Consecuencia

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Antes de abrir sus ojos azules una sonrisa ya se había apoderado de su rostro, el aroma que aspiró, era uno de los que su cerebro resguardaba como el mayor de los tesoros que había recibido en su banco de recuerdos.

Quería detener el tiempo, que el agradable rostro de la morena dormida sobre su hombro fuese eterno, o por lo menos lo más extenso posible de aquella mañana, allí en su habitación. Juliana durmiendo era una ternura innegable, era el motivo de su más agradable despertar, cada vez que podía tener la oportunidad de tenerla entre sus brazos, a su lado, era sin dudas el mejor de sus momentos.

Suspiró al notar como la hermosa rubia comenzaba a tener reticencia por la claridad de aquella linda mañana, lamentaba para sus adentros que aquella apreciación a semejante composición de arte tuviese los segundos contados.

El brazo de Juliana reposaba sobre su abdomen, así como parte de su dorso. No podía más que reconfortarse con la sensación del calor que el cuerpo de la morena emanaba.

Pasaron unos pocos minutos para que Juliana abriera sus ojos, en ese momento lamentó no haber bajado anoche las cortinas eléctricas, lo cual dejó que su habitación fuese tan iluminada esa mañana, le robaría minutos de seguir valuando la obra de arte que era Juliana Valdés entre sus brazos.

—¡Buenos días! –dijo con voz adormilada, recibió un beso en su sien.

—Buenos días hermosa. ¿Cómo te sientes? –Juliana poco a poco se fue separando con una sonrisa tierna le dio a entender que estaba mucho mejor.

Se estiró para desperezarse, pero una punzada en su cabeza comenzó a dañar su alegre despertar. —Bien, pero, ¡ouch!, mi cabeza... –se quejó.

—Estaba segura que amanecerías así –se incorporó para acomodar su espalda en la cabecera de la cama–, toma. –le indicó. Le entregó dos pastillas y un vaso de agua que había dejado listo en la mesita de luz, a su lado de la cama.

Juliana, le sonrió, se acomodó y tomó lo indicado. —¡Lizzie! –exclamó al volver poco a poco a su conciencia del día a día.

—Anoche le avisé a Kate, ella se hará cargo de lo que ocupe.

—Gracias... Discúlpame, no debí beber tanto. –volvió a dejarse caer en la cama luego de entregarle el vaso a la ojiazul.

—No te disculpes creo que lo necesitabas. Anoche te pudiste desahogar, y eso es bueno.

—Pero el problema sigue.

—Jul, claro que va a seguir... Tú sabes cómo ponerle fin a ello –se acercó y le acarició el rostro, acomodando a su vez delicadamente mechones de su cabello–. De más está decirte que cuentas con todo mi apoyo para lo que decidas hacer.

Juliana se acomodó y afincó en el abrazo que le ofrecía. Guardó silencio unos momentos para clarificar sus pensamientos. Disfrutaba del abrazo, suspiró.

—¿Cómo sabías que te iba a necesitar justo anoche? –hizo alusión al recordar cómo se presentó en la casa de su esposa, precisamente cuando más necesitaba de una mano.

—Cariño, después de que me escribiste que estabas en la ciudad, apenas pude me acerqué aquí, moría por verte. Pero jamás pensé que encontrarte así.

Juliana cerró los ojos, recordó, como después de botar de la casa de su esposa a la amante de esta, entró en depresión, justo en el momento que decidió ir a su habitación a disponerse a dormir.

—Mel. Gracias... –se refugió en sus brazos.

 –se refugió en sus brazos

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Complicity 2Where stories live. Discover now