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Eva

De las paredes había comenzado a brotar sangre, chorros recorrían las paredes empezando a dejar charcos de sangre en el suelo, los espejos estallaron y la luz que provenía de las ventanas se apagó, dejando todo en un silencio sepulcral en el que solo se escuchaba como corría por el lugar la sangre. Mi vista estaba puesta en Esther y Franziska, comenzaba a pensar en mi próximo movimiento, deleitándome de sus caras de susto, temiéndome. Porque en menos de lo pensado me lanzaría hacia ellas para matarlas, solo podía pensar en quien entraría primero en un ataque de pánico, quién tendría el cuello más mojado por los nervios, quién gritaría más fuerte, que sabor tendría su sangre...


—¿Con quién de ustedes comenzaré? Quizás con la rubia mentirosa, Esthie... Que bonito apodo para una perra, es una pena que no puedas decir la razón por la que te dije eso, aunque alguien aquí se enterara —me dirijo hacia ella tomando un mechón de su cabello mientras ella lloraba del miedo– Franziska, querida amiga, creo conveniente el día de hoy comentarte sobre la verdadera Esther —mire por un instante a Franziska para luego dirigir la vista nuevamente a Esther, ahora posicionándome detrás de ella mientras acariciaba sus brazos– Mira que yo estoy totalmente a favor de que te acuestes con quien quieras y hagas de lo que quieras con tu vida sexual, ¿¡Pero los padres de tus amigas!? Cielos eso sí que es no tener códigos –La tome bruscamente del mentón para que mirara a Franziska la cual también se encontraba llorando— cuéntale, cuéntale de esas veces, de todas en las que llevabas a mi padre, o el de Franziska a la cama porque no tenías un puto autocontrol, de las llamadas por la noche, de los toqueteos a escondidas, cuéntale de como gemías sobre ellos, como te gustaba que te trataran como perra, cuéntale toda la verdad, es tu amiga, ¿NO? Para conseguir hombres mayores calientes y hacerlos venir en ti, para eso servíamos nosotras, ¿NO? –la mirada de furia y asco que tenía Franziska hacia Esther me satisfacía y mucho, quería continuar hundiéndola, que saboreara la vergüenza hasta morir, con su cara aún tomada de mi mano la dirigí hacia mí— Yo por lo menos respeto códigos, no como tú, por lo que voy a hacer esto un poco más ameno para ustedes, ¿O quizás no? –Solté una carcajada— sabrán ustedes si merecen morir ahora o morir después, es ahora donde llega su juicio final, y voy a comenzar por ti cariño


En menos de tres segundos tomé el cuello de Esther y con todas las fuerzas que pude partí su cuello en dos cuando di vuelta su cabeza. La sangre caía por su nariz y boca, la había matado de un santiamén y en ese preciso momento me sentí más viva que nunca, me gire con ganas de más, pero pensé que su espera sería aún más placentera de ver que matarlos a todos ahora, por lo que solo me acerque a Franziska la cual estaba pegada contra la pared más alejada de nosotras echa un ovillo en el suelo, me agache a su altura y tome su cabello obligándola a mirarme. Le dedique una sonrisa y hable.


Por ahora estas a salvo, disfruta de tu libertad mientras puedas...


Y todo volvió a la normalidad, podía recordar la cara de susto de Fran, mi voz diciendo todo eso, el sonido del cuello rompiéndose de Esther. Me dejé caer en el suelo, miré el techo y otra vez no había restos de sangre, seguí buscando aunque sea una mínima pista sobre lo que había pasado era verdad, y no fue difícil descubrirlo, porque estaba el cuerpo de Esther tirado en el medio del baño. Intente alejarme de él, de los macabros recuerdos que me estaban atormentando, pero inesperadamente choqué con Fran, que estaba mirándome con los ojos rojos de llorar, unos ojos que llevaban incertidumbre, confusión y miedo.


—¡OH POR DIOS!— Reaccioné tirándome contra la pared tapando mi cabeza con los brazos sollozando

—¿Qué fue eso? ¡Dime que no fue real y solo fue uno de esos estúpidos sueños Eva, POR FAVOR!— me tomo de la cara sacudiéndome frenéticamente, estaba muy pálida

—ALÉJATE DE MÍ— comencé a gritar para alejarla, no podía seguir haciendo daño, no quería seguir haciendo daño


Primero había intentado asesinar a Rapha y ahora había matado a sangre fría a Esther. Mi cabeza no dejaba de pasar la escena en cámara lenta, mis pensamientos corrían y corrían recordándome cada mínimo detalle, no soportaba seguir pensando que maté a una persona, miré a mi alrededor, toda la sangre de las paredes y el piso estaba totalmente olvidado, no había ni un pequeño rastro, la luz entraba de forma normal por la ventana en pleno día, y los espejos estaban más nuevos que nunca. Por mi cabeza solo pasaba en cómo eso había pasado y en que yo no merecía estar viva, así que rápidamente rompí el espejo y tomando un pedazo de él intenté clavármelo en el pecho, pero una mano temblorosa lo impidió.


—No lo hagas, ambas sabemos que no eras tú— me miro directamente a los ojos, entre sus manos tomaba con fuerza el espejo roto para que yo no me lastimara, pero se estaba lastimando ella —No mereces morir y yo no podría culparte de ello, por más que haya sido tu imagen no eras tú, se notaba en tu voz, tu forma de mirarnos, sé que no quieres que esto pase— la fuerza que ponía en el espejo disminuyo y Fran pudo quitármelo con facilidad —Encontraremos una solución, te lo prometo— terminó entre sollozos tomándome por los brazos y abrazándome mientras ambas nos uníamos en lágrimas.





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MARÍA SANGRIENTA©️Where stories live. Discover now