I. TESTAMENTO🌹

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Eran las 5 de la mañana cuando el capitán lo despertó para indicarle que estaban por llegar a Capri anunciando así el cambio de todo lo que conocía, la sentencia de una vida que no quería.

Las olas rompían fuertemente contra la costa y el aire silbaba con fuerza trayendo un aire gélido inusual en la isla, demostrando así su propio duelo al haber perdido a su amo, llorando sus cielo y gritando sus olas. Las campanas de la iglesia sonaban fuertemente anunciando la triste noticia para quienes sabían el secreto de la isla. Pero él ignoró todo, solo continuó su camino como si no hubiera recibido aquella llamada el día anterior, como si no hubiera pasado nada por la noche y si traía aquellas gafas de sol a pesar del cielo gris jamás confesaría que se debía a la rojez de su mirada por haber llorado su pérdida.

Continuó su camino hacía lo más alto de la isla de Capri donde se encontraba aquella casa que había sido el escenario de sus más horrendas pesadillas y de sus más hermosos recuerdos. Algo envejecida por el paso de los años y el descuido tras su partida con la bandera de Italia a media asta en señal de la pérdida de su dueño.

El fallecido Don de La vecchia guardia.

Bajó del auto con parsimonia viendo como los trabajadores de la casa hacían fila fuera de este dándole el recibimiento que se merecía, todos con la cabeza agachada demostrando respeto y pésame por lo sucedido. Por mucho que odiara aquella clase de sumisión por parte de ellos agradeció su presencia de forma cortés se adentró en la casa y esperó con paciencia al hombre que compartía su dolor en la misma medida.

Alessandro Vizconti, el Consigliere de la familia, llegó en otro auto 5 minutos después, con gran esfuerzo bajó del auto, con el mismo porte y orgullo que había tenido durante sus largos 65 años de vida, vio como su chofer le tendió su bastón negro de caoba, pero él lo rechazó, tal vez el dolor de su maltrecha pierna disiparía el de su destrozado corazón. Ignoró a los empleados y continuó su camino a paso firme y con una leve cojera, entregó su saco al ama de llaves y subió las escaleras de madera antigua deteniéndose un poco en los últimos escalones por el dolor pero no se detuvo hasta llegar a lo que en algún momento fue la oficina de su mejor amigo. Pidió al guardia esperara afuera mientras el acomodaba todo en su lugar, sus ojos recorrieron cada centímetro de aquella vieja oficina. todo estaba igual; el olor a puro seguía impregnado en las paredes y la botella de vino de siempre seguía a medio tomar, pero entonces sus ojos se enfocaron en el escritorio faltante hecho del más fino cedro barnizado en un marrón oscuro, aquel que los peritos tuvieron que llevarse pues era ahí, sobre aquella madera vieja y cara, que habían encontrado el cuerpo sin vida de su amigo, Don Francesco Bertinelli.

Con un suspiro se acercó al nuevo escritorio que habían instalado hasta que regresaran el de Francesco, extendió los documentos sobre la mesa ordenando todo para la importante junta que se realizaría ahí en menos de media hora.

— Viejo terco, Franccesco te obsequió ese bastón para que dejaras de andar por ahí como perro herido — dijo alguien a su espalda

— Mio caro Cesáro el gusto que me da verte muchacho — Alessandro estrujó al hombre entre sus brazos, aun cuando este le sacaba media cabeza — Pero mírate estás hecho todo un hombre — lo abrazó con alegría.

El aludido lo abrazó fuertemente recostando su rostro contra el hombro del otro, buscando inconscientemente ese olor a colonia cara y menta que solía usar para esconder el olor a puro cubano. Como había extrañado a ese viejo, pero sabía que él no lo había extrañado igual.

— Es la primera vez que te veo tan feliz de verme — Su voz salió con un toque de burla y pena — Ya suéltame viejo.

Alessando se separó de su cuerpo como si quemara fijándose por primera vez en esa mirada azul llena de burla por su incapacidad de diferenciarlos, y una mirada socarrona por haberlo engañado

La FavoritaWhere stories live. Discover now