Capítulo 12

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Londres ardía y por un momento Hallbera creyó haber llegado demasiado tarde. La Llama Eterna la había transportado desde la Nada hasta Greenwich Park, atraída por el epicentro de la lucha que se desarrollaba sobre el verde césped del parque.

El Bifrost la vomitó entre tejados ardientes y humo negro que emanaba del Támesis, con los sonidos de la batalla que ella conocía tan bien después de tantos siglos en la Orden de las Valkirias. Contempló a su alrededor la gente que corría bajo el cielo oscurecido de una Londres en llamas, confundida por el ejército de Gigantes de Hielo y demonios de fuego que arrasaba la ciudad. Londres era el epicentro del Ragnarök y una vez la capital de Inglaterra cayera también caería Midgard y tras Midgard irían el resto de los Mundos, en una ola expansiva que lo reduciría todo a cenizas. Eso solo ocurriría cuando los implicados en la lucha murieran en manos de los otros.

En medio del caos no vio a Loki, pero no podía andar muy lejos. En medio del Támesis se erigía Surtur con la piel en llamas, tan alto y monstruoso como los edificios que lo rodeaban y que estaba haciendo arder hasta los cimientos. En el cielo tan oscuro como si fuera casi la propia noche, Hallbera contempló a un hombre con armadura de metal que luchaba sin parar contra un Surtur enardecido por la furia de la batalla, sin conseguir hacerle daño. En la explanada de Greenwich Park distinguió a Steven Rogers con su conocido traje de Capitán América luchando codo con codo con Thor contra un ejército de Gigantes de Hielo que se abalanzaba sobre ellos. Dudó un instante sobre qué hacer. Debía buscar a Loki y rogarle que detuviera esta locura, aunque algo en su interior le decía que ya era demasiado tarde para detener el curso del Rägnarok. Si alguien podía hacerlo era sin duda él. Por otro lado, no podía permitir la destrucción de Londres y la pérdida de tantas vidas midgardianas en pos de un nuevo renacer. Pero luchar junto a los Vengadores significaba traicionar a Loki. Y si permanecía del lado de Loki, traicionaba a Asgard y al juramento que había hecho como valkiria.

Por su cuerpo el poder de la Llama Eterna le hacía vibrar la sangre en anticipación; debía utilizarlo. Pero ¿cómo? ¿y contra quién? ¿Contra Loki? Nunca sería capaz de algo así.

En mitad de esas dudas que latigueaban su mente una figura femenina se cruzó en su camino. Hallbera la reconoció de la carpeta de S.H.I.E.L.D que Rogers le había entregado hacía pocos días.

—¿Agente Romanoff?

La Viuda Negra se puso en posición de ataque y Hallbera comprendió que la Vengadora también la había reconocido a ella como aliada de Loki.

—No estábamos seguros de que te unieras a la fiesta, Hallbera.

—Reconozco que no es la mejor manera de conocer a otra hermana guerrera, Natasha, y no deseo hacerte daño ni luchar contra ti. Apártate de mi camino.

La agente Romanoff sonrió irónica, sacudiendo el rojo cabello hacia atrás.

—Por encima de mi cadáver irás a ayudar a Loki.

—Tu no eres rival para mi.

—Ponme a prueba, valkiria.

Hallbera negó con la cabeza. No dudaba de las virtudes de una agente como Natasha Romanoff, pero ella llevaba luchando siglos en todo tipo de guerras. Por eso cuando Natasha descargó su primer puñetazo contra su cara Hallbera se limitó a esquivarlo y agarrarla de la muñeca para lanzarla lejos de ella. La Viuda Negra no se dio por vencida y volvió a lanzarse encima suyo con las piernas por delante. Hallbera la golpeó en el pecho hasta que el cuerpo de Romanoff dio contra el suelo. La Viuda Negra gruñó y se puso en pie de un ágil salto, apoyándose con las manos.

—Tu eres midgardiana, Romanoff. No puedes vencerme. Pero sí que puedes luchar contra los Gigantes de Hielo. Disparales al corazón siempre y acabarás con ellos. Gana tiempo para que yo pueda impedir el Ragnarök.

Loki en Asgard: RagnarökWhere stories live. Discover now