De por sí los días dentro de prisión eran eternos y parecían nunca acabar, pero cuando se estaba en aislamiento era mucho peor. El tiempo se detenía dentro de aquellas cuatro paredes sin ventanas, la luz brillante que se encendía y se apagaba al gusto de los funcionarios podía llegar a enloquecer a cualquiera, incluso después de algunas horas se comenzaba a perder la noción del tiempo. Zulema más que nadie conocía de qué iba la movida, había perdido la cuenta de todas las veces que estuvo en aislamiento en todos sus años carcelarios. Pero sabía que eran muchas más de las que recordaba, por lo que ya no la impresionaba demasiado, más bien le aburría, y ese quizá era el peor castigo; el aburrimiento que se podía llegar a sentir después de un par de días comiendo techo, prácticamente sin interacción humana y solo mirando las paredes grises. Desde el minuto uno que la encerraron, comenzó a pensar en Macarena, bueno, en realidad nunca había dejado de hacerlo. Recién se despidió de ella en el baño cuando fueron interrumpidas mientras se besaban, y su mente solo pudo concentrarse en una cosa; en ese par de labios que sabían tan jodidamente bien y que besaban con una pasión que hace mucho tiempo no experimentaba. A la única persona que recordaba haber deseado tanto, era a Hanbal, con él tuvo una relación intensa, basada en el amor y el sexo a partes iguales. Le quiso, le quiso muchísimo más de lo que aceptó alguna vez en voz alta, pero siempre se lo hizo saber follando de una manera salvaje, apasionada y descontrolada. Juntos tuvieron una relación mítica, la diferencia de edades nunca fue un problema. E irónicamente con Maca tampoco parecía que la edad importara una mierda. ¿Qué eran diez u once años? Nada. ¿Importaba que se tratase de una mujer esta vez? Tampoco. Siempre había visto a la rubia como alguien igual a ella, a pesar de que tantas veces la quiso hacer menos y la acusó de ser una tonta, tenía que admitir que desde el primer momento que Macarena puso un pie en la cárcel le había dado una buena batalla. Hasta cierto punto era agradable estar en guerra con ella, porque la mujer más joven era de las pocas personas que no bajaban la cabeza en su presencia, y eso era precisamente lo que le gustaba. Ya lo había asimilado, y aunque a puertas abiertas no lo aceptara, Maca le atraía como solo su egipcio había hecho alguna vez. Las etiquetas tampoco importaban, nunca se había puesto una, quizá muchos asumían que era heterosexual, y ella alguna vez llegó a decirlo también. Pero lo cierto era que le interesaba una mierda identificarse como una cosa o la otra. A fin de cuentas lo que le atraía de las personas era su capacidad para enfrentarla, para no ponerle fáciles las cosas, alguien que la retase constantemente, que le dijera las verdades en la cara y nunca se le quedara callado. Y honestamente no podía pensar en otra persona que encajara más en esa categoría que Macarena Ferreiro. Joder, como la extrañaba, apenas llevaba dos días si su cuenta no fallaba, encerrada en aislamiento, y ya se moría por salir para verle la cara de rubia pija.No había mucho que hacer en el encierro, ahora que lo pensaba, tal vez lo que debió haber traído a aislamiento con ella era un libro para matar el tiempo, o un cuaderno para escribir cualquier gilipollez, no un puto espejo portátil. Se miró en el reflejo del pequeño cristal y suspiró, el encierro no le sentaba bien, estaba ojerosa y no tenía su mejor aspecto ese día. Aburrida y sin tener nada más que hacer comenzó a acariciarse a sí misma, tal vez un buen orgasmo haría que se distrajera y el tiempo corriese más rápido. Con la mano metida en los pantalones amarillos y las bragas blancas, cerró los ojos e imagino que a su lado se encontraba Maca. Sus dedos pronto se deslizaron con facilidad en su coño y se dio cuenta de cuan cachonda se ponía de solo pensar en la rubia. Mientras se tocaba con la mano derecha, usó la izquierda para apretar su propio cuello y privarse un poco de la respiración. Era una cosa que le gustaba en ocasiones durante el sexo, tal vez por la adrenalina que producía la falta de aire, o por la imagen que creaba en su cabeza donde los dedos que la apretaban no eran los suyos, sino los de Macarena. Quizá era una cosa de masoquismo, o un fetichismo como cualquier otro que tiene la gente. Claro que, las personas nunca aceptan delante de otros sus parafilias o gustos sexuales más oscuros, y muchas veces tampoco los llevan a cabo, ella en cambio nunca había tenido problemas aceptando que dicha acción le gustaba. Lo llegó a practicar con Hanbal, y ahora solo deseaba tener la oportunidad de hacerlo alguna vez con Maca.

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Vis a Vis: Volver a Empezar
FanfictionUn nuevo traslado. El mismo uniforme. Antiguos recuerdos. Nuevas alianzas. Sentimientos inesperados. La oportunidad de comenzar de cero. Historia Zurena (Prision Wives Edition) Los personajes no me pertenecen. Historia original de Fox y Audible, La...