Sangre Perdida

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    ~Ambos POV en este fragmento~
    ~Horacio POV: Letras negritas~
    ~Volkov POV: Letra normal~

    Me molestaba el sonido de alarma de un celular. Tenía demasiado sueño. Iría a trabajar más tarde, después de todo era el maldito FBI, podía hacer lo que me saliera de los huevos. La alarma seguía sonando. Busqué mi celular con la mano en la mesa de noche e intenté apagarlo, pero el sonido seguía.
    –Perdón, es mi alarma.
    Me giré en la cama para ver a Volkov acostado a mi lado. Sonreí y me pegué a él. Había olvidado que esta noche había estado con él. Esto era como un sueño hecho realidad. Me rodeó con un brazo la cintura y con el otro me rodeó la cabeza. Este momento era oro. Tenía que tomar una foto para mí. Me estiré para tomar el celular.
    –¿Qué estás haciendo, Horacio? –preguntó adormilado.
    –Nos tomaré una foto. –Alcé mi celular con el brazo para tomarnos una foto.
    –Espera, ¿no crees que puede ser peligroso? –Se alzó sobre su antebrazo para mirarme.
    –No la subiré a ningún lado, solo la guardaré para mí, tranquilo.
    –De acuerdo –sonrió.
    Volkov siguió abrazándome. Quería guardar cada simple recuerdo que pudiera. Yo esperaba que las cosas no empezaran a avanzar de forma rápida, pero un tumor siempre se podía complicar. Alejé el teléfono y tomé la foto. Sonreí al ver lo bien que nos veíamos juntos.
    –¿No tomarás la foto? –preguntó Volkov.
    –Ya la he tomado –dije frunciendo el ceño.
    –No, solo alzaste el brazo con el teléfono en la mano pero ni siquiera lo desbloqueaste. –Volkov se apoyó en su antebrazo derecho y me miró preocupado.
    –Vaya, creo que estoy... estoy distr- distredo –empecé a tartamudear y las palabras eran bastante difíciles. Quería hablar pero no podía.
    –¿Horacio? –Volkov me tocó la cara–. ¿Estás bien? Llamaré a una ambulancia.
    –No, espera, estoy bien. –Si los EMS le decían qué tenía estaba acabado–. Solo estoy un poco confundido, no llames a nadie.
    –Ne espros estod bemin. –Balbuceaba sin sentido, parecía que me hablara en otro idioma, pero creo que él no lo notaba–. Sila distaer ababua sonfundir nelemes anad.
    –Tranquilo, ya estoy llamando a la ambulancia, ¿te sientes mal?
    –No... llames... a... la... ambulancia... por favor –consiguió decir con lentitud. Apretó sus ojos como si la cabeza le doliera.
    –¿Cómo quieres que no llame? A ver Horacio, ¿acaso has notado que estabas hablando prácticamente otro idioma? –pregunté molesto–. Y mírate, ahora hablas como robot con fallos en el circuito.
    –Es la contusión –dije con calma, me costaba hablar. Por lo que podía notar había balbuceado en realidad, pero yo no lo notaba, y ahora hablaba más lento de lo que creía–. La doctora dijo que así sería esto, que habría efectos secundarios. Si no me crees llamale a Gustabo, él fue conmigo ese día.
    Colgué el teléfono. Me sentía decepcionado, triste y traicionado. Horacio aún no me tenía la suficiente confianza como para decirme cosas de su vida. Ayer se había abierto conmigo y era un gran avance, pero ahora se la pasaba ocultándome cosas y dejándome de lado en lo que parecía ser algo importante sobre su salud. Una contusión no causaba eso, yo no era tonto, sin embargo él insistía en que era por eso y me seguía mintiendo.
    –Me ofende que me creas tonto, Horacio –dije con tristeza. Aventé el celular al sillón con delicadeza–. También me duele que todo el tiempo me ocultes cosas.
    –Volkov –dijo intentando explicarse.
    –Espera, aún no he acabado –expliqué–. Sin embargo, tengo fe en que habrá un día en el que me cuentes la verdad sin filtros, tal y como lo hiciste anoche. Podría investigar e indagar, pero no es lo que yo quiero, porque lo que yo quiero es que me tengas confianza.
