🔞Grecabo - Sirenas🔞

5.6K 151 12
                                    

Gustabo, aquella hermosa criatura marina había cumplido fielmente a su palabra. Tal como le prometió a Greco Rodríguez, capitán del navío "Astra" hace un mes, le esperaría pacientemente en aquella escondida playa donde se vieron por primera vez. Cada noche se posaba sobre las suaves arenas blancas, confiando en que pronto vería a su capitán favorito llegar a tierra firme. Seguía dedicándole dulces melodías desde la distancia, esperanzado de que volvería a por él en cualquier momento, mientras jugueteaba con aquella hermosa brújula que el de barba le había regalado con tanto cariño.

Aquella noche Gustabo estaba especialmente nervioso, había visto llegar la embarcación de Greco hace unas horas, mientras estaba oculto entre las rocas. Su corazón estaba inquieto y acelerado, rebosaba en felicidad por haberle visto una vez más, aunque fuese desde la lejanía. El brillo de la luna se reflejaba majestuosamente en el artefacto de oro que pertenecía al de barba, así como en su elegante cola de sirena.

A lo lejos, le vio, caminando entre la oscuridad en su dirección. El corazón del ojiazul latía desbocado en anticipación, y una tímida sonrisa escapó de sus labios.

—Cumpliste, sí me esperaste...— espetó dulcemente Greco mientras se sentaba a su lado. Gustabo asintió, moviendo también su cola con parsimonia.

—Aunque confieso que extrañé acompañarte a lo lejos, como solía hacerlo, pero deseaba darte espacio y libertad— El de barbas posó su mano con ternura sobre la del Gustabo, dejando suaves caricias en ésta.

Verdaderamente le había extrañado también, a él y a sus melodías, pero por sobretodo valoraba esa confianza con la que le permitió seguir su viaje, sabiendo que le estaría esperando desinteresadamente.

En silencio, se observaban mutuamente, como si intentaran memorizar cada facción del contrario a fin de recordarle en detalle cuando no se tuvieran frente a frente. Sus respiraciones cálidas y pesadas comenzaban a mezclarse de forma lenta, casi imperceptiblemente. Greco estaba completamente perdido en los azules ojos de aquella criatura de hermosa figura, sentía una tormentosa calma en ellos que le recordaba al mar que tanto amaba, poseían la misma intensidad atrayente y peligrosidad que el salvaje océano. Por el contrario, Gustabo sentía la calma que le transmitían los ojos del de barba, aquella tranquilidad y seguridad que tanto anhelaba.

Sus narices chocaron, en silencio, llevando a aquel capitán a crear un suave roce entre ellas, a modo de caricia. Gustabo cerró sus ojos, disfrutando de los mimos que estaba recibiendo, suspiraba sonriendo, jamás había tenido ese tipo de contacto tan dulce e íntimo con nadie anteriormente. Sentía un extraño calor creciendo en su interior, quemaba de forma deliciosa. No sabía cómo actuar, puesto que entre los de su especie no tenían estas costumbres.

Con torpeza juntó sus labios a los del de barba, sorprendiéndole con aquella inesperada acción. Había visto cientos de veces a los humanos hacer eso, sin entender muy bien el fin de ese acto, simplemente pensaba que la gente que se agradaba hacía eso, y como aquel capitán le agradaba, no lo pensó mucho, siendo ya muy tarde para arrepentirse. La sensación le gustó, Greco movía sedosamente sus labios sobre los de él, quien intentaba con inhabilidad seguirle. El chasquido de sus labios jugueteando le embriagaba deliciosamente, haciendo que involuntarios sonidos de agrado escaparan de su garganta.

Dichos sonidos aumentaron una vez percibió las manos de aquel capitán recorrer con delicadeza y cautela por sobre su tersa piel, los dedos de Greco le enviaban corrientes de una exquisita sensación al tocar cada centímetro de su silueta. Arqueó su espalda cuando esas yemas le acariciaron a lo largo de su espalda, obligándole a separarse de aquel beso para tirar su cabeza hacia atrás soltando un desesperado jadeo. No entendía qué estaba pasando, pero su mente se nublaba, exigiendo más y más de aquel gustoso contacto físico.

