10. Mamá...

2.2K 138 3
                                    

Aiden

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Aiden

Hoy es Jueves, esta tarde he quedado con la ratoncita de biblioteca. Llevo varios días demasiado ocupado y no he podido hablar con ella. Ayer por la noche trabajé porque tuve que instalar el nuevo software en todos los ordenadores de las trece plantas que tiene la empresa y como solo somos cuatro y tardamos bastante, por lo tanto lo hicimos por la noche para no molestar a nadie. Al final acabamos sobre las 23:30 y como no era demasiado tarde, hoy también hemos ido a trabajar y llevamos toda la mañana de departamento en departamento solucionando las dudas y preguntas que pueden tener los trabajadores.

Acabamos de acabar con una planta más y estoy pensando en las cosas que tengo que hacer cuando empieza a sonar el teléfono. Mi madre me está llamando.

Menuda bronca que me espera por no haberla llamado en toda la semana... —pienso mientras descuelgo.

—Hola...

—¡¡Aiden Moore!! ¡¿Es que si no te llamo yo, tú no haces nada para saber de nosotros o como mínimo, que sepamos que tú estás bien?! —me reprocha gritando con su acento irlandés tan particular.

—Lo siento mamá, llevo una semana un poco estresante...

—¡¿Y qué?! ¡¿No has tenido tiempo para llamar a tu madre?! Porque apuesto a que si has tenido suficiente tiempo para leer o para comer o incluso para ver la televisión, pero no para llamar a la mujer que te daba de comer y te limpiaba el culo cuando eras pequeño. Muy bonito hijo, muy bonito.

—¡Hay Erin no seas exagerada! —se escucha a mi padre de fondo.

—¡¿Qué no sea exagerada, Jose?! ¡Estaba preocupada! —le contesta mi madre de mal humor.

—Hola papá y lo siento mamá. La próxima vez te juro que no se me va a olvidar pero, por favor, deja de gritar que me vas a dejar aún más sordo.

—Hola, hijo —contesta mi padre.

—Ay... mas te vale hacerlo..., y si grito es porque el cacharro este no va bien, me tendré que comprar otro... . ¿Qué te iba a decir? ¡Ah sí!, dentro de una semana es el May Day. ¿Qué día y con quién vas a venir? Tus hermanos vendrán el viernes, tú podrías hacer lo mismo —dice esperanzada pensando que este año será distinto que los anteriores y que iré un día antes para pasar más tiempo en familia.

No me malinterpretéis, no es que no los quiera. El problema es que somos muchos para mi gusto; en total, si nos reunimos todos, somos 22 y yo me agobio, son unos pegajosos a los que les gusta verse para celebrar cualquier nimiedad y a mi no me va ese rollo.

Tengo tres hermanos: Nora, Declan y Adara. La mayor de los cuatro es Nora, después Declan, luego voy yo y la última es Adara.

Se me olvidaba contar que era el May Day. Es una festividad irlandesa que tiene lugar el primer lunes de mayo. Este día también se conoce como día del Trabajador. Allí, ese día sirve para conmemorar la fertilidad y el momento en el que las plantas comienzan a florecer y a mi madre, como es muy tradicional, le gusta celebrarlo.

—No, mamá, que ese día trabajo. Mejor el Sábado —me excuso—, y no, iré solo, ya lo sabes.

—Jolín, haber cuando decides echarte novia.

—Erin..., deja a tu hijo en paz con este tema —le reprocha mi padre.

—Solo me preocupo por él porque como siga así va a morir solo y no queremos eso, ¿verdad Jose?

—¡Mamá, que solo tengo 29!

—¿Y qué hijo? Solo digo la verdad, es que a este paso y con esa actitud...

—Esta mujer no tiene remedio... ¡Au! No me pellizques —se queja mi padre.

—Bueno, avísame con antelación si vienes con alguien. También podrías traerte a Sergio y a Daniel —insiste ella.

—Ellos ya tienen planes: el otro día hablaban de irse de fiesta...

—Bueno, vale... . Ya te dejo en paz pero cuando vengas no te olvides de traer regalos para tus sobrinos que nunca asistes a sus cumpleaños y se los debes.

—Que si...

—Venga... adiós.

—Adiós, hijo —se despide mi padre a lo lejos.

—Adiós.

Que llamada más intensa..., más me vale llamarla la próxima vez.

—Tu madre, ¿verdad? —me pregunta Sergio al ver mi cara de agobio.

—Si, ya lo sabes.

—Bueno... ¿vamos a la siguiente planta? —pregunta Ian con cara de querer tirarse por una ventana.

—Vamos.

***

Estoy entrando por la puerta de casa cuando me empieza a sonar el móvil, es Irune.

—Hola, Pelapatatas... —Dice ella nada más descolgar.

—Hola, Ratoncita...

—Yo... eh... no puedo ir esta tarde a la biblioteca. Giselle, la chica con la que hablaste por el móvil cuando me quedé dormida, ha tenido un problema sentimental y necesita estar con nosotras, así que...

—Lo entiendo, tranquila —la corto yo un poco malhumorado, para que negarlo, tenia ganas de estar con ella.

—¿Me perdonas, no?

—Ya veremos...

—Y luego las dramáticas somos las mujeres, lo que hay que oír.

—Mira, hacemos una cosa —prosigue ella sin darme tiempo a replicarle—: Como tu empresa esta bastante cerca de mi editorial podemos quedar para comer mañana al medio día. ¿Te parece bien?

—Estupendo.

—Pues cuando vayas a comer, me avisas y nos vemos en un bar de por ahí cerca.

—Vale.

—Bueno, pues era solo eso. Adiooós.

—Adiooós.

Joder, y yo que tenia ganas de verla y de hablar con ella..., llevo un día de lo más intenso y era lo único me apetecía hacer.

¡Joder! y que sueño tengo... . Me iría a dormir, pero hace bastantes días que me levanto sobresaltado por culpa de la misma pesadilla de siempre: Voy por la calle caminando junto a alguien de la mano, una mujer creo, y de repente la chica suelta su mano y el fondo se funde y ya no estoy en la calle, ahora parece una especie de sala sin puertas ni ventanas, ni luz, solo negro. Estoy en el centro de ese lugar yo solo y no puedo salir. Grito. Chillo. Vocifero. Nada. Empiezo a quedarme sin aire, me ahogo y ahí me despierto.

¿Quién será la chica? Creo que podría ser que tengo miedo a quedarme solo pero siempre me ha gustado estarlo y más, con una familia tan escandalosa como la mía.

De todas formas, como no me apetece volver a vivirla otra vez, me dispongo a leer un libro de los que tengo en la gran biblioteca de mi habitación pero es tal mi cansancio que, nada más sentarme en el sofá, caigo rendido.

Ratoncita de BibliotecaWhere stories live. Discover now