Especial. "El despertar"

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Recordaba su viaje hacia anima como una profunda paz, la luz de su alma iba danzando con el resto entre el espacio en busca de la anhelada tierra del descanso. Silencio, brillo, ¿Por qué nunca le dijeron que el viaje de la muerte podría ser más hermoso de lo que pintaban? Estaba acostumbrado a tenerle miedo a la muerte sin saber que pronto se volverían íntimos amigos.

Poco antes de llegar al final de ese viaje entre las estrellas y los planetas, entre el mar infinito de la relajación, pudo recordar que tenía una misión. Un castillo, una flecha, Minos. ¿Habían muerto? Ahora que tenía tiempo de pensarlo, que trágico final, atravesados por una flecha que mató sus cuerpos y sus sueños, pero al parecer no sus almas. Chris consiguió detener su danza de luz mientras todos iban quedándose a ese gran punto brillante que era anima, tan pequeño desde lejos pero enorme cuando podías estirarte lo suficiente, era como un planeta infinito, tan hermoso pero aún tan lejano para él pues dio marcha atrás en su viaje por reencontrarse con su amor.

"Cuando creas que el camino de la vida no marcha a tu favor, crea tu propia ruta"

Mientras más se alejaba de anima más luz lo deslumbraba, lo cual era extraño considerando que había pasado por ese camino antes y solo iba acompañado de la oscuridad infinita bañada débilmente con el brillo de las estrellas. Era una pequeña esfera de luz que iba siendo más opacada, poco a poco la luz al final de su camino hacia la tierra era insoportable, tan fuerte, contraste a eso sus pensamientos empezaban a ser más débiles y la voz en él que intentaba mantenerse pendiente del viaje empezó a ser más irreconocible. Pese a que se aferraba a mantenerse hablando consigo mismo fue inútil, de pronto se perdió en esa luz bastando unos segundos de total silencio antes de que se iniciara un pitido efímero en sus oídos, un llanto empezó a escucharse en la habitación, se sentía asustado, confundido, débil, pero... ¿Quién era él?

"Felicidades, señora, es un varón."

Chris tenía una vida normal sus primeros cinco años, en su cumpleaños quinto, justo un minuto antes que el día terminara los recuerdos llegaban a él como una bomba atacando la paz de su mente. Las primeras dos veces se asustó, incluso lloró debido al miedo que inundaba sus sentidos, aquella sensación de escalofrío recorriendo su nuca y que pese a contarle a sus padres nunca le creyeron. La tercera ocasión fue solo un déjà vu, pero rápidamente se había familiarizado con ello: era Christopher Lowell, nacido en las tierras ahora caídas de Lleyxà, lugar que nadie recordaba, ni siquiera a los otros reinos, ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? No lo sabía, pero eventualmente vida a vida pudo recordar las cosas desde más joven, como si su mente en cualquier lado que fuera ya se estuviera adaptando a ese bucle sin fin.

"La vida es compleja porque se adapta al ritmo de cada persona, puedes vivir muy poco para desear más días o lo suficiente para querer estar muerto. Cualquiera que sea el caso, debe ser aterrador tener tantas opciones pero solo un destino."

Su respiración era errática, siendo su sexta vida empezaba a tomar el ritmo de las cosas pero nunca esperó eso. Hacía un enorme esfuerzo por soltarse de las cuerdas que amarraban sus muñecas a la silla, la venda en sus ojos no le permitía ver mucho, la tela era delgada por lo que muy poco se filtraba.
Tenía veinte años y había ido a la guerra de forma obligatoria, ni siquiera había recibido un entrenamiento digno porque el ejército no esperaba llevar tanta desventaja así que cuando sus hombres empezaron a caer de forma tan rápida, mandaron a traer a todos los chicos de 15 a 21 años como refuerzos aunque claro, un niño al que apenas le enseñaron como disparar no era un refuerzo, era un sacrificio mientras los verdaderos hombres capacitados avanzaban. ¿Era esto el poder del que debía aprender a cuidarse? De esa escalera donde la gente en lo alto buscaba seguir adelante aún pisoteando a los que estaban abajo, porque él no le hacía daño a nadie, solo vivía en el campo ayudando a sus padres a sobrevivir. Ah, sus padres, hombres viejos que vivían del cultivo, lo suficientemente grandes para el trabajo pesado, habían concebido un hijo con la ilusión de que fuera un hombre de bien para el pueblo y que pudiera cuidarlos cuando apenas pudieran moverse de sus camas, ¿Vivirían bien sin él? ¿Quién cargaría las cubetas con leche? ¿Quién haría esos viajes constantes cambiando huevos por harina?

HIRAETH ❀ Minchan [✓]Where stories live. Discover now