Te esperaba

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"... en la banda faltaban mujeres. Al principio del primer atraco se había notado, en este segundo las cosas habían mejorado con la intervención de Lisboa y Estocolmo, pero la baja de Nairobi, la mujer más fuerte y sensata dentro del Banco nos había trastocado a todos. Pero ahora las cosas iban a cambiar. La inspectora pasaría a nuestro bando para convertirse en la atracadora al mando. Nairobi... ahora sí, empieza el matriarcado..." Tokio.

Me reconstruí como buenamente pude. Me coloqué bien el mono rojo cuando en verdad solamente quería acomodar mi corazón y que dejase de encontrarse apretado por un puño.  Me quité las lágrimas que hubieron una vez caído por mi rostro y me dirigí a lo que era el gran Hall de aquella inmensa construcción.

- Lisboa - escuché la voz de Tokio a mis espaldas. Aquella mujer se había ganado toda mi confianza, nuestra relación no había empezado de la mejor manera pero las dos nos parecíamos bastante. Quizá aquella mujer me recordaba a cuando yo era más joven y tenía la sensación de comerme el mundo. Nuestra estancia en el monasterio, y previamente, su estancia en nuestra preciosa casa de Palawan creó entre nosotras un vínculo que nunca pensé enlazar con aquella atracadora que había conocido dentro de la Fabrica de Moneda y Timbre hacía varios años. Había llegado a comprender su comportamiento, y hasta sus sentimientos, alma casi tan rota como la mía fue en algún momento. Aquella mujer, en su corta vida había perdido a él cual ella llamaba el amor de su vida, había sido traicionada por su madre, que posteriormente moriría, y ahora, después de aquel desastroso atraco que había forjado muchas y grandes relaciones pero que también había destrozados vidas, habían secuestrado y estaban torturando al hombre que le había devuelto a la vida, que le había conseguido encauzar en el hermoso riachuelo que era el amor. Y ahora, dentro del punto más peligroso de toda la faz de la tierra , aquel joven por él cual ella era capaz de dar su vida le había dejado casi sin pestañear, sumiéndola así en una pena totalmente compresible. A mediada que fueron pasando nuestros días de convivencia empecé a comprender lo que tantas veces Sergio me había comentado sobre aquella mujer, y es que , muy en el fondo, su único propósito era ser fiel a la banda y mantenerlos a todos con vida.

- Lisboa, Palermo me ha dicho que el Profesor no responde, ¿lo has intentado? - negué con la cabeza. Había sido una imbécil por ni siquiera probar a comunicarme con él, hice totalmente caso a aquel hombre que a todos nos caía bastante mal con ese discurso de retrogrado machista. La cara de Tokio dibujó una sonrisa la cual no comprendía muy bien su origen. - De verdad, mucho cerebrito os creéis pero cuando pasa algo malo con alguno de vosotros vuestra mente se nubla , ¿no? - seguía sin comprender muy bien a que se refería. Si que se me había nublado un poco el juicio cuando supe que no le había contestado a Palermo, pero es que ese hombre que había pasada prácticamente toda su vida perdidamente enamorado del que en algún momento fue mi cuñado, no era yo. Así que estiré mi mano hacia Silene para que me pasase uno de esos pinganillos que cada uno de los integrantes llegaba y así, por lo menos, intentar comunicarme con él.

La esperanza volvió a crecer en mí como si de aquellas hogueras de San Juan se tratase. Las llamas eran capaces de rozar cada uno de los más pequeños ápices de mi cuerpo. Un ligero rubor apareció en mis mejillas y de nuevo ese brillo que había aparecido en mis ojos cuando pisé el Banco volvió a aparecer. Me coloqué aquel aparato en mi oído intentando que no se me notase el temblor de mis manos. Lo encendí, sin estar segura de querer saber lo que me depararía el sonido que pudiese oír. Y , es que, aunque la esperanza había florecido en mi como si de una margarita en primavera se tratase , el miedo a no encontrar ninguna respuesta había crecido incluso a más velocidad.

- ¿Cómo funciona esta mierda? - le dije ya nerviosa. Era incapaz a cambiar de radio para comunicarme directamente con la de él. Con una risa torcida en su rostro, se acercó a ayudarme. En otra situación seguramente hubiese hecho alguna broma, pero tenía los suficientes dedos de frente para saber que yo estaba más que atacada de los nervios y que aunque quisiese aparentar que todo estaba perfectamente construido mi interior se derrumbaba ante cada silencio y segundo que pasasen.

Llévame de vuelta a casaWhere stories live. Discover now