Capítulo XVIII

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¿Eso significaba que estaba vivo? Lo que estaba claro es que, al menos, no había muerto como Daisy, en base a la información publicada, aseguraba. Christian no viajaba en el coche que calcinó a Tizón y otros dos más de su banda. Y eso ya era algo. Una esperanza a la que aferrarse, y todo aunque su hermano siguiese sin dar señales de vida desde hacía meses, lo cual tampoco presentaba un escenario demasiado halagüeño. Pero mejor era una posibilidad de muerte que una confirmación, qué duda cabía.

—Está vivo —anunció Emily, sin demasiado convicción, pero intentando mostrarse vehemente en su afirmación.

La chica se mantenía a cuatro patas, con las palmas de las manos todavía apoyadas en la lápida de su hermano y la vista fijada en el epitafio. La agonía del duelo se fue disipando poco a poco, y comenzó a recuperar el ritmo de respiración normal.

—¿Cómo? —el primer pensamiento de Jake fue concebir que tras la explosión de rabia que había provocado en pleno cementerio, irradiando un gran destello de luz morada, la chica se había desquiciado. El impacto de la muerte había sido demasiado para ella. Ni siquiera cuando estuvo ingresada meses en el hospital con todos aquellos tubos invadiendo su cuerpo Emily le había parecido tan vulnerable como en aquel instante.

—Emily... —fue a intentar poner algo de cordura.

—Jake, te digo que está vivo —dijo Emily, conocedora de lo que se le pasaba por la cabeza a su amigo—. No estoy loca. Lo he visto.

—¿Otra de tus visiones?

La muchacha se sentó ahora sobre sus muslos al tiempo que confirmaba con unos movimientos afirmativos de cabeza.

—No estaba en ese coche cuando estalló. Sólo viajaban en él tres personas, y ninguno de ellos era Christian.

—¿Y si sólo has visto lo que querías ver?

Emily, ofendida, dirigió una mirada torva a su amigo.

—Hasta la fecha mis visiones no me han mentido —repuso con asertividad, cada segundo que transcurría la idea de que su hermano estuviera vivo era más una realidad y menos una posibilidad para ella.

Jake se propuso no dudar más, la experiencia hasta entonces se había encargado de dejar patente que el confiar en Emily solía acabar confirmándose siempre como el camino más adecuado para él, para ambos mejor dicho.

—Entonces no queda otra que seguir investigando hasta encontrarlo —concedió el chico, reposando una mano sobre el hombro de ella.

Emily exhaló con vehemencia. Tocaba volver a empezar, pero al menos tenía algo por lo que levantarse.

Justo cuando los dos amigos fueron a ponerse en pie, una voz grave les perturbó a su espalda. Todavía de rodillas ante la lápida, al mismo tiempo, se giraron y dirigieron una mirada rebosante de recelo hacia arriba. Ahí descubrieron una amplia sonrisa petulante que les intimidaba desde lo alto. Una gran y preciosa dentadura que sólo podía pertenecer a una persona. George Jackman. Ahí estaba, el viejo zorro plateado, tan elegante como siempre, tan entrometido como siempre, tan provocador como siempre.

—Siento tu... —el periodista hizo una breve pausa, pensativo— ¿...pérdida?

Tanto Emily como Jake le dirigieron un gesto de censura, y al no recibir respuesta añadió:

—A juzgar por cómo lloraba cuando te caíste del rascacielos, entiendo que sí, que su... —retomó el silencio reflexivo—... muerte es una pérdida.

Volvió a quedarse sin ningún tipo de contestación. A los dos jóvenes únicamente se les pasaba una incertidumbre por la cabeza: ¿Ese viejo astuto habría visto la explosión morada de Emily? La presión comenzó a atenazarles, y su ritmo cardiaco se acrecentó de nuevo, tanto que el miedo activó un latido en las sienes de Emily, quien finalmente se decidió a hablar.

Emily Foster y la era de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora