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Introducción

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¿Qué significa ser normal? ¿Qué es realmente el amor? ¿Hay distintos tipos de amor? ¿Qué es la felicidad?

Eliseo solía hacerse esas preguntas muy a menudo, pero nunca conseguía una respuesta. Muchas veces quiso que su vida cambiara mágicamente y ser un chico "normal", pero él no encajaba en el concepto que tenían su padre y su abuelo, lo supo la primera vez que se fijó en alguien por primera vez, con tan solo catorce primaveras vividas.

Aquel muchacho de pestañas tupidas y ojos pardos se robó su corazón, pero el cuento no terminó con un final feliz. Eliseo solía creer que podía mostrarle sus sentimientos a todo el mundo, y así mismo fue como vivió su primera decepción amorosa. No tardó mucho en entender que ese concepto que él consideraba erróneo no lo tenía solo su familia. Había muchas personas que opinaban que ser "normal" era seguir los estándares que la sociedad imponía al pie de la letra.

Por fortuna, nadie de su familia se enteró de aquel pequeño incidente. Todos pensaron que el puñetazo en la cara fue el resultado de una pelea entre adolescentes, y lo dejaron pasar sin hacer demasiadas preguntas. Pero Eliseo sabía que probablemente esa no sería la única vez que recibiera un golpe por mostrar sus sentimientos, así que, cansado de las presiones de su familia, decidió intentar ser lo que todo el mundo llamaba "normal", pero no tardó mucho en darse cuenta de que era mucho más difícil de lo que esperaba. No encontraba atractivo alguno en las chicas de su colegio, pero se le aceleraba el corazón cada vez que veía al capitán del equipo de fútbol corriendo detrás de la pelota, con esos shorts deportivos que le marcaban la figura, y dejaban mucho a la imaginación. Eliseo acababa perdido en un divague interminable mientras veía a su amor platónico revolcándose en el pasto, o festejando algún gol con sus compañeros de equipo. Sin embargo, él sabía que jamás podría decirle lo que sentía por él. Aquello no era más que una fantasía que moriría en algún momento, o por lo menos esperaba que así fuera.

Sin embargo, por más que lo intentara no lo podía evitar. No podía ser como los demás, ni siquiera era capaz de fingir.

Aquella tarde de verano, bajó a la playa con su libreta de dibujo y el carboncillo gastado que siempre llevaba a todas partes. Se había vuelto un gran dibujante, y sus dibujos eran una forma de expresar lo que no podía mediante palabras.

Se sentó en la arena entibiada por el sol, y comenzó a bocetear el paisaje frente a él. Entonces, a sus espaldas escuchó la voz de varios chicos, y cuando se giró para ver de quién se trataba, su corazón se aceleró en cuanto lo vio. El capitán del equipo de fútbol estaba allí con sus compañeros, tan absortos en su conversación que ni siquiera notaron su presencia. Eliseo se levantó deprisa para ocultarse detrás de una roca gigante. Los chicos continuaron conversando y aprovechando que aquel sitio era poco concurrido, comenzaron a desnudarse. Esa fue la primera vez que sus fantasías cobraron vida. La imagen de aquellos cuerpos atléticos, bañados por los matices naranjas del atardecer, despertaron en él mucho más que simple curiosidad.

Cuando regresó a su casa, la imagen de los chicos era todo lo que tenía en la cabeza. En la privacidad de su habitación se atrevió a dibujar por primera vez la anatomía masculina. Dibujó al capitán del equipo una y otra vez: jugando en el agua, tumbado en la arena, secándose el cuerpo con su camiseta. Aquel chico se había convertido en su obsesión, y pronto su libreta estaba llena de bocetos sugerentes que tuvo que ocultar de su familia para no ser fuertemente cuestionado.

Así fue como cada jueves, a las seis de la tarde, bajaba a la playa y se ocultaba detrás de la roca a esperarlos. Sabía que siempre iban después de un partido, porque llevaban puestos los uniformes del equipo de fútbol del colegio. Los observaba desde su escondite hasta que el sol bajaba y ellos se marchaban, y luego, cuando llegaba a su casa, dejaba que su memoria trazara la figura del capitán.

Una tarde, algo cambió en la rutina. Como todos los jueves, Eliseo bajó con su libreta bajo el brazo y se sentó detrás de la roca para esperarlos, pero los chicos nunca llegaron. Se quedó esperándolos hasta que el sol se ocultó en el horizonte, y cuando estaba a punto de regresar a su casa, vio la silueta de un chico bajando a la playa. Eliseo lo reconoció de inmediato en cuanto la luz de la luna iluminó su rostro: era el capitán del equipo, y estaba solo. Como de costumbre, su presencia no fue detectada por el chico, que comenzó a quitarse la ropa. Miró atontado cómo las prendas iban cayendo una a una sobre la arena, y luego, la silueta del muchacho se perdió bajo el agua. En ese momento, Eliseo deseó convertirse en el mar para ser capaz, al menos una sola vez, de tocar aquel cuerpo que lo traía enloquecido y hormonal. Tan distraído estaba, que no se percató de que el motivo de sus desvelos ya estaba saliendo del agua, y él, ensimismado y hundido en sus pensamientos, había salido de su escondite para poder verlo mejor.

—Oye, ¿qué estás haciendo? ¿Me estabas espiando?

Eliseo pegó un salto cuando aquella voz grave se escuchó en medio del silencio. Dejó caer su libreta y todos los bocetos quedaron a la vista del chico, que mantenía una expresión incrédula en el rostro.

—¿Qué demonios...? —Se inclinó para tomar la libreta, y cuando Eliseo la vio en sus manos, entró en pánico.

—¡Dámela, es mía! —exclamó.

Antes de que el chico pudiese responder, Eliseo se la arrebató de las manos y salió corriendo de allí, con la vergüenza ardiendo en sus mejillas. No sabía qué reacción esperar, pero hubiese preferido que el chico le diera un puñetazo antes de ver esa expresión, la misma que le dedicó su primer amor, y que dolió más que cualquier golpe.

 No sabía qué reacción esperar, pero hubiese preferido que el chico le diera un puñetazo antes de ver esa expresión, la misma que le dedicó su primer amor, y que dolió más que cualquier golpe

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