CAPÍTULO 1

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—Ya no son los tiempos de antes

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—Ya no son los tiempos de antes. —La señora se sacudía el calor con su abanico mientras se mecía en su silla habitual—. Cada vez hay más contaminación.

—Estamos evolucionando, señora Lee —dijo el muchacho mientras terminaba de atarse los tenis.

—¿Y qué culpa tiene la naturaleza de nuestra evolución?

La señora Lee era su vecina, la conocía de toda la vida y le gustaba pasar a platicar un rato con ella antes de llegar a la universidad. Porque le gustaba su compañía y porque le entristecía saber que la mujer estaba sola en espera de su retiro. Sabía que no le faltaba mucho, ya ni siquiera podía ir a la tienda de la esquina, se cansaba muy rápido. Tal vez, ella también lo sabía pero fingía que no.

Le dio un rápido beso en la mejilla como despedida y le prometió que volvería después de clases.

Saludó a las personas que veía por su camino, sonriendo alegremente y riendo por las miles de advertencias acerca de que se fijara bien por dónde caminaba, palabras que ignoraba todos los días y volvía a toparse con el mismo poste en mitad de la calle. Caray, a quién se le había ocurrido. Pero su sonrisa seguía intacta al igual que su actitud, optimista y risueño, esa era la forma en que Jungwon Yang era conocido en las concurridas calles de Le Marais de París.

El tierno joven coreano que mantenía su sonrisa hasta en las peores circunstancias, pero que tenía un terrible acento francés.

Jungwon hizo su camino hasta su facultad, donde sus amigos lo esperaban con impaciencia. Les regaló una sonrisa nerviosa porque sabía que eran demasiado impacientes.

Ah, franceses.

—Otra vez tarde, Uno —La adorable Geneviève le dijo mientras fruncía sus cejas y se cruzaba de brazos.

—Su puntualidad es tan mala como su acento —Charlotte, una chica británica-francesa le secundó con una sonrisa burlona—. Vámonos ya, no quiero una charla acerca de la responsabilidad por parte de Durand de nuevo.

Se mantuvo en su lugar, maldiciendo en su interior a las dos únicas féminas de su grupo que no dudaban nunca en molestarlo. Grégoire a su lado palmeó su espalda murmurando un ya sabes cómo son, haciendo una seña con la cabeza para que siguieran a sus amigas de cerca.

Ellos eran sus únicos amigos en la facultad, no todos tenían las agallas para juntarse con alguien de su tipo. Había odiado la época de burlas y murmullos a su espalda, que prácticamente habían durado todos sus años como estudiante. Sin embargo, aquello fue más fácil de sobrellevar cuando Grégoire se acercó a él en la primera semana de clases, el chico era tan amable y elegante, que Jungwon pensó que estaba soñando. En el pasado, personas así solían apuñarlo por la espalda por el simple hecho de no ser francés. No sabía que podía haber tanto odio por pertenecer a una etnia diferente.

Sus amigos eran bastante amables, responsables y muy bromistas. Aunque entre ellos, Jungwon era el que siempre sonreía. Quizás por eso aún habían murmullos a sus espaldas.

ENTRE PÉTALOS Y HOJAS DE PAPEL © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora