Capítulo 1.

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Capítulo 1.

2 de marzo de 2019, siete horas antes.

El mensaje de Lara me obligó a despertar de mis rigurosos pensamientos, estaba absorta en mi propia mente deseosa de saber cómo se desenvolverá la noche. Desconecté el bluetooth dejando a Daddy Yankee para la madrugada e hice caso al texto de Lara, dispuesta a coger a mi pequeño bolso azabache y subir a su coche.

Divisé el acogedor Seat Leon de mi mejor amiga gracias a su excéntrico color azul eléctrico que provocaba una sensación fingida de película americana adolescente. Presionó el claxon arrojando un sonido corto, pero estridente. Cuando subí recorrí su cuerpo con una mirada lascivia, buscando armarla de ego y deseo. Ella portaba un seductor vestido ajustado rojo cereza compuesto por terciopelo. Sus ondas desenfadadas y el color de sus labios a juego con su sexy vestido incitaban a una personalidad desafiante, pero a pesar de todo su mirada reflejaba la bondad de su interior. Lara era de esas personas que por muy atrevida que se pusiera siempre desprendería un aire hospitalario. Esa era mi Lara. Había mudado su piel de serpiente durante su corto (pero intenso) trayecto de vida, tomando hostiles decisiones para acabar tragando de su propia mentira hasta formar la cálida persona que es ahora. Lara siempre fue una chica misteriosa que escondía en lo más recóndito de sí misma secretos que nadie sería capaz de imaginar, por eso tomó la decisión de cerrar su pasado con llave y tirar esta por la borda del crucero más lujoso de Europa. Lara Johnson, una chica hostil e hija de puta que acabó convirtiendo su mirada en compasión.

—El preludio de algo grande. —soltó divertida en cuanto me abroché el cinturón.

— ¿Cómo? —pregunté, dibujando media sonrisa.

—Mira al cielo. No hay cielo, se ha perdido entre tanta oscuridad.

Alcé la mirada, era cierto. El cielo había sido cubierto por una capa de nubes siniestras que daban voces de una tormenta.

—Nunca me gustaron las fiestas con tormenta. Son poéticamente catastróficas, y para nada de fiar.

—Tú siempre con esos aires filosóficos. — rio rodando los ojos.— Por cierto, vas implacable.

No le restaré razón, hoy lucía realmente deslumbrante comparado con mi usual apariencia desgastada. Arrasaba con un ajustado vestido negro arrojando la postura e intimidación de Black Widow. Unos ojos verdes llenos de empoderamiento acompañados a su favor de un eyeliner de gato, junto al toque de irreverencia que le daba el rojo burdeos de mis labios. Mi primera elección fueron unas temerarias botas altas a tono con el vestido, pero la idea de estar a expensas de sus turbulentas subidas y bajadas en mi estado de embriaguez provocó un cambio de opinión radical. Entonces, escogí unos intrépidos tacones con los que seguramente tropezaría más de dos veces en el mismo corto período de tiempo.

—Hoy has sacado tu mejor versión. —agregó Lara.

—Yo siempre soy mi mejor versión.—bromeé.


2 de marzo de 2019, tres horas antes.

Imaginaos una fiesta en vuestro local favorito, seguramente la mayoría pensaréis en esa enorme y magnética discoteca de vuestro lugar que intentaba asemejarse a esas alocadas y descontroladas noches de Ibiza. Pues, una vez tengáis ese exagerado espaciado lugar en vuestra mente, multiplicadlo por tres y añadidle las palabras "fiesta privada". Efectivamente, era una de esas fiestas organizadas por gente adinerada y con nombres figurando en una rigurosa lista de admisión. Si estáis pensando si Lara y yo acostumbrábamos a este estilo de vida y acceso privilegiado a eventos apoteósicos, la respuesta es no. Este era un suceso singular, una invitación inesperada con un raro aliciente.

— ¿Te gusta?

— Me encanta. —respondí sin dejar de observar como las luces de neon iluminaban el espectáculo que ofrecían dos mujeres en el escenario del local privado.

— Estaba segura, las fiestas de máscaras siempre han sido tus favoritas. —en ese momento el camarero nos tendió nuestros Long Island Ice Tea. — ¡Feliz carnaval!

   Un detalle bastante interesante a mencionar es que todos cubríamos el rostro con la misma máscara: un zorro negro. Ocupaba la parte superior de la nariz y toda la zona de pómulos a cabello. ¿Quién había organizado la fiesta con esta cautivadora particularidad? Un miembro de una de las arrogantes cuatro familias, aunque desvelar a este individuo no es que fuera mi más importante interrogante del momento. Últimamente Lara tenía una fijación por estos contactos un tanto sorprendente, sorprendentemente inesperada. Fingía no tener lazos con dicho sector a ojos de los demás, incluso a mis ojos, es por eso que nunca la instigué a darme explicaciones innecesarias.

— ¡Señorita Johnson! —exclamó un chico sonriente y con apariencia sociable.

   Sus ojos eran oscuros y paseaba un rubio cabello de despeinado fingido. Me quiso sonar, pero no fue entonces hasta que le reconocí de Instagram cuando Lara dijo su nombre.

— ¡Ricky! ¿Cómo me has reconocido? —exclamó una Lara eufórica a la que probablemente ya le hubiese subido la bebida.

   Ricky Aiken era conocido por ser el influencer de la universidad Raiker, sin contar el estatus económico y social de su apellido, por supuesto. Cursaba tercer año de carrera, junto con Ackerman. No recuerdo bien cuál estudiaba, pero sí que se alejaba totalmente de las facultades de letras. Ricky era un chico de aspecto cuidadoso, procuraba seguir con frecuencia las tendencias y tenía ese toque iluminador y extrovertido en su rostro. Era el más accesible de los A. Además, la gran mayoría de los estudiantes teníamos predilección por Aiken (comparado con los cuatro), ya que, a diferencia del resto, sus aires de grandeza eran menores.

   No sabía cómo mi mejor amiga conocía a Ricky Aiken, esa noche me di cuenta que no sabía ni si quiera quién era Lara Johnson. El mundo era una gran fiesta de disfraces, y Lara portaba el mejor de todos después de los A. Tuve una presentación rápida con Ricky y un breve intercambio de palabras antes de volver a la barra a por otra bebida.

2 de marzo de 2019, diez minutos antes.

   Mi estado de embriaguez había cruzado los límites, por lo que carecía de mi autocontrol habitual. No estaba acostumbrada a la cantidad de cócteles que podía ingerir en comparación con los cubatas. Sumémosle la barra libre. Sí, mi aspecto y mi estado era un desastre. Lara insistió en que fuera al servicio, pero mis ganas de vomitar en el baño de una discoteca desconocida eran ínfimas. Por tanto, me senté indignada en la tapa del váter a petición de mi amiga mientras esta se retocaba fuera el labial. Debería haberme preguntado por qué en un baño de una discoteca de mínimo 300 personas no había ni una sola chica en el baño aparte de nosotras. A partir de ahí, todo pasó muy rápido.

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⏰ Last updated: Mar 08, 2021 ⏰

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