Capítulo 6 | Maneras erróneas de demostrar amor

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Tanto sei eu de mi parte quanto do meu coraçon,

Car me ten mia madre presa e, mentr'eu en sa prison

For, non veerei meu amigo [...]

Tanto sé de mi parte como sé de mi corazón,

que mi madre me tiene presa, me mantiene en esta prisión

Para así, no ver a mi amigo.

***

—Prueba esto. Dime, ¿está bueno?

Mabel le acercó una cuchara a los labios y casi la forzó dentro de su boca. Derramó mucho del caldo por la barbilla de Nairi, quien intentó limpiársela con el dorso de la mano mientras tragaba.

—Está delicioso, como todo lo que preparas. No te preocupes. —El caldo caliente había quemado un poco su boca, por lo que tomó un vaso de agua y le dio un gran trago, dejando el agua fresca dentro por unos segundos antes de tragarla. Mabel, mientras tanto, seguía mezclando en el caldero y viendo la comida con el ceño funcido—. ¿Ay algún problema?

—Algo me falta, algo me falta. No sé qué es. Mmm...

—¿Mabel? ¿Estás bien?

—Sí, sí, perfecta. El caldo, por otro lado, no. Le falta algo, pero no recuerdo que es. Espera. —Se dio media vuelta y entro en una de las despensas. Salió un rato después con cinco peras en los brazos, todavía murmurando entre dientes—. Creo que solo era eso. Olvidé algo que puede parecer insignificante pero lo hace mucho más delicioso. ¿Dónde está el vino?

—Detrás de ti. —Nairi señaló en la mesa, donde estaba la botella de vino a la vista de Mabel.

—Cierto, cierto. No la vi. A ver. —Tomó otro pocillo un poco más pequeño, cortó tres peras en pequeños, casi minúsculos, pedazos, y los aventó en el pocillo. Después vertió vino y lo puso al fuego—. Espera a probarlo con la pera, te darás cuenta de que está mucho mejor.

—Está bastante bien como está —dijo Nairi.

—Piensas eso porque no has probado la receta completa. Espera a ver. —Cortó las dos peras restantes en rodajas y las aventó en el caldero principal—. ¿Podrías ayudarme a lavar eso? Mientras cuido la comida en el fuego.

—Por supuesto.

Nairi lavó los platos, cuchillos, cucharas y otros recipientes que Mabel había estado ensuciando desde temprano. Este era el tercer plato que preparaba, el cuarto que intentaba. Por alguna razón quería hacerle un festín de tres tiempos a su padre, pero había fallado —en su opinión; Nairi había pensado que estaba delicioso—, en el plato fuerte la primera vez que lo intentó, y ahora parecía más convencida, pero aun así le preocupaba a Nairi. Le daba la impresión de que en cualquier momento iba a tirarse el caldo encima, o lo iba a quemar. No era usual verla así de distraída, pero Nairi comenzaba a entender el poder de su padre en ella, incluso si no tenía conocimiento de los antecedentes.

Al final, cuando toda la comida estuvo lista, Mabel arrastró a Nairi hasta su habitación y comenzó a lanzar ropa en la cama.

—No tengo nada —dijo, agachada sobre su baúl, cuando sacó hasta el último de sus vestidos.

—¿Estás segura de que no tienes nada?

—Nada adecuado —añadió sin voltear a verla.

Nairi la vio mientras extendía los vestidos entre sus brazos para verlos a contra luz. Ladeaba la cabeza, hacía muecas, hasta que terminó suspirando y aventando todos los vestidos que había descartado al baúl.

La reina durmiente: el legado © [TERMINADA]Where stories live. Discover now