Volvió a buscar esos labios que estaban llevando al éxtasis, los necesitaba como si de la cura a todos sus males se tratase. Intentando vergonzosamente imitar lo que había observado en los humanos, llevó su mano hasta la erección del de barba sin dejar de besarle, haciendo que éste rompiera el beso por la sorpresa.

—¿Ustedes...?— no sabía cómo formular aquella pregunta, pero fue comprendido por Gustabo, quien intentó explicarse con su respiración aún irregularizada.

—N-no, nosotros no somos seres sexuales en absoluto— dijo con suavidad, sus ojos brillaban y sus mejillas estaban rosadas a estas alturas. —No podemos sentir nada de ese estilo ni tenemos los deseos con los que ustedes cargan—

Greco comenzó a balbucear inquieto, sin saber qué hacer, sentía que le estaba incomodando con ese íntimo acercamiento, pero fue tranquilizado por aquella criatura marina que le sonreía juguetonamente. —Pero no se preocupe, que algo sé, y me gustaría intentarlo si usted me lo permite— susurró tímidamente. —Y me gusta lo que siento aquí dentro cuando su boca está sobre mí— dijo apuntando a su pecho y estómago con el rostro enrojecido de profunda vergüenza y nerviosismo.

El de barba tragó con dificultad, asintiendo y acortando lentamente la distancia entre ellos dos. Atrapó con delicadeza los labios de Gustabo, volviendo a acariciarle de forma tenue e imperturbable. Saboreó aquellos dulces labios, delinéandolos con su propia lengua y abriéndose paso con ella. Profundizaron el beso, ese cálido tacto que acallaba sus jadeos de deleite y disfrute. El romper de las olas llenaba el ambiente y las constelaciones sobre sus cabezas les acompañaban con su tenue luz.

La tímida mano de Gustabo volvió al miembro de Greco, acariciándolo por sobre la tela de sus pantalones. Graves gruñidos eran soltados por el castaño ante aquella deliciosa sensación. Torpemente el ojiazul intentó deshacerse de la tela que le cubría, siendo ayudado por el de barba. Sentían sus corazones querer salir del pecho, estaban inquietos y confundidos con la situación, pero no eran capaces de detenerse, muy por el contrario, se buscaban con mayor ímpetu.

—E-espera— espetó Greco con un último gramo de entereza y conciencia, —N-nos podrían ver, creo que sería mejor que no...— fue interrumpido por el rubio, quien con una peligrosa sonrisa tomó su mano y susurró en su oído —Quítate eso, te espero en el agua, tras esa roca, allí nadie nos verá— una vez dicho eso volvió ágilmente al agua perdiéndose en ella. Aquel capitán quedó petrificado, no se esperaba aquello. Con su corazón galopante se despojó nerviosamente de cada prenda, posándolas con cuidado sobre la arena, y entrando en las cálidas aguas de verano que le acunaron con un suave y continuo toque.

Avanzó hasta verle tras el roquerío, buscándose una vez más entre salvajes besos cargados de jadeos y gruñidos. Sus manos viajaban sobre la piel del otro apretando todo a su paso. Los labios de Greco atraparon el blanco cuello del rubio, deleitándose en los dulces sonidos que emitía mientras sus manos se enredaban en su castaño cabello tirando de él con desesperación. El de barba lamía y succionaba ese trozo de carne bajo su mandíbula con expertiz y seguridad, sintiendo cómo el menor se deshacía con su deliciosa y húmeda fricción.

