CAPÍTULO 4. Gatito misterioso.

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Le buscaba con la mirada desde el ventanal enfrente de la pastelería, hacía una semana que no le veía y esperaba que aquel doncel siguiese esperándole, sin embargo solo el dueño se mantenía tras el mostrador y al parecer los pastelillos de coco no estaban en el acostumbrado diseño en desnivel de charolas, sino que en su lugar, estaban las habituales –y aburridas- charolas llenas de los mismos postres que habitaban desde antes de la llegada de Sungmin, supo entonces que algo no iba del todo normal, o quizás todo había regrresado a la normalidad.

—¿Señor? –murmuró mientras entraba al lugar, mirando al conocido dueño de dicha pastelería- ¿Se encuentra todo bien?

—Coronel, claro, todo bien, aunque las ventas han estado un poco flojas, quizás es porque estoy yo y no el joven doncel... Me pregunto si la popularidad de los últimos días es por él o por los pastelillos.

El hombre rió acariciando las esquinas de sus bigotes mientras mandaba a asentar educadamente al caballero coronel.

—A eso me refiero, me eh percatado casi accidentalmente que hoy no está su joven ayudante.

—¡Coronel! Haberlo dicho antes, ha estado fuera toda la mañana, quizás es cosa de donceles, no ha venido por aquí y aunque he sido avisado desde ayer, todavía me parece raro que no se dé una vuelta, desde luego no es su obligación pero le he sentido tan apegado a su trabajo que me sorprende.

—¿Ha pensado en buscarle? No me parece corrercto que un chico tan joven se pasee solo por las calles de la ciudad, además últimamente han aumentado los casos de vandalismo en la ciudad.

—Coronel, no lo diga si quiera, que le pase algo al joven me parece muy alarmante, aunque ya que lo menciona, aún no llega a su cuarto, sabvrá usted que Minnie se aloja en mi casa si es tan amigo sutyo.

—Sí claro, lo sabía... -mintió sin remordimiento- Entonces, si me lo permite, iré a buscarle a las calles más concurridas por donceles en la ciudad.

El jefe pastelero asintió y dejó ir al coronel no sin antes regalarle una magdalena para el viaje y otra por si lograba encontrar a Sungmin, sin embargo Kyuhyun se comió ambas tan pronto salió del local.

Entre las calles de Londres un joven doncel busca prendas de bajo costo con las cuales vestir, necesitaba seguir oculto, había leúido en ubna columna de chismes de la realeza que el Rey había llamado a una pequeña guardia en secreto para buscar a su hijo menor, aunque nada estaba confirmado hasta el momento, igualmente se le había visto a su hermana Isabel platicar muy de cerca con los jóvenes amigos del doncel.

Una pequeña tienda de cooperativa estaba en la esquina de la calle, exactamente a tres locales de una joyería de empeño y aunque en esta ocasión iba concentrado a solo comprar lo necesario, que sus 19 años de compras por la ciudad nunca se hubiese limitado no sirvieron de mucho para evitar pararse frente al vitrinal desde afuera, observó con detenimiento cada pequeña pieza, todas hechas a mano y en cada una se podía observar la dedicación, sonrió involuntariamente y continuó su camino cuidando de no mirar más allá de la tienda de ropa o seguramente acabaría en otro lado.

Tan pronto como entró, eligió los conjuntos de colores alegres que encontró, dentro del castillo podía vestir aquellos colores pero si se trataba de dar un paseo, no podía utilizar nada parecido y aunque no se encontraban dentro de sus colores más favorecedores no podía seguir sin probar uno de ellos, compró apenas tres y es que su sueldo apenas alcanzaba para dos de ellos.

Era la primera vez que negociaba con un vendedor y al salir con tres conjuntos la emoción era más grande que haber comprado todo lo que podía sin fijarse en el precio. Dentro de la misma cuadra existía una heladería en donde paro solo para pedir un cono, comería helado en cono y no en una fina copa de cristal antiguo. Se imaginaba lo mucho que enfurecería su familia si le viese.

—No sabía que una bola de anís pudiese plantar la misma mirada de asombro que un rubí.

Murmuraron a sus espaldas, conocía el timbre de voz. Estaba tan feliz que no quiso discutir y simplemente continuó con su camino, intentando ignorar las pisadas tras de él, dos calles más adelante, con el cono terminado y su paciencia a punto de hacerlo, se plantó de frente al coronel frunciendo el ceño como mil veces le habían repetido que no hiciese.

—¿Se puede saber porqué siempre me lo encuentro en mis mejores momentos? ¿Está acosándome, coronel?

—Pequeño doncel, ¿No será que tus mejores momentos llegan cuando estoy yo?

Altaneramente el coronel habló y sonrió con la poca gracia que le quedaba.

—Qué soberbia la que invade en estas calles.

Refunfuñó sin suavizar el enojo de sus ojos y continuó en dirección a la pastelería en que trabajaba, suspiró sintiendo el aliento cálido del mayor mientras abría la puerta directa a su habitación en casa del dueño.

—Oh, joven doncel, me temo que no puedo aceptar su invitación a pasar, ¿tiene idea del escándalo que sería si un joven sin compromiso estuviese solo con un hombre?

—¿Y quién lo ha invitado a pasar?

Chilló Min dejando caer las bolsas a sus costados; en un acto de caballerosidad el mayor intentó ayudar, escasa caballerosidad que duraría apenas unos segundos antes de tener nuevamente el cuerpo del doncel bajos sus manos mientras sus labios bailaban sobre los ajenos.

Un doncel nunca antes expuesto, chilló de sorpresa antes de probar poco más de lo que le era ofrecido. Quién iba a decir que aprendería más de sí mismo en un beso que viéndose frente al espejo. Suspiró tras el contacto mientras fuertes manos acariciaban su estrecha cintura a punto de cruzar el límite de sus caderas.

Y el coronel necesitó todo su autocontrol para no apretar por segunda vez las grandes caderas que se ocultaban en las holgadas faldas del doncel, le encantó saber que sus manos no lograban abarcar la extensión del trasero del menor quien gimió tan pronto le estrechó.

—¡Señor! -chilló agudo el doncel y gimió entre los labios que le intentaban apresar una vez más.

—Lo siento dulce doncel, esos ojitos castaños me imploraban en silencio un beso de estos labios.

Negó con las mejillas enrojecidas y cerró la puerta antes de responder o escuchar más de los pretextos absurdos del coronel.

Más tarde, mientras escribía en su pequeño diario de aventuras repasó con un suspiro las caricias sobre sus labios y los lindos ojos del mayor, estaba perdido -pensó- estaba descubriendo más del mundo de lo que había querido, pero no sabía si le gustaba o no.

EL DONCEL DEL CORONEL. 🧁 KyuMin.❤Where stories live. Discover now