v e i n t i c u a t r o

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Narrador Omnisciente

Camila.

Cuántas veces deseó poder olvidarse de ese nombre, ella no pudo ni puede. La soñaba, pensaba en si estaba bien o mal, que si la añoranza era mutua, y en el qué hubiera pasado si la sinceridad hubiese prevalecido desde el inicio en la relación.

Pero era algo que Lauren tenía que olvidar, amaba a Camila, y dentro de ella siempre se mantuvo ese amor, fue su primer y más puro amor absoluto.

Así que le perdonaría una y otra vez.

-Les encontré-susurró Lauren cerca de la oreja de la latina, abrazó a su esposa por la cintura desde atrás con anhelo y Camila sonrió.

Era asombroso cómo la mafiosa podía sentir a Lauren desde a metros de distancia, sus pisadas, su aroma, sus movimientos en el viento, era extraño, pero lo definía como conexión ya que a Lauren le pasaba lo mismo.

La inspectora apoyó su barbilla sobre el hombro izquierdo de la mafiosa, miró a su hija, que automáticamenre le reconoció, y le sonrió. Elleh era muy adorable, sus mejillas estaban sonrojadas mientras bebía del biberón.

Camila se giró y miró a Lauren de los pies a la cabeza, sus ojos brillaron por la belleza de su esposa, el conjunto de dos piezas gris a su medida ocasionó que aquellas mariposas se aloquen.

-Eres hermosa pero con esa ropa, Lauren. Tú estás...-se detuvo con un surpiro volviendo a mirar intensamente a su mujer.

Con las mejillas algo rojas Lauren se acercó a Camila, que seguía alimentando a su bebé, y le entregó un corto beso.

-Gracias-dijo cerca deos labios rosados y luego dejó un beso en la mejilla de Camila que sonrió con los labios-. Te amo y tú te ves mejor que cualquiera.

Las mariposas se alocaron más dentro del vientre de la mafiosa y su mejilla derecha cosquilleó, ambas estaban listas y cambiadas elegantemente para esa cena, la última cena, aquella última noche antes de que Camila viaje a Luxemburgo y que luego su locura más grande acabe.

Tenían reservado toda una sala en el restaurante Pré Catelan. Lauren optó por un traje gris a cuadros de dos piezas a su medida, fue diseñado específicamente para ella al igual que toda su ropa fina, y Camila llevaba puesto un vestido negro corto con mangas tres cuartos que mostraba su escote, era juvenil, sencillo y distinguido.

Estaban listas pero su entusiasta hija seguía despierta, habían jugado con ella casi toda la tarde en la piscina, miraron televisión después, incluso habían jugado en el patio de margaritas por unas horas y le dieron de comer dos veces, pero no podían hacer que descanse.

Lauren rio mirando a su hija, le dejó un beso en la frente, y la cargó a pedido de Camila, después ambas caminaron hacia la casa de Lucy y Verónica Vives que se encontraba a metros de la casa en la que la inspectora y la mafiosa se hospedarían por pocos días.

-¿Estás segura de dejar a nuestra bebé con esas locas? -preguntó Lauren cargando a su bebé con un brazo para sujetar la mano de Camila con su mano izquierda.

-Lucy ama mucho a los niños, sabes que ella se ofreció-respondió alegrándose un poco ya que su hija estaba comenzando a dormirse-, y yo confío más en ellas que en una niñera que puede maltratar a mi hija.

Lauren asintió mirando al frente y Camila no podía dejar de verla, el maquillaje que tenía la mostraba misteriosa y con un aura malvado, ella así lo veía y le encantaba, amaba todas las facetas de la mujer que amó.

Y mientras ellas llegaban a aquella casa separada de la suya por un campo de margaritas, Lucía y Verónica de regían por quién de las dos le cambiaría al pañal de su hijo.

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