ⁿᵘᵉᵛᵉ ꒰ᶠⁱⁿᵃˡ꒱

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Yeosang despertó en un sobresalto. Su corazón latía veloz por el reciente sueño que había experimentado.
Ese día era lunes, por lo que Seonghwa no se encontraba a su lado en la cama, puesto que partía hacia el trabajo a tempranas horas.

El pelinegro se sentó, juntó sus rodillas y escondió su cabeza entre sus brazos, apoyándola sobre sus piernas.
Últimamente tenía la misma pesadilla, cada vez más repetitiva: el mundo se daba cuenta de que no era del todo humano, y como consecuencia, era alejado del peligris.
A veces Kang desearía ser un chico normal, así podría salir con Park sin problemas. Quería una relación en la que el contrario pudiera contarle de él a las demás personas. Pensaba en el futuro. No creía que lo dejarían casarse con Seonghwa. Ni tener hijos o hijas. Ni siquiera sabía lo que él opinaba al respecto.
No quería vivir escondido.

Soltó un suspiro pesado.
Cada día al despertar y cada noche al dormir anhelaba lo mismo: ser humano, completo. Así podría pasar toda su vida junto al de hebras plateadas, sin preocupaciones.

Se levantó y dirigió al baño. Observó su reflejo en el espejo. Sus ojos con vista filosa le devolvían la mirada, recorriendo luego su rostro, parando en sus orejas.
Contempló su imagen por unos segundos, para después comenzar a lavarse los dientes.
Al abrir la boca, se sorprendió: sus colmillos estaban más pequeños.
Yeosang abrió sus ojos, acercándose al espejo. Definitivamente, eran menos afilados, y más chiquitos. Sin embargo, seguían siendo visibles.

No supo que pensar al respecto, pero estaba feliz: ahora al sonreír pasaría más desapercibido.

El atardecer había llegado, lo que significaba el regreso de Seonghwa.
Como siempre, Yeosang lo esperaba ansioso, para darle un abrazo reconfortante luego de un día de empleo.
Park cruzó la puerta, sonriendo al ver como el pelinegro lo rodeaba apenas entraba.

-Hola, Sangie.

-Bienvenido, Hwa.

El peligris dejó caerse en el sillón de la sala, exhausto.

-Solo tengo ganas de darme un baño, e ir a la cama -habló anhelado Seonghwa.

Yeosang se recostó y apoyó su cabeza en el regazo del contrario. Tomó la mano de éste y entrelazó sus dedos, acariciando y jugando con ellos.

-¿No quieres comer algo? -quiso saber el pelinegro, relajado por las caricias que le comenzaban a hacer en el cabello.

-No tengo hambre.

Kang disfrutaba del tacto con la mano de Seonghwa, la cual era un poco más grande que la suya. El de orejitas acariciaba la palma ajena, luego subía lentamente para entrelazar sus dedos, y los volvía a separar con delicadeza, rozando sus yemas con las del peligris.
Park adoraba cuando el contrario se entretenía con sus manos, como si todo consistiera en juntar y encajar sus dedos.

-¿Tienes hambre, Sangie?

-No, acabo de comer las sobras de hoy al mediodía, lo siento.

-Está bien. -soltó una risita y siguió dándole cariñitos al contrario.

Luego de unos segundos, Yeosang se enderezó y sentó sobre las piernas de Seonghwa. La expresión del primer nombrado era seria.

-Hwa... Si fuera humano, ¿Me querrías?

Park abrió sus ojos, no esperaba aquella pregunta. No supo que responder por un instante.

-P-pero Sangie, yo ya te quiero.

El de hebras oscuras bajó la mirada, titubeante.

-Sí... Lo sé, pero..., s-si fuera normal podríamos hacer cosas de... gente que se quiere normalmente.

i won't bite ;; seongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora