Calma

2.6K 390 128
                                    


Valentina entró a su departamento, el reloj marcaba siete y diez minutos de la mañana; justo después de que su suegra saliera con Elizabeth rumbo al colegio.

Como lo predijo, su esposa estaba tomando su café en el desayunador, leyendo su agenda del día en su dispositivo; ya lista para salir a su jornada. Se acercó sigilosamente a ella y, aprovechando la altura del banquillo en el que estaba Juliana, dejó descansar su frente en la cerviz de la morena y sus brazos se aferraron a su cintura.

—Corazón... —susurró.

 —susurró

Hoppla! Dieses Bild entspricht nicht unseren inhaltlichen Richtlinien. Um mit dem Veröffentlichen fortfahren zu können, entferne es bitte oder lade ein anderes Bild hoch.


Juliana suspiró profundamente, lejos de asustarse, sintió alivio, cerró sus ojos y calmó su emoción. Su esposa había vuelto. Luego de una larga noche, podía, al fin, respirar tranquila.

—Mi amor —dijo y se aferró al abrazo que le daba la rubia desde su espalda, se sentía tan bien, tan completa. Sintió como su esposa aspiraba de su aroma mientras canalizaba sus palabras, por ello decidió seguir—. Te extrañé muchísimo —le confesó pausadamente.

Valentina ya obtenía fuerzas, sintió como cada parte de sus células se recargaban de energía desde que la tuvo entre sus brazos; aquella sensación le parecía mágica, como un centro de energía divino al que podía recurrir siempre.

Agradeció para sus adentros.

—Perdóname —pidió, moviendo su mentón hacia el hombro de la morena.

—No, no... —la interrumpió en el acto—. No tengo nada qué perdonar, es tu mecanismo de respuesta, y lo respeto.

La ojiazul cerró sus ojos y suspiró paulatinamente, a la par de ir absorbiendo más de la energía que necesitaba para coordinar todo lo que había podido meditar y planear para sus días en adelante.

—A veces no sé ni cómo he sido capaz de tenerte en mi vida, de merecerte... —musitó. Juliana le apretó las manos y la instó a moverse a su frente.

Cuando tuvo a su esposa de frente se movió para tenerla entre sus piernas, lo más cerca posible a ella. Y con una de sus manos le acarició el mentón hasta tomar de su barbilla delicadamente y fijar su vista en la de ella.

—Deja de pensar en ello, Val —le dijo seriamente—. No soy más que una mujer con defectos y virtudes, que te ama, que te ha escogido y lo haría mil veces, porque eres tú, sólo tú la persona con la que quiero estar.

Valentina atendió la severidad de sus palabras y las asimiló, caló en ella como un fuego abrasador soldando cualquier grieta de su alma.

» Yo —prosiguió— no soy ni más ni menos que tú, el hecho de que no demuestre mi debilidad no quiere decir que sea fuerte, y el hecho de que tú la demuestres no quiere decir que seas débil, mi amor, todo lo contrario, eres un ser libre, fuerte, autentico, que no depara en dejar salir lo que siente, sin dejarte acorralada a ti misma, eso es gallardo —le sonrió y la rubia parpadeó para evitar las lágrimas que se le formaban—. Siempre lo he admirado de ti —le dijo sinceramente—, nada te detiene cuando necesitas de algo, y sé muy bien que al irte necesitabas de ti, como si de un general buscando a su tropa se tratase, para alistarle y enfrentarlo a la guerra. ¿O me equivoco?

Complicity 2Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt