Capítulo V

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No llovía así desde hacía semanas. Las gotas, que estallaban con fuerza sobre el suelo, parecían dispuestas a romper el empapado asfalto. Toda la ciudad estaba cubierta de una espesa y blanca niebla, lo cual encantaba a Christian, le gustaba que todo el mundo le acompañara de alguna forma en su tormento interno.

Fue todo el camino sin dejar de observar las gotas de agua resbalando por la ventanilla trasera del coche en el que iba montado. A su lado, Tizón lo contemplaba de reojo con una sonrisa de victoria en la boca en todo momento, le ponía tener agarrada por los huevos a la gente. Conducía el grandullón de Barney y Anthony era el copiloto.

En la casi media hora que duró el trayecto, no hubo apenas tema de conversación. La radio sonaba tímidamente con diferentes piezas de rap y se podía escuchar de fondo el ruido del limpiaparabrisas, que funcionaba enérgicamente en su afán de secar la luna delantera. En cuanto pasaba, el cristal se volvía a empapar hasta casi impedir la visibilidad. A Christian se le pasó por la cabeza más de una vez la posibilidad de que se les echara encima un camión que Barney no hubiera visto. Esa posibilidad no era tan remota, teniendo en cuenta la climatología del momento y que al volante se sentaba un subnormal. Y lo cierto es que ese destino se le antojaba dulce, si de ese modo acababa de una puta vez con esa mierda de vida y al otro lado se encontraba con Emily.

El vehículo se detuvo en una calle sin apenas personas transitando por ella, y los pocos que lo hacían se cubrían con paraguas, aunque eso no les libraba de mojarse.

—Muy bien, colega. Esta es tu jodida parada. ¿Ves ese banco? —Señaló a un local que quedaba al otro lado de la acera—. Ya sabes lo que tienes que hacer.

Christian miró al local, luego fulminó con la mirada a Tizón y agarró la manilla de la puerta para salir, pero el negro le detuvo.

—¿Dónde crees que vas? Todavía no te he explicado las normas del juego...

Barney soltó un par de tímidos ronquidos. Se reía como el cerdo que era.

—¿Juego? ¿Esto es un juego para ti?

—La vida es un juego, hermano.

Christian apretó su puño, su mano imploraba al resto de su cuerpo chocar contra la cara del que fuera su amigo, pero consiguió retenerse, no estaba en posición de meterse en más problemas.

—Te quedas tú solito. Nosotros ahora nos iremos a esperar a una calle cercana. Tienes exactamente veinte minutos para entrar, apañártelas para hacerte con un buen botín y salir a la calle. Notros te recogeremos.

—¿Y si tardo más? —inquirió.

—Estarás solo, Si en veinte minutos no estás fuera con esta bolsa repleta de billetes verdes —le alcanzó una mochila negra que tenía junto a él—. Tendrás que apañártelas para salir de esta tú solo.

—¡Me estas mandando una misión suicida, y lo sabes!

Hubo un momento de silencio en el que el negro elevó un poco el mentón de forma altiva mientras Christian apretaba más y más los dientes. Hasta que Tizón pareció relajarse.

—Hoy me siento generoso. He contactado con el encargado de vigilar las cámaras de seguridad. Durante los próximos veinte minutos va a sustituir las imágenes que graban las cámaras por otras de otro día —apreció la rabia con la que le miraba el otro—. No me seas maricón, que te he puesto muchas facilidades; tú solo tienes que encargarte de entrar ahí y sacar todo lo que puedas sin llamar la atención. Algo me dice que sabrás apañártelas, campeón —pellizcó el moflete izquierdo de Christian y lo empezó a zarandear como una abuela cuando le da una propina a su nieto.

Emily Foster y la era de las estrellasWhere stories live. Discover now