Las manos de Gustabo bajaron con desesperante lentitud hasta envolver el grueso miembro del capitán Rodríguez, ejerciendo una rica presión sobre éste. Comenzó un fuerte vaivén con su mano, acelerando encantado de sentir cómo el contrario intentaba acallar sus propios gemidos sobre su cuello, enterrándose en él entre más besos y lamidas. No detuvo sus movimientos, quería verle derretirse de placer bajo su inexperto toque y lo estaba consiguiendo. Gustabo buscó sus labios para tirar de ellos entre sus dientes y llevarle al límite. Le miró directo a sus ojos, Greco llegó incluso a temer de aquella oscura y maliciosa mirada, una encantadora risita salió de los labios del ojiazul. —¿Q-qué haces? — preguntó el castaño, viendo cómo el contrario se hundía en el agua, sin entender qué ocurría hasta que...

—Oh...— Un profundo gemido fue soltado por Greco al sentir los sedosos labios del rubio atrapar su erección bajo el agua, oculto en la turbulenta masa acuosa. Sintió aquella suave lengua acariciar la gruesa punta de su miembro, con su rosado músculo recorría todo el largo de éste, poniendo especial atención en el glande. El de barba llevó su mano hasta su propia boca, mordiendo sus dedos para silenciar sus gimoteos, estaba al borde de un abismo de placer, sintiendo que en cualquier momento caería a lo más hondo. Succiones por parte del ojiazul le hicieron tirar su cabeza hacia atrás jadeando con desesperación.
Notó que con su mano masturbaba la base de su erección, sumado a su cálida boca que chupaba exquisitamente sus puntos más sensibles. Ya no podía acallar sus gemidos roncos, con agilidad la lengua de Gustabo trazó círculos en todo el tronco de su pene subiendo con rapidez. Greco llevó una mano hasta el cabello del contrario bajo el agua y con la otra se aferraba a la roca detrás suya, sentía flaquear sus fuerzas, su orgasmo vendría prontamente con gran potencia, todo en su mente se esfumó, sólo sentía esa sedosa y caliente boca jugar ahí abajo enviándole enormes oleadas de placer. Los dedos de sus pies se tensaron en anticipación, soltando un gruñido. Intentó alejarle con su mano, pero con insistencia Gustabo permaneció succionando y lamiendo gustoso, hasta que en un ronco gimoteo pronunciado por el de barba, sintió aquel suave fluido ser derramado en el interior de su boca, degustándolo encantado sin estar muy seguro de qué era aquello.

Greco aun regularizando su respiración, vio como el rubio elevaba la mitad superior de su cuerpo por sobre el agua, quedando a su altura, y muy lejos a lo normal, éste le abrazó tiernamente, enterrando con suavidad su mojado rostro en el cuello del de barba. —¿Estuvo bien? — preguntó con inseguridad, mirándole a los ojos como si fuese un cachorro, y volviendo a ubicar su cabeza sobre el hombro de Greco. Éste rió encantado, asintiendo y dejando dulces caricias en su espalda —¿Crees que pueda recompensarte esto de alguna manera? — preguntó el castaño con sincera preocupación.

—Sigue haciendo eso, me gusta...se siente bien— susurró refiriéndose al cariñoso toque sobre su silueta. Soltaba encantadores suspiros, disfrutando de aquella fascinante tradición de darse mimos que siempre había visto en los humanos. Los minutos pasaban, en silencio, sin tener ninguno de los dos la intención de separarse del contrario, embriagados con la piel del otro y las caricias que se daban junto a ocasionales besos entre bobas sonrisas.

Así, cerraron el pacto de esperarse en la eternidad, anhelantes de volver a sentirse mutuamente una vez más. Gustabo acompañaba desde la lejanía la embarcación de Greco cada vez que su deber le exigía estar en alta mar, navegaban en secreta unión, buscándose a ratos con la mirada, entre fugaces sonrisas cómplices, esperando cada noche compartir su lugar seguro mediante los vívidos sueños a los que le transportaba aquella majestuosa criatura marina entre hermosas melodías. Fue así como se perdieron juntos en un correspondido sentimiento, se perdieron en sus sueños, se perdieron en su lugar secreto, lejos de sus miedos y heridas pasada...eras sólo ellos dos lejos de la soledad...

One Shots - SpainRP / InfamesRPWhere stories live. Discover now