    Me miraba con ojos de cachorro y con vergüenza, sentía culpabilidad. A pesar de que estaba molesto no quería arruinar este día y lo que habíamos vivido anoche. Con el tiempo Horacio me diría las cosas, cuando él sintiera confianza. Con suerte habría un momento en el que ya no me ocultaría las cosas importantes como su estado de salud o cosas vitales.
    –Me gustaría ganarme tu confianza con el tiempo –dije–, así que no la romperé investigando por mi cuenta. Porque me gustaría pasar mucho tiempo a tu lado, no solo unos días o unos meses.
    Mi nivel de culpabilidad, imbecilidad y sentimientos encontrados estaba al límite. ¿Desde cuándo Volkov expresaba lo que sentía con tanta facilidad? No estaba acostumbrado a esto y cada día me sorprendía más y más. Este Volkov no era el mismo de hace 11 años, no, este Volkov era diferente. No sabía si nuestra relación había cambiado algo en él o si él simplemente había decidido cambiar de un tiempo para acá.
    –Gracias por confiar en mí. –En realidad no sabía qué decir, me había dejado sin palabras.
    –No hay nada que agradecer, Horacio. –Sonrió.
    Lo miré durante un buen rato. No entendía cómo lograba controlarme tanto con él. Aún recordaba aquella ocasión en la que me había sacado de quicio cuando había sacado un helicóptero sin autorización alguna. Aquella vez lo había tratado de una manera tan hostil que estaba seguro de haberlo lastimado. En aquella época él aún era prácticamente un niño, pero yo no sabía eso. Pensaba que era joven, pero no tanto como para que el mayor de ellos fuera el hijo de Conway.
    –¿Estás enojado? –preguntó de una manera tan inocente que me dio ternura.
    –No, recordaba el pasado –respondí–. Pero pierdo demasiado el tiempo en ello y tengo que bañarme.
    –¿Ya te irás a trabajar tan temprano? –preguntó sorprendido.
    –Por supuesto, el comisario debe poner el ejemplo a sus agentes.
    –Sí, como poner el ejemplo de tomarse unas largas vacaciones en las Bahamas y dejar la ciudad hecha un lío –sonrió con picardía.
    –Siempre hay que descansar del trabajo –le seguí el juego sonriendo–. ¿Puedo tomarte una toalla para bañarme?
    –Toma lo que quieras bebé, que todo lo mío es tuyo –me guiñó.
    Sonreí discretamente y caminé hacia el baño. Anoche lo había visto un poco después de hacer el amor. Vaya noche habíamos pasado, noche que se tenía que repetir sin duda alguna. Su cuerpo y el mío hacían del sexo algo tan especial y único, que me volvía un adicto enloquecido por más.
    Abrí la llave que tenía una "H" roja y esperé a que se calentara un poco. Mientras esperaba, me quité la ropa interior. Esta era probablemente la primera vez que me bañaba en otro lugar que no fuera mi penthouse. Horacio ya se había quedado a dormir en mi casa antes, pero yo jamás había pasado una noche en la suya.
    –¿Te importa si compartimos ducha? –preguntó detrás mía Horacio.
    –La verdad es que no, pero tenemos que ser rápidos.
    –De hecho esa es la razón por la que tendremos que compartir baño, –me enseñó la tableta donde se veían los avisos–. Están haciendo un banco central ahora mismo. Tenemos que bañarnos rápido e ir para allá.
    –Bien, entonces bañémonos rápido.
    Horacio también se quitó la ropa interior y nos metimos bajo el chorro de agua. Era extraño. Todo esto había pasado demasiado rápido. Primero habíamos hecho el amor, luego había pasado toda la noche con él y ahora nos duchabamos juntos. A veces me preocupaba ir demasiado rápido, pero había esperado mucho tiempo por esto. Ambos merecíamos estar juntos, sin preocuparnos, sin pensar en que no nos conocíamos lo suficiente.
    Esto se sentía como un hogar, y me sentía bien con eso.


Recuerdos De Un Infinito || Volkacio AU || +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora