras liberaba la respiración que no sabía había estado conteniendo.

— No... — Me puse de pie embriagada de poder. — Yo luchare por ellos...

— ¿Por quienes...?

— Por mis recuerdos.

Escuché un crujido y, de pronto, la luz entró. El ataúd que antes había me había contenido ahora se encontraba roto, y Sasuke y Satoshi me miraban sorprendidos. En el lugar caían escombros por doquier y la agitación de Sasuke me indicó que los términos amistosos habían acabado.

Bajé la mirada a uno de los trozos de cristal y en mi reflejo pude ver que el sello Fuerza de un Centenar se había liberado en mi frente. Sonreí. Acumulé Chakra en mi mano y golpeé el suelo justo en el lugar donde iniciaba la red de energía de la caja. El golpe provocó una ola de energía que aturdió a Satoshi y apenas le dio tiempo a Sasuke de cubrirse. Miré a mi esposo:

— ¿Estás bien, Sasuke?

— ¿Sakura? Es...de verdad eres tú... — Dijo con la voz entrecortada mientras se acercaba a mí como si no pudiera creerlo. Escozor picó en mis ojos. Decir que lo extrañaba sería poco, yo sentía que había recuperado una parte de mí.

— Lamento haber tardado tanto. — Susurré cuando él ya estaba frente a mí. Sasuke colocó su mano en mi nuca y junto nuestras frentes. Nuestras miradas se encontraron y no pude reconocer que había detrás de la suya. Tristeza, felicidad... — ¿... Sasu? — Sasuke me besó como si no me quisiera dejar ir. Como si hubiera renunciado a los arrepentimientos.

— ¿Cómo me encontraste? — Musitó tras un momento recuperando el aliento. Alcé los hombros brevemente.

— No me importa si es en el fin del mundo o en las puertas del infierno... voy a buscarte. — Y entonces lo besé de nuevo. Habíamos vuelto a casa.

El estruendo de rocas cayendo sobre nosotros apenas nos dio tiempo para esquivarlas. Y un frustrado Satoshi se levantaba del suelo más enojado que nunca. De su brillante capa ahora no quedaban más que retazos esparcidos en el suelo, y no había rastros de su paternalista sonrisa.

— Tú no deberías haber salido. — Se quejó con lentitud. — Tú deberías estar...

— ¿Muerta?

— Perdida. — Apreté los labios.

— En realidad, creo que debo agradecerle. Sin usted nunca hubiera recuperado mis recuerdos, me llevó al único lugar donde posiblemente podría encontrarlos. El sello en mi frente hizo lo demás.

— Yo sólo quería protegerte.

— Usted sólo tenía miedo ¿Qué creía que iba a obtener de todo esto? ¡¿Redención?! ¡Mire a todas estas personas! ¿Cree que es justo para ellas? Sí, las personas pueden lastimar y mentir, pero también amar y hacer el bien ¡Detenga esta locura, señor Satoshi! La muerte de su pueblo y su hija no fueron culpa suya...

— ¡A callar! ¿Qué podría saber una niña como tú? E intentado ser paciente, pero ya se acabó. Eres justo como ella, obstinada a morir ¿Quieres escoger el camino del sufrimiento? ¡Bien! Entonces te mostraré hasta donde puede llevarte.

Satoshi hizo un gesto con las manos y, de repente, las cajas de cristal se abrieron. De cada uno de los contenedores salió una persona dispuesta a atacarnos. Sus ojos expedían un resplandor verde y parecían atraparlos en una pesadilla. Di un par de pasos hacía atrás hasta que mi espalda se tocó con la de Sasuke, quien también estaba en una posición defensiva.

— No podemos lastimar a estas personas, Sasuke. — Anuncié mientras las veía acercarse. — Son inocentes que también cayeron en la trampa de Satoshi.

— No tenemos muchas alternativas tampoco. — Protestó él. — Quizás si alcanzamos el sello de aquella pared, podamos detenerlo. — Sacudí la cabeza. Este era el secreto que con tanto esmero Satoshi había intentado proteger.

— Ese sello sólo puede liberarse si se quita al mismo tiempo que los otros tres.

— El Bosque, La Cascada y el Laberinto... — Asentí.

— Sin ello...

— Estamos atrapados.

Súbitamente, se escuchó un estrépito y mi mirada se desvió a Satoshi, quien acababa de ser golpeado en la barbilla. Sacudí mi cabeza confundida y pude ver a una familiar figura saliendo de la tierra debajo del anciano con una victoriosa sonrisa.

— ¿Pero qué...? ¿¡Naruto!?

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora